Capítulo XXXV

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La luz que entraba por la ventana le daba de lleno en el rostro, y Gon se movió inquieto. Trató de cubrirse con las manos, pero algo se lo impidió. Abrió los ojos perezosamente, y de inmediato advirtió la esponjosa cabellera blanca que brillaba con la luz del sol de la mañana.
Una oleada de felicidad lo llenó por completo al darse cuenta de quién era el que estaba junto a él, y recordar que desde ahora vivirían juntos.

El calor del cuerpo de Killua lo hacía sentir tan feliz, como si estuviera al fin en el lugar en donde debía estar. El chico había pasado toda la noche aferrado a él, acurrucado en su pecho, así que ninguno de los dos se había movido. Gon comenzó a acariciar su espalda, y se percató de que podía sentir cada uno de sus huesos sin mayor esfuerzo.

«Yo cuidaré a Killua ahora...» pensó para consolarse.

Decidió prepararle un gran desayuno, y aunque no quería levantarse y alejarse de él, creyó que era lo mejor: con toda su fuerza de voluntad tomó con cuidado las manos de Killua que estaban aferradas a su pijama, y las soltó poco a poco.
El albino se quejó con un pequeño gruñido, pero no abrió los ojos.
Gon sonrió aliviado.

Lentamente se levantó de la cama, sin despegar los ojos de su rostro dormido, y cuando lo logró, soltó un gran suspiro. Apenas podía creer que Killua estuviera ahí, con él, durmiendo en la cama que habían compartido.

Tomó su celular para mirar la hora: las 12:16 PM, y se dirigió hacia la cocina, cerrando la puerta con cuidado tras de sí. Sin duda habían dormido demasiado, pero era de esperarse por el agitado día que habían tenido, así que no importaba. Estaba feliz. Y le demostraría a Killua qué tan buen cocinero podía ser.

Unos 40 minutos más tarde, Gon se asomaba por la puerta de la habitación, comprobando si el albino había despertado, pero seguía acurrucado en la misma posición de antes.
Ya era la una de la tarde, y el moreno se preguntó si era normal dormir por tanto tiempo, pero decidió esperar un poco más por si acaso.

Media hora más tarde volvía a entrar en la habitación; tenía la corazonada de que algo no estaba bien.

Se acercó con cuidado a la cama y se inclinó para mirar el rostro de Killua. Parecía estar bien, aunque algo sonrojado. Lentamente acercó su mano, y le tocó la mejilla: estaba ardiendo.

—Mierda... —masculló asustado— ¿Killua? —llamó con voz suave, pero este no se movió— ¡Killua!

El chico se movió y abrió apenas los ojos, aturdido.

—¿Dónde...? —musitó, mientras Gon se tranquilizaba un poco.

—Estás en nuestro departamento... ¿Lo recuerdas? Ayer...

Killua fijó sus ojos brillantes y adormecidos en él por un momento, para luego mirar alrededor, mientras el moreno podía ver cómo iba dándose cuenta de la situación poco a poco.

—Ah... ¿Qué hora es...? —preguntó mientras trataba de sentarse, fallando en el intento y mirando confundido al moreno, que alarmado lo había sostenido por los hombros para ayudarlo a levantarse.

—Esto es malo... —murmuró sin querer, y Killua lo miró asustado.

—¿Qu-qué sucede?

—Creo que tienes fiebre Killua.

El tono de preocupación en la voz del moreno lo hizo dudar un momento, pero casi de inmediato soltó un suspiro de alivio.

—No me asustes así... —se quejó mientras llevaba una mano a sus ojos para cubrirse del sol, y se dejaba caer sobre la cama—. Pensé que pasaba algo grave.

—¡Claro que es grave! ¡Estás enfermo Killua!

—Hey, estoy bien —sonrió tratando de lucir como siempre, pero Gon notaba los leves cambios en su comportamiento—. No es como si fuera la primera vez que tengo fiebre. No es nada. Aún podemos salir y...

La Luz de tus Ojos - Gonkillu AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora