Tomé el pequeño vaso entre mis dedos y al alzarlo lo miré con repugnancia y asco para seguidamente cerrar los ojos y dirigirlo a mi boca ocasionando que el olor me hiciera cosquillas en la nariz y que el líquido bajara por mi garganta, raspándola simultáneamente. Bebí todo el líquido de golpe y la garganta me ardió como si tuviera una flama viva dentro. Abrí la boca e inhalé profundo, tratando de que el aire fresco entrara y aplacara el fuego. Una fuerte punzada de dolor acribilló el lado izquierdo de mi cráneo y una que otra neurona explotó. Entonces sentí el licor tocar mi estómago y cómo este se revolvió dos segundos después; una presión allí dentro hizo que casi devolviera lo que había tomado. Cerré los ojos con fuerza y me llevé las manos a la boca, sólo por si acaso.
—¿Estás bien?— preguntó Yangyang desde detrás de la barra.
Conseguí que el fuego en mi garganta se calmara un poco cuando volví a abrir la boca para inhalar aire y luego abrí los ojos y lo miré.
Me observaba preocupado mientras limpiaba un tarro de cerveza con un trapo.
Jeno aún seguía presente en mi mente y el dolor era aun perceptible.
—Sí— contesté con la voz repentinamente ronca—. Sírveme otro— ordené.
—¿Seguro?— preguntó un poco receloso.
—Sírvemelo— dije tajante.
Él se arremangó una de las mangas de su camisa y alzó las cejas con expresión escandalizada. Sin embargo, tomó el pequeño vasito y vació en él el licor amarillento. Me acercó el vaso lleno de nuevo y observé el cristal y su contenido. Me preguntaba cuántos vasos más de estos iba a necesitar para perder la conciencia o si era preferible pedir que me llenaran el tarro.
Lo tomé de nuevo y lo acerqué a mis labios. Cerré los ojos y dejé caer parte del licor en mi garganta, que de nuevo ardió en llamas despiadadamente consumidoras. Sin dejar que estas se aplacaran me eché otro trago a la boca con la diferencia de que este lo mantuve allí, repentinamente temeroso de hacerlo pasar. El nombre de Jeno golpeteó junto a la punzada de mi cabeza y me obligué a tragarlo. Las llamas tomaron una nueva fuerza pero ahora el ardor, pese a seguir siendo doloroso, se volvió algo placentero. Y la última parte del trago pasó por mi garganta con menos dificultad. La punzada se expandió hacía el otro extremo de mi cabeza y se convirtió en un dolor agudo.
Cuando abrí los ojos el moreno detrás de la barra me miraba entre intrigado y preocupado.
—Otro— ordené con aquella voz ronca que salía de entre las llamas de mi garganta.
Vaso tras vaso, el licor seguía acumulándose el incendio en mi garganta hasta en que comencé a sentir que las personas a mí alrededor se movían más de lo normal. Estaba seguro de que en este momento mi cerebro tenía menos neuronas que hace unos minutos. Por otra parte, el dolor había desparecido, o quizás se había vuelto tan grande que ya no lo sentía.
—¿Estás tú bien?— inquirió de nuevo Yangyang.
—¿Yo? ¡Estoy bien...!— mi voz se arrastraba como si me hubiesen inyectado una gran dosis de anestesia en la legua.
—Claro. Eemm... permíteme— se alejó hasta el otro extremo de la barra y tomó el teléfono.
No le di importancia y desvié la mirada; en realidad había dejado de darle importancia a todo desde hacía un buen rato. El alcohol había hecho que las pocas neuronas que me quedaban en la cabeza estallaran a la vez y desaparecieran.
Me llevé ambas manos a la cabeza a la par que apoyaba ambos codos sobre la barra. Sentía la música meterse en mis oídos y vagabundear por el vacío en mi cabeza; allí no había cerebro, neuronas o mente para formular pensamiento alguno; no había nada, excepto una cosa. El nombre de Jeno rebotaba de un lado a otro como una pelota de ping-pong en un juego.
Estaba sudando, de repente el calor se agolpó en mi cuerpo y gotas de sudor perlaron mi frente, empecé a sentir que me asfixiaba. Me quise levantar para ir al baño y al intentar enderezarme me desequilibré totalmente, el suelo bailó bajo mis pies y me tambaleé un par de veces antes de conseguir sostenerme de la barra. No sólo el suelo se movía, sino también las paredes bailaban y se volvían borrosas.
Trastabillé hasta llegar al baño y con paso torpe me acerqué al lavamanos para mirarme en el espejo. Mi rostro estaba perlado por el sudor, tenía la nariz con un matiz rojizo y unos cuantos cabellos más despeinados que de costumbre. Abrí la llave del agua, estaba fría. Hice una cuna con mis manos para sostenerla allí y, cuando logré acumular suficiente, me la eché en la cara. Cerré la llave mientras mi rostro se encontraba goteando sobre el blanco mármol del lavamanos. Me miré de nuevo al espejo y después tomé una toallita desechable para secarme la cara. El rostro que veía me parecía desconocido pero al mismo tiempo lo sentía mío.
Deseaba que la capacidad de mover mis piernas hubiese vuelo a su estado normal pero al intentar dar un paso me tambaleé igual que la primera vez; mis músculos seguían igual de torpes.
Apoyándome en la pared durante todo el camino, logré salir de nuevo hacía el exterior donde la gente aún me mareaba. Sin embargo, entre todas esas siluetas borrosas había una que reconocería aunque estuviera debajo del agua o en una atmósfera llena de niebla. ¿Qué hacía Jeno allí?
Lo fulminé con la mirada frunciéndole el ceño pero al parecer él no se dio cuenta, estaba buscando a alguien. Sus ojos iban de aquí para allá examinando cada rostro y su cabeza se levantaba por encima de los demás queriendo encontrar a ese alguien. ¿A quién estaría buscando? ¿Justo aquí? ¿En el mismo lugar en el que yo estaba?
Me tambaleé de nuevo hasta la barra, en donde había dejado mi sudadera, y traté de ignorar todos los perturbantes sentimientos que me embargaron al ver a Jeno allí.
—¡Hey! ¡Tú!— llamé a Yangyang y rebusqué entre mi bolsillo mi cartera para pagar la cuenta. El joven se acercó— ¿Cuánto es?— el tono m que salía de mi boca me era desconocido.
—Eemm...— murmuró.
—¿Me los vas a regalar?— pregunté riendo.
—¡Renjun! ¡¿Qué demonios...?!— la melodiosa voz de Jeno llegó hasta mis oídos por encima de todo el ruido. Se acercó y me miró con los ojos abiertos de par en par.
—¿Tú?— le miré— ¿Qué haces aquí?— hice ademán de levantarme de la silla con un solo movimiento sobrio pero fracasé de inmediato y tuve que sostenerme de la barra.
Y este es el último capítulo de disculpas por irme por tanto tiempo💗
Recordad beber y descansar🧡
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Manual de lo prohibido {Norenmin}
FanfictionFalso y pérfido eran sinónimos de mi nombre. De todos los papeles que pude protagonizar, era dueño del único que cualquier otra persona en mi situación rechazaría. Lo peor era que esta no era una obra de teatro, cuyo objetivo es sólo representar, ac...