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— Bueno, ¿y qué quieres que haga? Jisung se ha vuelto un amigo excelente y Mark es una persona grandiosa. A Donghyuck lo conozco porque trabaja en el laboratorio de fotografía y es un chico sensacional. Así estoy bien, no necesito tener tantas personas en una vida que pronto dejaré. No voy a quedarme a vivir en Venecia para siempre— dije.
— Ya lo sé, Renjun. Lo que trato de decir es que disfruta el tiempo que estés aquí.
— Eso hago, créeme.
— Pero...
— ¡Tu pizza está lista!- canté al oír el pitido del horno—. Me voy a dormir, te quiero, buenas noches— le lancé un beso y me fui a paso apresurado a mi habitación.
[...]
Me sentía culpable, porque la verdad era que no me entusiasmaba tanto la idea de pasar el día con Jaemin, al menos no si lo veía de la perspectiva de que no vería a Jeno, o mejor dicho, de que no estaría yo solo con él. Me revolqué entre las sábanas de mi cama hasta que la apenas cálida luz del sol me llegó a los ojos.
— Bestia— los golpes en la puerta no eran muy intensos, pero sí molestos.
— Ya estoy despierto— farfullé.
Salí de mi habitación y miré a Jaemin sonreírme.
Me sentí mal de nuevo.
— ¿Cuáles son los planes de hoy?— pregunté totalmente desganado.
— Conseguir un traje elegante para mi y uno para ti— me dijo.
— ¿Elegante? ¿Traje? ¿Qué celebramos?— inquirí confundido.
— El próximo domingo es el cumpleaños del señor Vittore y ya sabes cómo son todas esas personas— puso los ojos en blanco—. Gastan hasta el último centavo para darle lujo al ambiente.
— ¿El señor Vittore?— traté de pronunciar el apellido con el acento que Jaemin había utilizado.
— Sí, el dueño del Hospital, Roberto Vittore— explicó.
— Oh... ¿y...?
— Estamos invitados— sonrió ampliamente.
— ¿Invitados?
— Sí. Tú, Jeno y yo. Quien por cierto ya debería estar aquí— divagó mirando el reloj de su muñeca.
— ¿Jeno? ¿Nos acompañará?— hice un mohín.
— Claro, ¿sino quién nos dirá que nos vemos bien con la ropa que eligamos?— bromeó.
— Pero Jeno es... hombre y es alguien dominante. Sabes que no les gusta eso— intenté encontrar una excusa creíble para que Jeno no fuera, yo no debía siquiera estar cerca de él.
— Pero es mi Jeno— eso dolió—. Él está dispuesto a acompañarnos.
Entonces el timbre sonó. El corazón me latió ansioso, presuroso y... angustiado.
Jaemin corrió animoso hasta la puerta y yo me quedé parado allí, con ganas de correr en dirección opuesta. Después de la pequeña discusión que tuvimos ayer no sabía qué sentir. Pero entonces Jaemin abrió la puerta y la luz apareció en mis ojos. Allí estaba él, tan deslumbrante como siempre, usando una camisa a rayas en color negro y blanco, desabotonada, y un jeans de un tono oscuro, entre gris, negro y color blanco ajustado a sus despampanantes piernas. Hizo que el mundo se me volteara en un segundo cuando me miró.
— ¡Amor!— dijo Jaemin sin duda feliz. Pero esta vez en lugar de darle un beso en los labios, se lo dió en la mejilla.
Agradecí aquello, aunque la fierecilla igual se sintió celosa.
— Hola— musitó Jeno.
La saludé con la mano.
— Ve a cambiarte, Renjun— sólo entonces caí en la cuenta de que estaba en pijama, de nuevo—. Nos espera un largo día.
Sonreí y sin decir nada me fui a mi habitación, haciendo un mohín mental por el adjetivo que Jaemin acababa de usar para calificar al día... largo.
Me puse una camisa negra y un sueter blanco, combinándolo con unos jeans en tono gris y dejé mi cabello alborotado, luego salí al encuentro con ambos.
— ¿Listo?— preguntó Jaemin.
Asentí. Era raro, como si me hubieran quitado la voz, pero lo cierto es que me sentía realmente incómodo al recordar la discusión de ayer. Y al parecer no era el único, Jeno tampoco hablaba mucho.
Nos fuimos en su Hybrid negro, Jaemin en el asiento del copiloto, claro, y yo acurrucado atrás, mirando a través de la ventana polarizada. Recordé cuando íbamos solos los dos, yo en lugar de Jaemin, y deseé fervientemente que ahora mismo Jaemin se borrara de la escena. Al instante me sentí mal, traicionero. Suspiré, empañando el cristal negro.
— Renjun, ¿tienes alguna idea para el traje?— me preguntó Jaemin.
— ¿Ah?— musité encerrando mis pensamientos en algún cajón de mi mente.
— Sí, algún color que tengas ya en mente— me miró.
— Oh, bueno... no, en realidad, tal vez sólo negro— me encogí de hombros.
— ¡Yo sí!— anunció— Creo que escogeré uno en tono tinto— me dijo, pero luego miró a Jeno— ¿Te gustaría?— le preguntó.
— Te verías hermoso con ese color— respondió.
Algo me picó cerca del pecho, como si una aguja se me enterrara en el corazón: me giré de nuevo a mirar hacía la ventana, tratando de ignorar la situación.
Jeno condujo hasta una calle que estaba repleta de tiendas de vestidos de gala, como si fuera alguna calle de Nueva York, así me pareció.
Al bajar, Jaemin me tomó de la mano y me hizo apresurar el paso, emocionado; mientras que Jeno nos seguía detrás.
Entramos a una tienda que en sus vitrinas exhibía tres preciosos trajes en maniquís blancos y sin cabeza. Al instante, la calefacción del lugar me abrigó el cuerpo, ya que fuera hacía frío.
— ¡Mira esa ropa, Renjun!— Jaemin señaló hacía su derecha, mostrándome tres trajes en tono negro.
— Buenos días, ¿puedo ayudarles en algo?— preguntó una señora amable, que tenía el cabello color caoba acomodado en un peinado de estética, con un acento italiano apenas reconocible.
— Sí, estamos buscando trajes para una fiesta elegante— dijo Jaemin y luego le sonrió.
— ¿De noche?
— Sí.
— Síganme— dijo ella y caminó más al fondo de la tienda.
Jaemin me hizo señas de que lo siguiera y luego volvió a girarse para seguir a la señora. Apenas iba a dar el primer paso, una mano me ató del antebrazo, con fuerza pero sin causarme daño alguno. No hizo falta que me girara para comprobar que era Jeno, conocía sus manos muy bien.
El sólo contacto de su mano con mi brazo hizo arder mi piel. Me giré a mirarle, esperando algo parecido al extraño comportamiento de ayer, pero su mirada era distinta, era como siempre había sido, tierna, inspiradora, brillante.
— ¿Podemos hablar un minuto?— pidió. Su voz de terciopelo acarició mis oídos.
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Manual de lo prohibido {Norenmin}
FanfictionFalso y pérfido eran sinónimos de mi nombre. De todos los papeles que pude protagonizar, era dueño del único que cualquier otra persona en mi situación rechazaría. Lo peor era que esta no era una obra de teatro, cuyo objetivo es sólo representar, ac...