Capitolo 54

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Me dediqué a escuchar la canción, había algo que me llamaba la atención como la primera vez. Algo en aquellas palabras que salían de la boca de Thomas decían mi nombre.

Me quedé quieto, mudo. Todos mis sentidos se centraban ahora en aquella melodía, en la letra, en pensar que... que él la había escrito pensando en... mí.

Las piernas me temblaron y me sentí débil. Eran las palabras del hombre que yo amaba, eran los sentimientos que yo jamás había reconocido. Pero... ¿y si no era como yo creía? ¿Y si aquella canción no hablaba de mí, sino de Jaemin ?

Los pensamientos comenzaron a chocar entre sí en mi cabeza, provocando un completo caos en ella. La frase "Eres lo mejor de mí" era bastante clara, había utilizado la misma aquella vez que había escrito esa canción y estaba seguro que esa hablaba de mí; pero ahora las dudas comenzaron a atormentarme cruelmente. ¿Estaría él pensando en mí? ¿Me extrañaría? ¿Me amaba? Deseé llevarme las manos a la cabeza para intentar acallar las voces en mi mente pero sólo me limité a quedarme inmóvil.

Había algo en esa canción que gritaba mi nombre, estaba seguro, pero no quería parecer tonto y hacerme absurdas ilusiones aún teniendo el corazón roto y un dolor abismal en mi pecho. Sentí mis ojos humedecerse, al menos esa canción me describía también.

Deseaba tener la respuesta, tener alguna especie de poder o magia que me mostrara lo que yo quería saber. Me sentí como si aún viviera en Venecia, como si él estuviera aún a mi lado.

La cabeza comenzó a darme vueltas, la razón pidiéndome que dejase de escuchar la canción y me fuese lejos, pero el corazón, batiendo adolorido contra mi pecho, me rogaba que lo dejara seguir allí, que aún sintiendo dolor, le gustaban los recuerdos.

Yo no sabía a quién obedecer, ambos eran tan fuertes y yo tan débil. Sin embargo, en ese instante hubo algo que se removió dentro de mí. La fierecilla que llegué a pensar que ya no existía se movía con cautela en mi interior, escuchando atenta cada palabra en esa canción, y yo ya no pude luchar contra ella, no sabiendo que se había vuelto igual de vulnerable como yo. Ese era el principal problema, ambos lo éramos y ninguno de los dos teníamos la fuerza suficiente para ganarle al otro.

Simplemente me quedé allí, escuchando, inmóvil, hasta que sentí que una lágrima cayó por mi ojo y resbaló por mi mejilla.

Al menos me alegraba una cosa, su sueño se había cumplido; sus canciones habían sido tocadas por un artista; al menos él era feliz, ¿no? Aún cuando la canción sonaba triste, pues al fin y al cabo sólo era una canción, escrita ya hace tiempo, estaba seguro. De pronto me picó la curiosidad. ¿Dónde estará él? ¿Y Jaemin? ¿Seguirán juntos? No pude evitar dejar escapar otro par de lágrimas.

Aquella canción era lo único que me hablaba de Jeno y no estaba seguro de qué me decía exactamente.

No supe a qué hora llegó Chenle y se situó a mi lado. Me miró.

—¿Cuántas fotos has hecho?—no respondí. Entonces me miró con más atención y notó el rastro húmedo que habían dejado las lágrimas—. ¿Qué te pasa?— inquirió visiblemente preocupado.

—Es su canción— musité sin apartar la vista del artista sobre el escenario.

—¿Su canción?— repitió sin comprender.

Desde el día en que llegué y le conté a Chenle todo no había mencionado nada relativo a la historia de Jeno y Jaemin, pese a la llevarla conmigo día y noche, impregnada en mi piel, y no consiguiese que saliese de mi cabeza.

—Él escribe canciones— farfullé—. Es compositor— aclaré— y esa es su canción.

—¿Se la escuchaste tocar alguna vez?— ¿Acaso Chenle creía que no era verdad?

Manual de lo prohibido   {Norenmin}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora