𝗘𝗡𝗧𝗥𝗘 𝗣𝗜𝗡𝗖𝗘𝗟𝗘𝗦 𝗬 𝗧𝗜𝗡𝗧𝗔 ᵗᵃᵉᵏᵒᵒᵏ

Epílogo

Ambos entraron y se sorprendieron que con el paso de los años, todo seguía igual. Tomaron sus manos, no les importaba lo que dijeran los demás.

Taehyung se acomodó su pelo canoso y Jungkook tosió un poco para ver otras pinturas con su esposo.

—Han pasado tantos años, me alegra saber que Minho le gustó la pintura como tú...

—Nuestro hijo adoptó mis costumbres y ahora es uno de los pintores mas famosos de Corea del Sur.

—¿Que hay de Suni? se ha convertido en una gran empresaria y ahora tiene muchas acciones, nuestros hijos han crecido tanto, mi querido Tata—le dijo Jungkook y le sonrió.

—¿Tomaste las pastillas que el doctor te receto, pequeño?— el apodo que hace muchos años Taehyung le había puesto a Jungkook había vuelto.

—Tomo una cada noche, no te preocupes.

Ambos ancianos caminaron hasta la pintura la cual querían ver, Jungkook sentado en la esquina de la cama mientras veía embobado a Taehyung, eran tan jovenes.

—Extraño comer todos los domingos con Hoseok, que en paz descanse mi amigo, dijo Taehyung y soltó un suspiro.

—Yo extraño ver a Seokjin, después de vencer al cancer, no he tenido tiempo de hablar con él...

Ambos se miraron y salieron del museo encontrándose con el monumento a Taehyung, uno de los pintores más importantes de Corea del Sur. Se sentaron en una de las bancas y miraron sus manos con los anillos de compromiso y de casamiento.

—Nunca me arrepentiré de haberle pedido a Seokjin las galletas de chispas de chocolate, no me arrepiento de haber llegado tarde esa vez al trabajo, jamás me arrepentire de amarte, mi Tata— Jungkook le sonrió a su esposo y este con lagrimas en los ojos le dio un beso en la mejilla.

—No me arrepiento de conocerte, no me arrepiento de haberte dado esas clases de pintura, tenía al amor de mi vida y lo tengo ahora...

Se miraron, sus rasgos habían cambiado un poco, Jungkook tenia su pelo canoso al igual que su esposo.

—A pesar de los años, jamás deje de amarte con todo mi corazón.— dijo Jungkook.

—¿Sabías que te amo?— preguntó el mayor.

—Lo supe desde el momento que te vi reír a mi lado, Tata.