SESENTA Y OCHO

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Amir

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Amir

Me liberé de toda carga que mi padre me impuso en su día, me había convertido en lo que siempre quise ser, independiente a las opciones del hombre que me dio la vida, pero no solo había conseguido eso, sino que Lauren volviera a ser lo que nunca debió de dejar de ser frente a él. Una gran mujer.

—Dígame— contesté la llamada de mi suegro.

—Amir, necesito que viajes con Lauren lo antes posible— dijo por la otra línea y entendí que algo terrible había sucedido.

—Tenía pensado viajar mañana, pero ¿qué ocurre?

—Mi mujer se ha suicidado.

Y mi pecho se encogió al oír lo que me acababa de decir, ¿por qué llegan hasta este extremo? ¿Quitarse la vida es un juego? Y si fuera así, no lo entiendo.

Mi silencio hizo que el padre de Lauren hablara de nuevo.

—Ella no pensó en nosotros y tomó el camino fácil.

Para mí ese no es el camino fácil, la muerte no lo es y menos morir de esa manera.

—Podría ser un shock para Lauren y en su estado no es bueno este tipo de noticias.

—Lo sé, lo sé, pero tiene que saberlo por eso te llame a ti, encontrarás la manera más delicada de decirle que ya no volverá a ver a su madre.

¿Había una manera delicada de decirlo?, porque si es así la desconocía.

—Llegaremos en la noche.

Añadí y después colgué.

Por muy difícil que fuera para Lauren, para mí lo era aún más, ya que no sabía por dónde empezar.

—Señor Al Malik ¿se encuentra bien?— se acerca mi secretaria al verme pensativo y pálido.

—Lo estoy, el chofer de la empresa ya regresó de haber llevado a Lauren a casa.

Ella asintió.

—Bien, pídele que regrese y que la lleve a esta ubicación— le escribo en un papel y ella salió de mi oficina para hacer lo que le había pedido mientras tanto le marqué al celular y solo deseo que mi voz no me delate al hablar con ella.

—¿Ya me echas de menos?— dijo nada más contestar.

—Siempre te echo de menos, habibati, y por eso te llamaba.

—¿Amir estás bien?

Mi voz salía entrecortada. —Lo estoy solo que me atragante con el café y mi garganta aún está intentando recuperarse.

—Vale.

—El chofer volverá a recogerte y te llevará a un sitio, ahí te estaré esperando.

—¿Una sorpresa?

—¡Ajá! Una sorpresa.

No sabía cómo decirle que teníamos que viajar esta misma noche a Londres porque su madre había muerto, que ella se había quitado el derecho de vivir y solo se me ocurrió un paseo en globo aerostático, es la única manera de estar cerca del cielo o por lo menos percibirlo desde cerca y decirle de la mejor manera posible lo sucedido, solo espero que no llegue a afectar a nuestras princesas.

—Que hermoso se ve el cielo mientras las nubes lo complementan a la perfección.

Mientras volábamos mis manos reposaban su abdomen y ella hablaba de la belleza del firmamento.

—Lo es— suspiré. —Dicen que cuando dejamos este mundo para habitar otro con vistas iguales o mejores que estás, que el alivio que sienten nuestras almas no se compara con nada, pero también dicen que los que no dejan de habitar este mundo no pueden entender lo que siente un alma liberada mientras vuela por lo más alto de unas enormes nubes que brillan por la blancura que tienen.

No sabía que estaba diciendo, no sé si lo que mi lengua quería expresar era lo correcto, pero había que intentarlo.

—Yo creo que no todo el mundo llega a alcanzar lo que estás diciendo, creo que hay un cielo y un infierno.

Me sonríe de lado.

—Sé que dicen que después de una mala vida vivida en Tierra el día de nuestra muerte será recompensada con el paraíso.

Esa sonrisa que Lauren mantenía en su fracción desapareció y giró su cuerpo hacia mí para tenerme de frente.

—Amir ¿está todo bien?

La miré y después tuve que desviar mi mirada para forzar esa sonrisa que no quería mostrarle, pero tenía que hacerlo, por su bien, por el de nuestras bebés.

—Estoy bien, mi amor.

—Vale— sostiene entre sus manos mi rostro y deja un beso en mis labios.

—Quiero que sepas que siempre me tendrás, que nunca estarás sola y que por muy difícil que se hagan las horas o los días siempre, pero siempre te acompañaré hasta que pasen.

Antes de que hablara le llene la boca con la mía y la bese lentamente, haciendo que ese beso se hiciera largo, y duradero mientras mis neuronas trabajan a mil para soltar lo que tenía que decirle.

—Voy a intentar que esas horas que sé que dolerán se hagan llevaderas y a pensar de todo sonrías.

—Me estás asustando.

—No, eso es lo último que quiero, pero sabes que me callaré no diré más.

No añadí más porque sabía que se estaba poniendo nerviosa y no dije más así que disfrutamos un rato más por ese hermoso cielo despejado.

—Mientras no seas tú quien haya fallecido y esté gozando de la blancura de las nubes, entonces todo estará bien.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, creo que es algo duro de oír y a la vez emotivo, no había llorado desde que supe que ella era la que había muerto en aquel accidente.

—Amir ¿estás llorando?

Se sorprendió tanto o igual que yo al verme en tal estado.

—Mi vida, mi amor, eres el único que me afectaría tanto tu abandono. No sería capaz de vivir sin tus ojos, sin tu forma de intentar decirte las cosas y que sé que temes a que sufra, pero solo dilo, sé que tiene que ver con mi madre, suéltalo.

Algo sabía, pero ¿quién se lo dijo?, ¿qué le dijeron exactamente?

—Lo siento, uf, amor, lo siento tanto que solo quiero que pase este mal momento para continuar con nuestra felicidad.

—Mi madre siempre estuvo ausente y ahora sería lo mismo pero de manera definitiva.

—¿Qué?

—Todo estará bien, el egoísmo de mi madre fue igual o peor que el de Laura.

—Lo siento.

Note que sus palabras salían con valentía, pero sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Estaré bien, estaremos bien— toca su vientre.

Abracé su pequeño cuerpo con fuerza y empecé a besar su cuello— estamos juntos, no estás sola.

Ella solo asintió y no tardó mucho en caer en llanto.


Capítulo dedicado exclusivamente para la cumpleañera @paolalunasuasa  Muchísimas felicidades.

Pagada para seducir al ÁrabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora