Capítulo XXVIII

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Killua se movió con suavidad, y sus pestañas temblaron levemente antes de que sus ojos se abrieran.

Gon contuvo el aliento y retiró su mano, algo nervioso, mientras lo observaba en silencio. Sin darse cuenta había caído en un estado de ensoñación tan agradable, que no tenía idea de cuánto tiempo había pasado, simplemente mirándolo y acariciando su cabello, así que se removió en la cama y esperó pacientemente.  

Killua se llevó una mano a los ojos, frotándolos para desperezarse, aún algo dormido. Poco a poco sus ojos comenzaron a recuperar su brillo, y Gon pudo notar el cambio drástico en su rostro a medida de que recordaba lo que había ocurrido, y por qué estaba en ese lugar. 

El chico dejó escapar un pesado suspiro mientras se frotaba el cabello, resignado. Volteó para mirar a Gon lentamente, y en sus mejillas apareció un rosado pálido.

—Hola... —masculló con la voz más grave de lo normal. 

El moreno abrió los ojos por un momento, algo sorprendido, mientras su corazón se aceleraba. Esa escena le parecía tan familiar y a la vez tan extraña, como si se hubiera repetido muchas veces antes... 

—¿Cómo te sientes? —le preguntó tratando de mantener la calma.

—Uhh...estoy bien —sonrió mientras se incorporaba, sentándose sobre la cama con la aparente tranquilidad de siempre, tratando de ignorar la mirada insistente de Gon—. Siento los ojos algo extra... ah... —dijo bajando la vista de inmediato y cubriéndose el rostro con ambas manos—. Tengo los ojos hinchados, ¿no? Ahh, debo verme patético... —rio para quitarle importancia. 

—¡Claro que no! —le aseguró el moreno— Killua tu siempre luces lindo, no importa si tus ojos están hinchados o...¡Ah! ¡no quise...! Yo no... ¡Lo siento!

Killua apartó las manos de su rostro y lo miró de reojo, confundido y más avergonzado que antes. Por alguna razón Gon estaba actuando extraño. Bueno, más extraño que de costumbre, y eso lo hacía sentir tremendamente incómodo. 

—Huh... está... está bien... —masculló mientras lo miraba directamente esta vez—. De-de todas formas, ¿no deberías estar en clases?

—¡Claro que no! —rio acercándose peligrosamente, y Killua se arrepintió de inmediato de haber preguntado— No voy a dejarte solo, además tengo un plan para resolver esto, ¿Lo olvidaste?¿Recuerdas que dijiste que confiarías en mí?

Gon lo miró con una seguridad abrumadora y ésta vez Killua no tuvo tiempo de apartar la vista. Apenas se encontró con sus ojos, sintió que el tiempo se detenía, dejándolo inmóvil, sin esperanzas de escapar. Comenzó a sonrojarse hasta las orejas mientras su corazón se aceleraba dolorosamente, y para su sorpresa las mejillas de Gon se encendieron levemente también apenas lo notó.
Killua reprimió un jadeo de sorpresa: no entendía qué estaba pasando. Nunca entendía qué pasaba cuando se trataba de Gon. 

La puerta de la enfermería se abrió con un golpe suave, pero eso bastó para que ambos se sobresaltaran y rompieran de inmediato el contacto visual. 

Escucharon pasos dentro de la enfermería y luego la amable voz de Kurapika que parecía lejana e irreal. 

Killua fijó la vista en la manta que le cubría las piernas y en dónde estaba aferrando las manos sin querer.  Comenzó a analizarla cuidadosamente, contando los hilos que sobresalían y quitando las motas de tela para dejar de pensar por un momento y calmarse.

Sentía que en su mente había un remolino enorme de pensamientos confusos que no lo dejaban en paz en ningún momento. Lo peor era que entre más trataba de encontrarle sentido, más contradictorio se volvía: desde un principio Gon había sido extremadamente cercano con él; lo abrazaba, se acercaba demasiado, intentaba tocar su cabello... Y todas esas cosas empujaban a Killua al borde de un ataque de nervios, pues sabía que Gon solo lo veía como un amigo, y que sus sentimientos no tenían esperanza alguna. Y menos aún después de verlo salir con innumerables chicas; siempre le había dolido, pero nunca, hasta que habló con Alluka, se planteó siquiera decirle cómo se sentía, pues no quería perderlo y la resignación era lo único a lo que podía aferrarse.

El problema ahora, era que Gon no se estaba comportando como siempre, y eso le aterraba. Algo había cambiado luego de esas dos semanas separados, estaba seguro de ello. Ahora que lo pensaba, incluso desde esa mañana algo se veía extraño: cuando le había dicho que "quería que fueran amigos para siempre" mientras tenía su pataleta, sus miradas y gestos no parecían los habituales. Algo no encajaba: era como si el moreno hubiera perdido algo de esa confianza avasalladora que lo caracterizaba.  

Las voces de Kurapika y una chica de voz dulce resonaban aún a su alrededor, y gracias a eso Killua recordó las palabras de Alluka que resonaron de la misma forma en su cabeza. 

Suspiró resignado.

Había tenido un día de mierda, al menos podía tratar de no decepcionar a Alluka para sentir que era un poquito menos un fracaso. 

Inhaló y tratando de no pensarlo demasiado, dejó que las palabras se deslizaran de su boca en un murmullo que por poco no hizo ruido.

—Gon, tú me...

—Me gustas Killua.

Sus ojos se abrieron de par en par por la impresión. Volteó a mirar al moreno lentamente, y éste le devolvió una mirada llena de resolución, aunque tenía las mejillas algo rojas. Killua no pudo reaccionar por unos segundos. Definitivamente no podía ser cierto y probablemente había escuchado mal, así que simplemente sonrió, como siempre, despreocupadamente.

—¿Huh...? Lo siento, no escuché lo que...

—Killua, ¡me gustas! —repitió sin siquiera dudarlo, una vez más y un poco más alto que antes— ¡Me gustas desde hace mucho pero soy demasiado estúpido y no me di cuenta!

La sonrisa en su rostro se borró de inmediato y bajó la vista, sin entender. ¿Se había vuelto loco? ¿Quizás los golpes de Illumi al fin habían dañado su cerebro? ¿Quizás aún seguía dormido? Algo tan improbable como esto no podía estar ocurriendo. 

Un pequeño roce en su mano lo sacó de sus pensamientos caóticos, y todos sus sentidos se pusieron en alerta de golpe: la mano grande y cálida de Gon se había posado con suavidad sobre la suya, que se aferraba a las mantas en un puño cerrado. Con cuidado se deslizó sobre sus dedos, haciendo que relajara la mano sin pensarlo, y tocó su palma. 

No. No podía ser real. El corazón de Killua comenzó a acelerarse sin control.

Gon tomó su mano con cuidado y la levantó dirigiéndola hacia algún lugar mientras el albino lo miraba, sorprendido y aún sin entender, pero al segundo siguiente se dió cuenta de lo que estaba pasando. 

Gon lo miraba firmemente pero con una suavidad que lo abrumaba empujándolo al borde de las lágrimas. Con cuidado apoyó la mano de Killua sobre su pecho, cerca de su corazón.

Killua se sonrojó, pero no apartó la vista, como esperando una última confirmación.

Podía sentir la calidez de la piel de Gon bajo la camisa, y su corazón que latía rápidamente. Tan rápidamente como el suyo. 

—Me gustas, Killua... —susurró el moreno una vez más.

La Luz de tus Ojos - Gonkillu AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora