Capítulo XX

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Killua se sentó rígidamente en la silla que le indicó el mayor y lo miró mientas éste ponía agua a hervir y buscaba dos tazas dentro de un gabinete. Por alguna razón Kurapika le parecía  familiar, como si se hubieran conocido antes, pero descartó el pensamiento diciéndose que estaba confundido por la amabilidad con que lo trataba.

Sin decir palabra el rubio dejó ambas tazas en la pequeña mesa que había frente a él, y preparó todo para cuando el agua hirviera. Incluso puso unos pastelillos pequeños y rosados en medio, y Killua no pudo evitar que su estómago rugiera al instante.

—Lo siento... —masculló avergonzado. 

Pero Kurapika solo lo miró como si nada hubiera pasado.

—Toma los que quieras, no soy muy bueno con los dulces así que si quieres puedes comerlos todos. 

Killua quería tomar uno, pero se sentía patético y su orgullo era demasiado, así que se resistió con todas sus fuerzas.

—Vuelvo enseguida —le dijo Kurapika con una pequeña sonrisa, y salió de la enfermería. 

El chico se quedó allí, sentado y mirando anhelante los pastelillos mientras el silencio de la habitación desierta lo abrumaba.

—Maldición... —Sin detenerse a pensarlo tomó uno de los pasteles y se lo llevó a la boca saboreándolo lentamente; sabía a gloria. 

Estaba tan hambriento y los pasteles estaban tan buenos que no se resistió y tomó uno tras otro, hasta que solo quedaron cuatro sobre el plato. Cuando se dio cuenta se arrepintió por lo que había hecho, pero la puerta se abrió en ese momento sin dejarle pensar en alguna excusa.

Kurapika entró y puso una bolsa sobre la mesa despreocupadamente.

—Lo siento pero aún no he comido mi almuerzo, ¿te importaría acompañarme? Solo es un sándwich, pero no me gusta comer solo, ¿está bien por ti?

Killua asintió con una sonrisa tensa, y tomó el sándwich que el rubio le alcanzaba, sintiendo que sería descortés rechazarlo.

—Gracias... —murmuró incómodo.

Comieron en silencio y cuando Kurapika vió que Killua había acabado, sonrió amablemente y apoyó los brazos sobre la mesa.

—Bien, ¿tienes algo que decirme?

El chico lo miró un momento, suspirando resignado.

—No es que quisiera escapar...tenía que hacerlo.

Kurapika guardó silencio, y dirigiéndole una mirada comprensiva, volvió a preguntar. 

—¿Ibas a ver a alguien?

Killua se sorprendió por la perspicacia del rubio, así que solo asintió con la cabeza sin mirarlo a los ojos.

—¿Por qué no puedes ir al acabar las clases?

—Mi familia... —masculló a duras penas.

No quería revelar nada. No quería hacerlo, pero al mismo tiempo las preguntas sin malicia de Kurapika lo hicieron bajar la guardia, y todos los pensamientos y sentimientos confusos empezaron a aflorar, desbordándose como un río. Si no tenía cuidado...

—Ya veo. La última vez que estuviste aquí me dí cuenta de... de que tu familia es muy estricta.

—Algo así...

—Esa persona, ¿De verdad necesitas verla?

—...sí.

—Bien. No te preocupes, te llevaré ahí. 

La Luz de tus Ojos - Gonkillu AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora