Capitulo XXIX

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Ambos caminaban por el pasillo del colegio mientras seguían a Kurapika hacia la salida. Algunos estudiantes curiosos les echaban miradas de reojo, pero cada vez que eso ocurría, Gon les devolvía una mirada feroz que los hacía desistir de seguir mirando para su alivio.

Killua llevaba la capucha de la sudadera verde puesta y caminaba con la cabeza gacha, enfocándose solo en el piso, así que probablemente no se había percatado, pero Gon no se arriesgaría a que pasara un mal rato nuevamente.

Apenas llegaron al estacionamiento, Kurapika abrió el auto y les pidió que se subieran y esperaran un momento mientras hacía una llamada rápida.

Killua subió primero, y Gon lo siguió de inmediato. El albino no había dicho palabra desde que dejaron la enfermería, pero Gon lo conocía demasiado bien y podía ver que su ansiedad crecía a cada minuto, a pesar de que trataba de ocultarlo manteniendo la mirada perdida y las manos en los bolsillos.

No sabía bien qué hacer. Quería abrazarlo y decirle que todo estaría bien, pero no estaba seguro de cómo reaccionaría. Se veía tan frágil que temía se quebrara si lo tocaba con mucha fuerza, así que al final decidió que si solo se acercaba un poco, estaría bien.
Con cuidado acercó su mano y la apoyó sobre el brazo de Killua, intentando reconfortarlo. El cuerpo del chico se tensó de inmediato, y levantó la cabeza levemente, pero sin mirarlo. 

—Estoy bien... —musitó después de un momento. 

Pero Gon sabía que no era cierto. 

Abrió la boca para decir algo, sin saber bien qué, pero justo en ese momento Kurapika abrió la puerta y se subió al auto.

—Perdón por la espera, chicos, Leorio insistía en venir —suspiró—. Los llevaré a casa ahora... ¿está todo bien? —preguntó mientras miraba por el espejo retrovisor.

Killua se sobresaltó al escucharlo, y sin darse cuenta empujó la mano de Gon, quien lo soltó de inmediato. 

—Sí, solo hablábamos de lo frío que está el tiempo ahora —sonrió Gon mientras se rascaba la cabeza. 

Kurapika decidió guardar silencio. Sabía que era una situación delicada y no quería presionar a Killua en ese estado, por lo que decidió ignorar la obvia mentira de Gon y hacer como que todo estaba bien. 

—Bueno, llegaremos en un momento, no se preocupen —sonrió como si nada.

El motor del auto se encendió y poco a poco comenzaron a dejar atrás la escuela, mientras el paisaje cambiaba a su alrededor. 

Gon estaba tan preocupado que le era difícil dejar de observar a Killua; el albino miraba distraído por la ventanilla del auto sin prestarle atención, enfocado en el paisaje invernal. O al menos eso parecía.

No quería hacerlo sentir incómodo, así que sólo lo miraba intermitentemente y lo más disimuladamente que podía para notar cualquier señal y asegurarse de que estaba bien.
Fue así que se dio cuenta: las manos de Killua estaban temblando levemente; incluso podía notarlo mientras las tenía en los bolsillos.

La urgencia de abrazarlo se acumuló de golpe en su pecho, pero descartó la idea, pues eso solo haría que el chico se sintiera más nervioso. Lo único que se le ocurrió hacer fue tomar su mano para que supiera que estaba ahí, con él, protegiéndolo.

Como había hecho antes tocó con suavidad su brazo a la altura de la muñeca, y como si se repitiera la situación, Killua se sobresaltó. Pero esta vez, y sin que Gon lo esperara, sacó la mano de su bolsillo y la deslizó con suavidad para tomar tímidamente la del moreno, quien contuvo el aliento unos segundos.
De inmediato reaccionó apretando su mano con mucho cuidado y tratando de reconfortarlo, haciendo que el chico dejara escapar algo parecido a un jadeo de sorpresa, que probablemente sólo él pudo oír.

La Luz de tus Ojos - Gonkillu AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora