Capítulo VII

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Una media hora más tarde, ambos se detenían frente a una pequeña y acogedora casa que sin pretensiones los invitaba a entrar. Killua se bajó de la bicicleta, algo nervioso, mientras Gon lo observaba atentamente.

—No te preocupes, Killua, estoy seguro que la Tía Mito estará feliz de conocerte.

El chico volteó a verlo por unos instantes, pero apenas se encontró con los ojos color ámbar de Gon, desvió la mirada.

—Aunque digas eso... -masculló mientras se metía las manos en los bolsillos, intentando parecer más relajado.

—¡Vamos! -Sin esperar más tiempo Gon se adelantó por el camino de piedra, y tomándole la mano lo arrastró hacia la entrada principal.

Abrió la puerta estrepitosamente mientras Killua le dirigía una mirada de pánico, y ambos se encontraron en una pequeña sala de estar que a pesar del tamaño y la sencillez de los muebles, irradiaba calidez.

—¡Tía Mito, estoy en casa! ¡Traje un amigo!

Unos pasos apresurados se escucharon en el piso de arriba y luego en la escalera, y Killua se puso rígido, enderezando la espalda y manteniéndose alerta. No pudo notarlo en ese momento, pero Gon lo miraba fijamente, con una sonrisa amable en el rostro.
Todas las preocupaciones se fueron de inmediato apenas Killua la vio; la mujer, aunque energética y de carácter fuerte, emanaba un aura amable, maternal y extrañamente familiar. Era como si en cada uno de sus gestos se reflejara el amor y la abnegación de lo que cualquiera imaginaría es el modelo ideal de una madre. Por supuesto que también le recordaba a Gon: sus gestos, su sonrisa, y cómo se comportaba... El moreno reflejaba sus mejores cualidades. Killua no podía quitarle los ojos de encima, pero a Mito no parecía importarle y solo lo miró con ternura, advirtiendo de inmediato y solo por su extraordinaria intuición, que el chico necesitaba desesperadamente una madre.

—¡Bienvenido! ¿Cuál es tu nombre?

—So-soy Killua... —tartamudeó.

—Es un gusto conocerte, Killua —le dijo mientras lo abrazaba suavemente pero por un breve periodo de tiempo, para no incomodarlo—. Debes ser un amigo importante para Gon, ¡él nunca trae a nadie a casa!

El chico miró a Gon de inmediato, pero éste desvió la mirada y se rascó la nuca.

—¡Killua es mi nuevo mejor amigo! —soltó sin siquiera reconsiderar que solo se conocían hace un día.

—¡Oh! Es un invitado importante entonces... ¿Debería hacer algo especial para comer? ¿Hay algo en especial que quieras, Killua?

De inmediato sintió que la sangre se agolpaba en su rostro, y se sonrojó tan intensamente que Gon no pudo disimular su sonrisa.

—¡No! N-no... No quiero incomodar... Cualquier cosa estará bien... Pe-perdón por llegar así de repente y...

—¡Ahh! ¡Tía Mito! A Killua no le gustan los pimientos, así que si es posible...

—Bien, solo por ésta vez lo dejaré pasar, pero debes aprender a comerlos, ¿está bien? ¡Son buenos para tu salud!

El chico solo asintió en silencio por la confusión.

—Killua y yo estaremos en mi habitación, quiero mostrarle los juegos de vídeo que tengo allí...

—¡Claro! Diviértanse, los llamaré cuando esté listo.

Rápidamente Gon tomó la mano de Killua, y tal como lo había hecho antes lo arrastró al piso de arriba y lo metió en su habitación sin que el albino pudiera protestar.

El cuarto de Gon era pequeño y sencillo, como toda la casa, pero irradiaba ese sentimiento familiar de calidez que hacía que Killua se sintiera extraño. Era como si hubiera estado allí muchas veces; como si lo que estaba ocurriendo en ese mismo instante fuera una repetición de sucesos que ya habían pasado antes. El dolor de cabeza que sentía comenzó a agudizarse, hasta que la voz amable de Gon lo sacó de sus pensamientos.

—Killua, puedes usar mi cama si estás cansado. ¿Quieres dormir? ¿Te sientes mejor ahora?

—No... es decir, estoy bien. No te preocupes... —suspiró—. Más importante, ¿Cómo sabías que no me gustan los pimientos?

—¿Eh?¿Acaso no me lo dijiste esta mañana?

—¿Qué? ¿De qué hablas? Ni siquiera hablamos de comida...

—¿Estás seguro? Cuando te lleve el sándwich... o algo así... —le dijo rascándose la cabeza, confundido.

Killua lo miró en silencio unos segundos. No parecía que Gon estuviera mintiendo y además, ¿por qué lo haría? Quizás se lo había dicho cuando estaba a punto de desmayarse... Aunque esas no hubieran sido precisamente unas últimas palabras muy dignas.

—Bien, no importa de todos modos -le dijo al fin agitando la mano—. Tu tía... ella... —Killua cerró la boca de golpe. No era una buena idea hablar sobre lo familiar que le parecía, o al menos no hoy, así que cambió de tema rápidamente, mientras se sentaba sobre la cama de Gon—. ¿No le pareció extraño que estuvieras en casa a esta hora?

—¿Huh? Bueno sí. Me echó una mirada que significa "hablaremos luego", así que...

—¿Tendrás problemas por mi culpa?

—¡Claro que no! Mi tía Mito es la mejor, así que lo entenderá, te lo aseguro.

—Bien. Supongo...

Killua se acercó a mirar por la gran ventana que estaba al costado de la cama y se perdió en sus pensamientos, sin reparar en la mirada que Gon le dirigía.

—Killua...

Su voz había sonado tan cálida y familiar que el chico se sorprendió y lo miró rápidamente a los ojos.

—Yo... quisiera saber más de ti. ¡Ah! Pero no quiero que te sientas incómodo, así que solo... cuando estés listo estaré aquí para escucharte. Y si me dejas ayudarte... eso... eso me haría realmente feliz... así que...

Gon fijó la vista en el piso, y Killua pudo ver claramente que estaba avergonzado, así que empezó a sonrojarse también.

No sabía qué decir. Nunca antes había tenido a nadie que le importara de esa forma, a excepción claro de su hermana Alluka, pero esto era diferente. Había pasado tan poco tiempo, y aún así, ¿Por qué era todo tan cálido y familiar? ¿Por qué cada palabra vergonzosa de Gon resonaba en sus oídos haciendo crecer sus dudas?

—Killua... ¿Puedo preguntarte algo?

El chico lo miró largamente hasta que al fin se decidió a responder.

—Está bien —masculló tragando saliva y tratando de parecer indiferente.

—Nosotros... ¿no nos conocimos antes?

Una punzada intensa y dolorosa en su cabeza lo dejó aturdido unos instantes, mientras imágenes borrosas y sin sentido se agolpaban de pronto como en un remolino.

Se llevó la mano a la frente, sin entender qué ocurría, mientras un sentimiento desgarrador comenzaba a invadirlo.

—¡Chicos! ¡Bajen a comer!

La voz clara y amable de Mito lo trajo de inmediato a la realidad. Miró confundido alrededor, y entonces vio a Gon que lo observaba con curiosidad desde una esquina. No parecía haberse percatado de nada.

—No lo creo... —repuso al fin—. Estoy seguro de que si nos hubiéramos conocido en esta vida, me acordaría de ti. Definitivamente lo haría.

La Luz de tus Ojos - Gonkillu AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora