TREINTA Y DOS

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Lauren

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Lauren

Hay decisiones que son arriesgadas a la hora de tomarlas y conservarlas en secreto, pero a la larga se convierten en peligrosas que nos llevan a vivir situación donde pensamos que todo se iba a acabar y que nada de ese intento valió la pena hacer, después de todo cada quien es culpable de sus actos.

—Amir, acepto tu corazón, ahora que me pertenece solo a mí, lo cuidaré mejor que el mío, pero también quiero que sepas que estoy dispuesta a cambiar por ti, a vivir una vida llena de pura magia a tu lado ¿y sabes por qué?

Él negó.

—Porque me enamoré de ti, porque ahora y siempre serás el dueño de mi corazón.

Amir sonrió emocionado y después me tomó de los labios y plantó sobre ellos un beso apasionado, un beso con muchos sentimientos de por medio y que a partir de ahora será así, el amor llegó a nosotros y no sé si agradecer al destino por ello o lamentar por haber tardado en aceptar algo tan evidente que fue el primer día que lo vi y quise terminar lo que no había empezado por lo que mi corazón había sentido a primera vista.

Las luces iluminaban el jardín, nosotros destellando la felicidad por cada poro de nuestra piel, Amir me sostenía de la mano mientras caminábamos en medio de los invitados y por un camino lleno de pétalos blancos. Parecía un sueño, si así es, un sueño hecho realidad porque ahora mismo estaba sujetando a mi esposo, sin tratos, ni trucos, ni juegos, era la realidad y estaba casada con el hombre que amo y lo mejor de todo es que no iba a terminar jamás, no había fecha de caducidad ni nada que se le asemejara.

Los invitados y árabes de la alta sociedad nos miraban con una gran sonrisa en la cara, todo era perfecto, acorde al momento y nuestras emociones, una boda de película donde los fuegos artificiales brillan en el cielo y la música daba la diversión necesaria mientras nosotros los novios disfrutábamos a cada momento sin dejar de ser el centro de atención.

—¿Eres feliz?— cuestionó Amir mientras bailábamos lentamente al son de la música.

—Lo soy, me siento en las nubes y gracias a ti.

—Así quiero que te sientas siempre, en las nubes y que nadie pueda acceder a ti excepto yo.

Sonreí y él hundió su rostro en mi cuello.

—Te amo, Lauren, te amo, princesa.

Mi piel se erizó en su totalidad al oír ese te amo tan cerca de mi oído.

—Te amo, Amir, yo también te amo.

Mientras caminaba al baño a retocarme el maquillaje, unos pasos sigilosos percibí a distancia, parecían sospechosos y sabía que no era Amir ni nadie de la familia, al girarme encuentro el rostro de Adil.

—No es momento de hablar de nada— dije desde lejos, pero este acortó la distancia.

—No soy mala persona, duquesa, pero no quiero terminar una amistad con tu esposo por culpa tuya.

Guarde silencio.

—Solo espero que tu boca permanezca cerrada de por vida, no me conoces, no nos conocimos y no hubo ningún contrato entre nosotros.

Literal me estaba amenazando con la mirada.

—Lástima que tu amigo no es de dejar pasar las cosas, y menos las traiciones.

Este se tensó y me tomó del brazo.

—Si no quieres ser ridiculizada entre la familia de tu esposo y la gente con la que se relaciona Amir, será mejor que mantengas esa boca sellada.

Su presión en la mano se hacía cada vez más fuerte, ese agarre sabía que me estaba doliendo a tal punto que ni me di cuenta por la rabia que me estaban dando sus palabras.

—Recuerda que solo eres una prostituta y que gracias a la caridad de Amir te has convertido en señora— soltó de esa sucia boca y la voz de Fátima se hace presente.

—Adil— dijo y todo empezó a temblar a mi alrededor.

¿Por qué ahora? ¿Por qué en este momento cuando mi felicidad es plena y estaban empezando a ir bien las cosas con Amir?

—Lauren— dejó de mirar a Adil y me miró a mí.

—Señora Fátima, siento que presenciara... — lo interrumpe.

—Sal de aquí y no vuelvas a acercarte a la esposa de mi hijo, porque si Amir se entera no quisiera pensar lo que te haría.

Este bajo la mirada y me soltó para irse avergonzado frente a mi suegra. Sabía que Fátima había escuchado todo y eso me mataba, sabía de dónde venía y a que me dedicaba.

—Señora, no me juzgue sin saber por favor.

—No lo haré, hija. No soy nadie para juzgarte — está acorta la distancia y las ganas de llorar por la forma en la que me miraba me presionó el pecho.

—Me dediqué a vender...

—No es necesario que continúes, entiendo que no te quedó de otra que hacerlo, y te admiro créeme y siendo mujer aplaudo a las mujeres que trabajaron o trabajan a lo que te dedicaste tú, porque sé que lo hacen por necesidad, porque no les queda de otra que aguantar y sobrevivir a este mundo— Fátima se emocionó— Dame tus manos— me pide. —Eres una mujer fuerte y a pesar de todo sigo pensando que eres digna de mi hijo, pero no todo el mundo piensa como yo, ni siquiera mi esposo, por eso haré como si nunca hubiera oído y hablado. Aquí muere nuestra conversación y no dudes que siempre que necesites desahogarte o cuando veas que no puedes más, solo búscame, ahora eres una hija más.

Las lágrimas brotaban sin cesar de mis ojos, no tenía palabra para expresar lo que sentía y lo que me hizo sentir la mujer que tengo delante.

—Lauren— la voz de Amir se hizo presente.

Por más que intenté disimular esas lágrimas que habían salido, Amir empezó a acercarse a mí mientras estudió mi rostro, su frente se frunció y el ambiente se volvió más tenso.

Sé que no es tonto, sé que su madurez le hace ver las cosas claras y no necesita de mucho para entender que es lo que estaba pasando.

Pagada para seducir al ÁrabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora