Era irónico porque a pesar de que estaba consiente de que el tiempo pasaba, aún cuando aquí corriera seis horas atrás y que ya llevara con el mismo horario desde hace más de un mes; para mí, el tiempo trascurría demasiado lento, los días se habían vuelto tan perezosos que de cierta manera le habían quitado el sentido al calendario y a cada hoja que se desprendía de este.
El dolor no había disminuido para nada; lo que sí, es que yo ya me había acostumbrado a él. Para mí ya se había vuelto común tenerlo enterrado en mi corazón, sintiéndolo removerse como la hoja afilada de una daga. Ya me daba igual.
En Noche Buena estuve solo, haciéndole fotos a los copos de nieve que caían del cielo oscuro, me sentía patético. En Año Nuevo no fue distinto, la misma sensación de patetismo y fotografías tristes. Me comunicaba por Internet con Donghyuck, nada más con él, porque no quería relacionarme con nadie que hubiese cruzado más de una remota palabra con... bueno, con él.
Según Hyuck, las cosas con Mark iban de bien a mejor, por fin Mark había salido del cascarón de la timidez y le había pedido de la manera más hermosa posible que fuera su pareja. No fueron celos los que sentí, sino algo más parecido al dolor, a la envidia de saber que ellos podrían ser felices con la persona a quien querían mientras que yo había perdido todo lo que amaba.
Pero aquí seguía, tratando de ser fuerte y no caer. Y parecía que inútilmente, pues todas las sonrisas que yo daba no eran alegres y podía sentirlo, pero allí estaba, sonriéndole al mundo; ignorando los pensamientos que me traían de vuelta su imagen, esta convirtiéndose en recuerdos que me asfixiaban pero que a la vez me ayudaban a respirar.
—¿Qué crees que conseguí?— me dijo Chenle, animado y sonriendo con esa expresión de adolescente que se asomaba a su rostro cuando algo lo emocionaba.
Mi mente volvió al presente y lo miré esperando a que siguiera hablando.
—¡Vamos a hacer fotografías en la presentación que va a dar Thomas Blue para la obra de caridad del instituto Vidas!— me sujetó por los hombros pero no me sacudió, como era su costumbre.
—¿Y eso cuándo es?— inquirí tratando de entusiasmarme.
—¡El martes!— y fue entonces cuando me sacudió.
—¿Este martes?— abrí los ojos de par en par, captando en mi visión todo el rostro de Chenle. Hoy era domingo.
—¡Sí! ¿No es genial?— me volvió a sacudir.
—Supongo— traté de regalarle una sonrisa.
—Será genial— sonrió—. Mañana volveré a tu casa para ponernos de acuerdo. Ten una linda noche— me abrazó—. Adiós.
—Hasta mañana.
Me giré para caminar hasta mi casa y dormir e intentar tener la "linda noche" que Chenle había dicho, pero lo cierto es que todas mis noches eran aburridas y monótonas y, a veces, en sueños, me escuchaba nombrarle.
No era que la oportunidad de un trabajo bien remunerado no me entusiasmara, pero ya pocas cosas lo hacían. Era una oportunidad que cualquier otro fotógrafo hubiera deseado pero Chenle siempre estaba al pendiente de conseguir las mejores oportunidades para ambos. Buena paga y una experiencia maravillosa. Esta vez no era la excepción, se trataba de fotografiar a un artista en plena presentación. Era algo grande y al ir, al menos así, quizá olvidaría un poco toda mi pasada historia.
[...]
El día seis del primer mes hizo su aparición en el calendario, martes. Chenle había quedado en pasar a por mí para ir a la presentación de Thomas. Entre miles de suspiros, mis cosas quedaron guardadas para el trabajo. Me asomé por la ventana, el cielo estaba nublado y no tardaría en llover, volví a suspirar; a continuación miré hacía abajo, la camioneta gris de Chenle estaba estacionándose justo en ese momento. Bajé con mi mochila al hombro y salí a su encuentro, subí a la camioneta y la acción me trajo un recuerdo de una tarde en Venecia; con la pequeña diferencia de que esta vez no era a una feria hacia donde me dirigía, ni tampoco a mi lado estaba el amor de mi vida.
No tardamos mucho en llegar, la moderna camioneta de Chenle era rápida. Bajamos y al entrar al instituto nos dieron unas tarjetas de identificación. Traté de entusiasmarme pero mi trabajo ahora me parecía... triste.
Vi entrar a la gente y acomodarse entusiasmada en sus lugares asignados, la sala se iba llenando rápidamente de caras felices y rostros sonrientes, completamente distintos al mío. Tomé una foto de aquello tratando de ponerle un poco de alegría a mí trabajo.
Chenle se perdió entre el gentío, posiblemente había ido a hacer fotografías de las afueras del edificio. Cuando iba a dar inicio la presentación, después de las palabras de agradecimiento a las personas que había asistido por parte de la organizadora del evento beneficiario visualicé a Chenle del otro lado del salón, a la derecha del escenario, quien me sonrió. Le devolví la sonrisa y traté de parecer sincero pero, sabiendo que me era imposible, desvié mi vista de nuevo al escenario a la espera de que el artista diera comienzo a su presentación.
Cuando salió a la vista de todos, los aplausos y gritos de escucharon de todos lados, haciendo un estruendo ensordecedor. Hice otra foto al público y giré mi lente hasta Thomas, quien con su guitarra en mano se sentó en un pequeño banco de madera para empezar con lo que mejor sabía hacer, cantar. No estaba muy seguro de querer escuchar canciones románticas habiendo tenido la peor historia de amor del mundo...
Hice algunas fotografías más de él. Su cabello era ligeramente largo y quebrado y caía sobre su rostro, moviéndose cada vez que Thomas hacía algún movimiento para echar el flequillo hacía atrás.
Una, dos, tres, cuatro, cinco canciones tocó y cantó. Todas con una guitarra y algunas otras con piano. El primer instrumento me removía el fuero interno. Deseaba que pronto acabara, aquello sólo me hacía traer recuerdos a mi mente y cada recuerdo dolía más que el anterior.
—Esta es una nueva canción— dijo pegando su ya cansada voz al micrófono—. Espero que les guste— se acomodó en el piano y, tras posicionar sus dedos correctamente en las teclas, comenzó a tocarlas.
Apunté con mi cámara hacía él, conseguí una bonita fotografía. Retiré la cámara de mi rostro y dirigí la vista a la pantalla que pendía arriba del escenario. Lo que leí hizo que el corazón me dejara de latir por un segundo, fue como si el mundo hubiese parado de rotar y la gravedad no existiese por un corto momento.
Aquella pantalla pintaba la escena que yo estaba presenciando en vivo a sólo unos metros de distancia; pero debajo de las letras que publicaban el nombre de la canción, había el nombre de a quien pertenecía esa letra musical. Un nombre que había estado pronunciando en sueños por varias noches y que mi corazón susurraba en silenciosos latidos.
Lee Jeno.
Me acabo de enterar de que mañana tengo examen de fundamentos del arte, je. Me quiero matar 🤡
Anyways, disfrutad del capítulo mientras yo lloro por lo tonta que soy :)
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Manual de lo prohibido {Norenmin}
FanfictionFalso y pérfido eran sinónimos de mi nombre. De todos los papeles que pude protagonizar, era dueño del único que cualquier otra persona en mi situación rechazaría. Lo peor era que esta no era una obra de teatro, cuyo objetivo es sólo representar, ac...