Capitolo 38

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—¿A dónde va?— le pregunté perdiendo de vista a Jaemin.

Se encogió de hombros.

—Con su jefe, no sé— dijo como si nada—. ¿Quieres algo de beber?— me miró.

—Sí, claro— le sonreí tímido.

No sabía si quedarme con él a solas era buena idea después de lo que acababa de pasar. No, sin duda no lo era.

—Está bien, puedes sentarte allí— me señaló una mesa con sillas disponibles—. Yo te la llevo.

—Gracias— me di la media vuelta, pero luego me giré de nuevo—. ¡Jeno!— lo llamé— Sin...

—Alcohol, lo sé— sonrió y se perdió entre la multitud con tremenda elegancia.

Suspiré y me fui a donde él me había dicho. Me senté un poco cohibido por lo que me quité el saco, pues la temperatura interior era mucho más cálida que la de afuera. Miré a Jeno en la barra y al instante desvié la vista. Podía sentir el amor que le tenía creciendo dentro de mí, como si fuese la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.

Volví a mirarle sin poder evitarlo. Él era tan bello, tan elegante, tan perfecto. Frustrado aparté la mirada de nuevo, recordando lo que había sucedido hacía unos minutos. Aquello debía de tener una explicación lógica, él no podía sentir lo mismo que yo, ¿verdad?

Volví a posar mis ojos en su figura, dándome cuenta de que cualquier esfuerzo por no mirarlo se convertía en un fracaso inmediato; era como si me tapara los ojos con las manos pero alcanzara a ver a través del espacio entre los dedos. Suspiré y obligué a mi vista a posarse en otra cosa.

Divisé a mi izquierda cómo las parejas danzaban un vals con la música del piano y me perdí por un momento en su delicado baile.

—Aquí tienes— la voz de Jeno me hizo volver y mirarle, una vez más. Me ofrecía una copa con algún líquido verdoso y trasparente.

Lo tomé y lo revisé, vacilante.

—Es agua de limón— rió—. Sin alcohol.

—Gracias— dije aliviado para seguidamente darle un sorbo.

—¿Quieres bailar?— su voz aterciopelada chispeaba de entusiasmo.

—Eem... pero, ¿y Jaemin?— balbucé.

—Nos dejó aquí— se encogió de hombros—. Vamos a divertirnos, ven— me tendió la mano y parecía que aquella piel blanca de su palma me invitara a que la acariciara.

La tomé aún sabiendo perfectamente que no debería de haberlo hecho. Me levantó de mi asiento y sin soltar mi mano me condujo hasta donde estaban las parejas bailando. En ese momento me sentí como cenicienta cuando el príncipe la divisa entre la multitud, la toma de la mano y luego la lleva a la pista de baile, mientras todos miraban absortos. Me reí ante tal comparación porque nadie nos prestaba la más mínima atención.

Paró a mitad de la pista y colocó su otra mano en mi cintura a la par que yo ponía la mía en su espalda. Apretó más la mano que me sujetaba y comenzamos a movernos con delicadeza por la pista. Podía ver mi reflejo en sus bellos ojos marrones junto a ese brillo tan propio en ellos. Me sonrió haciendo que en mi interior el corazón me golpeteara contra el pecho de forma estruendosa. Jamás había bailado una música a piano pero ahora era como estar en mi propio cuento de hadas.

Recosté la cabeza en su hombro y mi mejilla rozó la tela de su traje mientras que mi nariz se deleitaba con su fragancia tan única y viril. Sentí su cabeza apegarse a la mía y su respiración movía por encima mis cabellos mientras seguíamos bailando. Este momento era perfecto, aunque no debiera ser mío; sino de Jaemin.

El pensamiento me estrujó el corazón y me hizo soltar un quejido con disimulo. Levanté mi cara y miré a Jeno, quien también me miraba con una sonrisa fugaz que parecía divertida. Su brazo me atrajo más hacía él mientras seguíamos girando bajo el brillo de las luces, dejándonos llevar por la suave melodía del piano.

No pude evitar perderme en sus ojos debido a la distancia a la que nos encontrábamos ahora. Sin embargo, quise ignorar el molesto latir ruidoso de mi corazón y concentrarme sólo en lo que estaba haciendo. Un simple baile, nada más, eso tenía que significar para mí.

Su respiración rozaba en parte de mi mejilla y el cálido tacto de su mano en mi cintura parecía una caricia; aquello me hizo recordar lo de hace unas horas. Aun si quisiera alejarme, no podía; sencillamente porque no tenía la voluntad suficiente para hacerlo.

¿Y... y si lo beso?

No, no, no, no puedo pensar en esas cosas. Vamos, Huang Renjun, ¡es el novio de Jaemin!. Volví a poner mi cabeza sobre su hombro, pues mirarle tan de cerca desataba los pensamientos más ilógicos en mi mente. Me perdí de nuevo en esa fragancia tan propia de el y cerré los ojos deseando trasportarme a otro lugar. Los mantuve cerrados por unos minutos mientras mis pies seguían moviéndose a la par que los suyos bajo el dosel de luces.

Mis labios se convirtieron en una sonrisa cuando sentí una vez más que su cabeza se apoyaba en la mía y abrí los ojos lentamente. Fue entonces que a lo lejos divisé el rostro de Jaemin aparecido entre la multitud y su vista absorta posada en nosotros dos.

Él notó que lo miré y sus labios se tensaron en una sonrisa, pero lo conocía tanto que sabía que detrás de aquella mueca de labios había algo más. Me quedé quieto, como si hubiera visto un fantasma. Y luego Jaemin caminó entre el tumulto de gente hasta perderse.

Jeno se percató de la tensión en mi cuerpo y detuvo sus movimientos.

—¿Ocurre algo?

—No— musité—. Ahora vengo— me deshice de sus brazos y corrí a buscar a mi amigo.

Qué tonto había sido, ¿cómo se me ocurre a mí estar con su novio enfrente de él? Estaba abusando de mi suerte. Me abrí paso entre la gente, desesperado por encontrarlo, hasta que lo divisé afuera, mirando hacia el cielo. Maldición, lo había lastimado, y ahora mi corazón latía angustiado.










Mañana subiré los otros dos, ahora me voy a dormir💖💖

Manual de lo prohibido   {Norenmin}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora