Capítulo XXX

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Permanecieron abrazados un rato, de pie en medio de la habitación, simplemente disfrutando de la sensación cálida de haber encontrado algo tan precioso e irrepetible en sus vidas.

Era un sentimiento tan reconfortante que se extendía por su pecho, casi quemándolo, y haciendo que su corazón se acelerara. Parecía que las piezas del rompecabezas encajaban al fin y el tiempo comenzara a moverse nuevamente hacia el futuro incierto.

Gon no sabía cuánto tiempo había transcurrido, y ahora que lo notaba, siempre le pasaba lo mismo cuando estaba con Killua, pero no podía evitarlo. Un mar de sensaciones nuevas comenzaban a arremolinarse en su estómago, al sentir el cuerpo delgado del chico entre sus brazos.

Killua apenas se había movido: continuaba con las manos aferradas a su espalda y la cabeza sobre su pecho, respirando calmadamente. De no ser porque estaban de pie, Gon hubiera jurado que se había quedado dormido. Sus manos acariciaron con suavidad la espalda del chico para luego posar una sobre su cabello. Un pequeño sonido de satisfacción escapó de la garganta de Killua, y el moreno sonrió divertido. Quería quedarse así por siempre, pero sabía que él no tenía mucho tiempo, pues debía volver a casa antes de que fuera muy tarde.

—Killua... —susurró suavemente como para no asustarlo.

—¿Mmm...?

—¿Quieres ir a bañarte? Mientras tanto desmancharé tu sweater...

Killua dudó por unos instantes, antes de contestar.

—¿De verdad está bien? Digo, puedo lavarlo yo cuan...

—No, déjame hacerlo —lo interrumpió con una sonrisa—. Tú solo ve, el agua caliente te hará bien.

Killua se separó de él y lo miró un momento para protestar, pero la determinación en los ojos del moreno lo convencieron de que era inútil discutir con él. Aún así necesitaba decir algo debido a su orgullo.

—Huh, pero si...

—¡Ah! ¡Killua! —se quejó sabiendo exactamente lo que pensaba— Vamos, déjame hacer esto por ti...

Sin esperar respuesta Gon sacó unas toallas de uno de los armarios del fondo de la habitación y empujó al albino hasta el cuarto de baño, antes de que pudiera decir algo más.

-Bien, si necesitas algo por favor dime, ¿ok? Puedes utilizar lo que quieras de aquí, mi tía Mito tiene su propio cuarto de baño, así que este solo lo utilizo yo. ¡Tómate tu tiempo! -le dijo mientras salía y cerraba la puerta por fuera.

Killua se quedó mirando hacia la puerta por unos instantes, y asegurándose de que estaba completamente solo se cubrió la cara con ambas manos, sonriendo mientras se sonrojaba intensamente.

—No puedo creerlo... —musitó para si mismo.

Mientras tanto Gon se apresuró al cuarto de lavado con el sweater del chico entre las manos. Quitó la mancha, tal como le había enseñado su tía Mito, y metió la prenda en la secadora. Inmediatamente bajó hasta la cocina y preparó algo rápido para comer, lamentando no ser mejor cocinero.

Cuando todo estuvo listo, subió a la habitación, acomodó las cosas, y se sentó a esperar a Killua. No pasaron cinco minutos cuando la puerta del baño se abrió con cautela, y el chico apareció, solo cubierto por una toalla.

—Ah... no pensé que volverías tan pronto... —masculló nerviosamente mientras trataba de cubrirse lo más rápido posible, pues sentía la mirada insistente de Gon sobre su piel.

Estaba tan avergonzado que al inicio no logró darse cuenta, pero al mirar hacia abajo reparó en uno de los moretones que tenía en el brazo, y entonces, como en un golpe de realidad, lo supo.
Gon tenía la vista fija en sus numerosas cicatrices y los moretones recientes, que por efecto del agua caliente, parecían destacar sobre su piel pálida.

La Luz de tus Ojos - Gonkillu AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora