❝Cualquiera pensaría que el diablo disfrutaba de ser él; un ser poderoso, con su propio reino y que gustaba de torturar a los que llegaban a él.
Alguien que no sentía pena, empatía, consideración, y que solo le gustaba seducir a los humanos para ll...
Lilith tarareaba una melodía improvisada mientras arrullaba el cuerpo de otro bebé. Ella le sonreía como si esa criatura realmente fuese suya, cosa que volvía la situación más retorcida a ojos de un tercero.
—¿Te estás divirtiendo?
La mujer subió la mirada y su sonrisa se borró tan pronto vio al pelinegro ahí.
—Luzbel —dijo, sorprendida.
—Te he dicho que nadie puede sentarse en ese trono.
Lilith, aún con bebé en brazos, se puso de pie casi un segundo después, y sonrió despreocupada.
—Pensé que no te importaría ya que me habías dejado a cargo.
—Te has saltado muchas reglas —el pelinegro caminó hacia el enorme trono tallado en piedra—. Pero no nos engañemos, eso ya lo hacías desde antes, ¿no es así? Estuviera yo presente o no, hacías lo que se te viniera en gana.
—Luzbel...
—¿Por qué? —su voz sonaba serena, pero sus ojos habían cambiado a un tono completamente negro y eso ya daba una señal de cuán molesto se sentía—. ¿Por qué dejaste que uno de tus hijos plantara su semilla en una mundana?
Semyazza había tenido razón al decir que JungKook había regresado al infierno para atender algunos asuntos, pero lo que evitó decir fue que el asunto inicial era saber todo respecto a YoonGi y su verdadera procedencia.
—Eso no fue mi culpa, yo no se lo ordené. Fue algo que se salió de mis manos.
—Explícate mejor, Lilith, porque sé con seguridad que ellos no actúan por su cuenta.
—No lo hacen, pero uno de ellos fue la excepción. Debes creerme, ¿por qué querría que mis preciosos hijos tuvieran algo con esos seres?
—¡Yekun! —llamó el pelinegro, y tan solo unos segundos después el nombrado llegó donde él.
—Luzbel —musitó, tan sorprendido como Lilith al verlo ahí.
—Llévate el cuerpo del bebé y devuélvelo a donde pertenece —ordenó.
—¡No! —Lilith se abrazó al cuerpo inerte del bebé, reacia a dejar que se lo llevaran—. ¡Es mi bebé!
—Por tu propio bien, es mejor que obedezcas —le amenazó el pelinegro.
Lilith quiso mostrarse fuerte y negarse cual verdadera madre protegiendo al pequeño ser que había dado a luz. No obstante, al ver que Luzbel estaba muy lejos de querer perder el tiempo aguantando sus berrinches y quejas, cedió y le entregó el pequeño cuerpo a Yekun.
Cuando Yekun se fue, Luzbel se puso de pie, acercándose a Lilith, quien parecía estar entre molesta y nerviosa por razones muy diferentes.
—Me debes una gran explicación, y más te vale no mentirme en nada.
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