SESENTA Y SEIS

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Amir

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Amir

No había abrazo que me calmara, ni mirada suplicante que me dijera que todo pasará y sobre todo esto no tenía que pasar pero sucedió.

—¿Acaso dejaste que decidiera por ti? ¿Acaso piensas que ese poco hombre te tratará como princesa cuando no ha tratado con respeto a otras mujeres?— Grité a todo pulmón mientras mi hermana Sarah me escuchaba.

Antes de vérmelas con ese miserable, tenía que aclarar varios puntos con la Sarah y entre ellas hacerle entender que juzgar por lo que se oye es igual que quemarse la lengua sabiendo que lo que se iba a llevar a la boca le iba a chamuscar, nadie tiene ese derecho de juzgar, nadie, excepto Dios.

—Hermano, yo no sabía que Lauren...

—Y no tienes por qué saberlo, a nadie le incumbe ese tema excepto a mí, no voy a tolerar que ni Adil ni ningún otro insulte a mi mujer.

—Amir, por favor.

—No, Lauren.

—¿Consideras a Adil libre de pecados?

Sarah no contesta a mi pregunta, pero la contesté yo mismo por ella.

—Claro que no está libre de pecados, ¿te contó que fue él quien buscó a Lauren? O mejor dicho ¿te contó sobre los miles de mujeres que fue dejando en cada país? Y que al día de hoy sigue en contacto con ellas.

Sigo gritando.

—Él no tiene ningún derecho sobre ti, aún no eres su esposa y si ahora te está tratando como te trata ¿qué será de ti hermana?

—Amir, no supe qué hacer al enterarme.

—No debes hacer nada más que continuar como estuviste siempre con mi mujer, Lauren es mi mujer y así lo decidí yo y eso es lo que importa, pero me di cuenta de que ese respeto del que carecer te lo mató Adil en un solo día.

—Pero hermano, Adil me dijo...

—Te vuelvo a repetir que Adil aún no tiene derechos sobre nada, no es más que un hipócrita y estoy seguro de que no te quiere porque él no quiere a nadie y menos a ti.

Lauren se acerca a mí y me pide que me calme, pero era imposible escucharla.

—Sarah, sé que me consideras sin valor por lo que fui, pero déjame decirte que nada de lo que piensas es la realidad, si yo fui lo que te dijo Adil era por necesidad, y ojalá nunca te veas en la misma situación que me vi hace años atrás.

Dijo Lauren y me quedé mirándola mientras se explicaba y mi pecho se movía al son de mi respiración agitada.

—Entonces ¿golpeaste a Adil por lo que fue Lauren?— dejó de mirar a mi mujer para mirarme.

—Si, a pesar de todo estaba dispuesto hacer las cosas bien con él, pero no me dejó, ya que su boca siempre saca su verdadera identidad.

La mirada de Sarah permanece en el suelo. — Deberías disculparte.

—No, Amir por favor no es necesario— Lauren interfiere.

Ojalá pudiera hacer como si nunca esto hubiera sucedido para apagar ese malestar que sé que Lauren siente por dentro, sé que su facción muestra lo que quiero ver, pero en el fondo arde y no se merece que la critiquen por algo que no decidió ella.

—Amir tiene razón, lo siento. No pensé las cosas y la actitud de Adil no me dejó pensar con claridad. No soy de juzgar, ni de llevarme mal con nadie y menos con la mujer de mi hermano.

—Está bien, Sarah, lo he olvidado.

Pase mi mano por los hombros de Lauren y la miré con admiración.

—¿Estás segura de que estás bien?

Ella asintió.

—Vale, ahora toca tener una larga charla con...

Sarah me detiene. —Por favor, hermano déjame que hable yo con él, creo que me abriste los ojos y por mucho que quiera a Adil sé que su superioridad ante la mujer no me dejará ser feliz.

—Está bien, pero aun así tengo que hacerle entender que si vuelve a cruzar los límites ya no quedará nada de sus piernas.

Añadí y después salí en su busca, dejando a Lauren gritando mi nombre, pero no estaba dispuesto a dejarlo pasar, bastante me hice el sordo y el ciego.

Si no soy yo quien haga respetar a mi mujer entonces ¿quién lo hará?, mi deber es protegerla en todos los sentidos aunque sí de una asesina se tratase.

—Amir tengo ese derecho de elegir con quien se junta mi prometida.

Solté una gran carcajada llena de sarcasmo.

—¿Qué derechos ni qué mierda?, te crees que no sé por qué te acercaste a mi hermana. No conseguirás nada de mí.

—No necesito nada de ti, total la nueva dueña no tiene nada que ver contigo.

Volví a dejar sonar la misma sonrisa.

—¿Qué es tan gracioso, Amir?

—Que te estoy viendo como te haré tragar esas palabras y te las volveré a sacar por el culo, idiota.

Este me miró sin entender nada.

—Si no quieres acabar pidiendo en las calles aléjate de mi familia, de mi hermana y de mi esposa y pobre de ti si le vuelves a faltar el respeto.

—¿O si no qué? No te tengo miedo.

—Deberías— añadió y la sirena de la policía sonó a mis espaldas.

Su rostro se volvió tan pálido que pensé que se iba a desvanecer.

—¿No habrás hecho...?

Alce las cejas y sonreí de lado. —¿Debería, no?

—No me jodas.

—Hagamos un trato.

Este solo se quedó mirándome.

—Empezarás por alejarte de mi hermana, continuarás por darle la libertad que le robaste a tu hermana y terminarás por olvidar el nombre de mi mujer.

—Amir, sabes que necesito trabajo.

—No sé si Laura Del Valle acepte que seas su empleado, pero por mí puedes intentar pedirle trabajo, pero eso sí, recuerda que la persona que más daño hacemos es la que acaba por darnos de comer.

—¿A qué te refieres?

—Me refiero a que hagas lo que te he dicho y listo.

Añadí y la policía que estacionó junto a mi vehículo resultó ser el hijo de un buen cliente mío, me hizo el favor de hacer sonar sus sirenas y creo que por el momento lo he asustado.

El pasado de Adil es más oscuro del que podría ser el mío o el de Lauren, pero las personas como él olvidan su mierda para remover las mierdas de otros.

NOTA DE LA AUTORA: Adil no es tan malo como parece, así que no lo odien mucho. La historia de Adil está disponible en Dreame\Sueñovela.

Pagada para seducir al ÁrabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora