Capitolo 20

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Pese a haber preguntado, parecía apenado por el simple hecho de haberlo hecho. La fierecilla, en cambio, se emocionó al oír la pregunta que esperaba. "Dile que sí, dile que sí" me decía, pero la ignoré mandándola al rincón de donde había salido.

— Mark es... un gran chico. Pero...

— Tú le gustas— me interrumpió.

— No creo gustarle más que Donghyuck. Y la respuesta es... que quizá me agrade un poco, pero me quedo como su amigo.

— Eres sincero— esbozó una delicada sonrisita—. Y, quiero conocer a ese chico, Donghyuck. Me hablas de él y no sé siquiera quien es.

Me reí.

— Es el chico del laboratorio de fotografía de los Lee. Un día te llevaré.

— ¿Prometido?

— Prometido— reí—. Siguiente pregunta.

— ¿Qué te contó Jisung el otro día?

— ¡Tramposo!— negué con la cabeza riendo— No te voy a decir, no seas curioso, Lee—. Me miró y enarcó una ceja—. Perdón, Jeno—. Sonrió—. Y no te diré.

— ¿Tiene algo que ver conmigo?

— Eemm... contigo, conmigo, con Mark, con todos— divagué saliéndome por la tangente—. Última pregunta.

— ¿Ya es la última?

— Así es, curioso— asentí.

— Está bien. Bueno, tú conoces a Jaemin mejor que nadie, y me conoces bastante también a mí, ¿cierto?— asentí— Bien, ¿crees realmente que Jaemin y yo...? No, ya sé, ¿crees que Jaemin es lo mejor para mí y yo para él?

Abrí los ojos de par en par, ¿qué? ¿Ahora dudaba? ¿Y me preguntaba a mí?

— Bueno, mira— balbuceé y me humedecí los labios, repentinamente secos— No se trata de lo que yo opine o lo que la gente diga; aunque tú los has oído, dicen que ustedes son la pareja perfecta; pero te repito, los comentarios de la gente no importan, lo que verdaderamente importa es lo que tú y él sienten. Si lo amas, y él a ti, ¿qué importan los demás?

Tenía la mirada baja al igual que la cabeza que ligeramente se inclinaba hacia abajo.

— Sí, supongo que tienes razón. Gracias— musitó.

— Cuando quieras, Jeno.

Levantó la mirada de pronto e hizo que me corriera hacía atrás por el repentino movimiento.

— Tengo que irme, pídele disculpas a Jaemin de mi parte, ¿sí?— se levantó del sofá y caminó hasta la puerta.

— ¿Por qué te vas?— inquirí desorientado aún sentado sobre el sillón.

— Las preguntas se acabaron— sonrió—. Hasta mañana, Renjun— salió por la puerta.

Dejó la habitación vacía y a mí en ella. Cuando lo capté, pude distinguir también un fiero deseo de mantener su presencia aún allí, conmigo.

Giré sobre mi asiento y miré la rosa sobre la mesa, suspiré. Salí disparado a mi habitación y rebusqué en el cajón inferior de mi buró aquellas fotos con el rostro de ángel. Me quedé sentado en el suelo de la habitación, recargado en uno de los lados de mi cama, mirando lo que tenía en las manos. ¿Qué era eso que sentía en mi estómago? ¿Por qué el corazón se me aceleraba cuando no debía? ¿Por qué... sentía que Jeno me gustaba? Sin duda era sumamente atractivo y sensacional.

Estar a su lado era como no querer que el tiempo avanzara, querer detener las manecillas del reloj y que giraran en sentido contrario. Su mirada angelical era como una fábrica de luces para Navidad. Me hace sentir muy bien con la sonrisa que se posa en su rostro, me llena de algo que es inexplicable. Él, de alguna forma, me hace recordar lo que es sentir, saber que yo existo.

Lee, Nono, Jeno, como sea; el nombre es lo de menos, porque ahora me invadía una angustia palpable que me comenzó a cortar la respiración y hacía que las manos desprendieran sudor frío.

No. Yo podía fijarme en cualquier chico que quisiese. Excepto en uno. Arrojé las fotografías dejándolas desparpajadas por todo el interior del cajón y lo cerré abruptamente. Yo no podía fijarme en Jeno.

— ¡Renjunnie!— oí la voz de Jaemin a lo lejos, junto a la puerta de entrada que apenas había cerrado para introducirse al departamento y como impulsado me levanté del piso y salí de mi habitación. Miré a Jaemin.

— Hola— musité.

— ¿Dónde está Jeno?— preguntó dejando su mochila sobre el sofá.

— Se fue.

— ¿Cómo? ¿Vino y se fue?

— Sí— me encogí de hombros—. Me dijo que te pidiese disculpas de su parte, que tenía que irse— tragué saliva escandalosamente.

— ¿Estás bien?

— ¿Yo? Claro, ¿por qué no he de estarlo?— farfullé queriendo sonreír.

— No sé, te conozco y pareces nervioso.

— ¿Nervioso? ¿Yo?— reí— No, para nada.

— Renjun— me miró con esos grandes ojos negros que me acusaban conjeturadores— Ay, ¿sabes qué? Olvídalo— manoteó restándole importancia al asunto— Vengo muy cansado hoy— bostezó y luego miró hacía la mesita de centro—. ¿Y esa rosa?

Abrí los ojos como platos.

— Eh... emm...— tartamudeé.

— ¿Te la dió Mark?— especuló con el rostro ansioso.

— Jeno— solté.

— ¿Te la dio Jeno?— su ceño se frunció y la voz se le bañó radicalmente de un matiz de confusión.

Madre mía. ¿Qué le decía ahora? Evidentemente no le podía decir que su novio me había dado una rosa, eso solo haría que Jaemin comenzase a especular cosas erróneas y definitivamente esa no era la mejor opción. Por otro lado, la fierecilla dentro de mí me gritaba que le dijese la verdad, que el propietario de esa rosa éramos nosotros y nos pertenecía.

Jeno nos había dado esa rosa a nosotros, no a Jaemin.







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Manual de lo prohibido   {Norenmin}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora