Capítulo XL

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A eso de las 4 de la tarde sonó la última campana del día anunciando que las clases finalizaban.
Killua guardó sus cosas tranquilamente, y no pudo evitar sonreír: era la primera vez que estaba feliz de volver a casa.

Unos minutos después Gon se asomaba por la puerta, sonriendo alegremente, así que se despidió con un ademán de Erick y de Ikalgo mientras el moreno hacía lo mismo, y ambos salieron hacia el pasillo, hablando alegremente de las clases del día, como siempre hacían.

Bajaron la escalera despreocupadamente, y, fijándose en que no hubiera nadie alrededor, Gon le tomó la mano con cuidado.

—Killua —le dijo dulcemente mientras lo miraba— vamos a casa.

El chico se sonrojó hasta las orejas sintiendo una felicidad que apenas podía contener, y simplemente asintió, mientras Gon sonreía ampliamente.

Apenas llegaron al primer piso Killua comenzó a sentirse nervioso. La mayoría de los alumnos se había precipitado a salir del colegio, así que no quedaba mucha gente alrededor, pero a pesar de eso no estaba seguro de estar listo. Al menos no aún. Notando su intranquilidad Gon le dirigió una mirada tranquilizadora y le soltó la mano.
Killua sonrió de vuelta, sintiendo como una pequeña puntada en el pecho empañaba su felicidad. Si de algo estuvo seguro en ese momento, es que no quería esconderse toda su vida. Quería ser libre de tomarle la mano a Gon y mostrarle a todos que estaban juntos pero... ¿por qué era tan difícil?

—Killua, ¿estás bien? —la voz del chico se escuchaba preocupada.

—Ah, sí, lo siento, solo estaba pensando. No es nada.

Gon lo miró de reojo un momento, pero decidió darle espacio, comprendiendo lo que había ocurrido.

—¿Qué tal si hoy comemos algo delicioso para celebrar? —preguntó mientras cruzaban el patio hacia el estacionamiento de bicicletas.

Killua se detuvo por un momento, como dándose cuenta de algo, y le dirigió una mirada que Gon no recordaba haber visto antes brillante y nostálgica. Casi de inmediato sonrió para quitarle importancia, volviendo a caminar a su lado, y el moreno tuvo la sensación de que iba a llorar. En los ojos de Killua siempre descubría un pequeño universo.

—¿Vas a cocinar lo que quiera? —preguntó con su tono juguetón habitual.

—¡Claro! Lo prometí, ¿no?

Haciendo un lado los pensamientos que lo apremiaban Killua decidió no presionarse demasiado. No quería preocupar a Gon, y quizás sería buena idea preguntarle sobre el tema a Kurapika. Habían prometido ir a verlos, así que la oportunidad de hablar con él se daría pronto.

Al fin llegaron al lugar en donde estaba estacionada la bicicleta de Gon, montaron rápidamente, y salieron hacia la calle principal tomando el camino rural de siempre.

El viento helado de invierno les daba de lleno en la cara, y mientras Killua se aferraba a la espalda del moreno para no caer, le pareció que al fin se encontraba en el lugar correcto. Al fin "pertenecía" a algún lugar.

Cuando iban a mitad de camino, el moreno bajó la velocidad.

—¿Killua?

—¿Si?

—¿Quieres parar un momento?

—¿Uh? Claro... —contestó algo confundido.

Gon se acercó hasta un pequeño parque por el que siempre pasaban, y paró junto a un árbol enorme que parecía darles la bienvenida. Ambos bajaron de la bicicleta, y Killua lo miró, preguntándose qué había ocurrido.

—¡Ah! ¡Vuelvo enseguida! —sonrió Gon por toda respuesta mientras se echaba a correr hacia la derecha.

Killua se quedó ahí mirando como se alejaba, mientras metía las manos en los bolsillos de su abrigo y el viento helado le quemaba la piel del rostro. Gon no había cambiado para nada.

La Luz de tus Ojos - Gonkillu AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora