Capítulo XXXIII

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Estaba comenzando a anochecer cuando al fin se detuvieron en un callejón del centro de la ciudad. Ambos bajaron de la bicicleta, empapados por la nieve, y Gon se agachó un momento para recuperar el aliento.

Killua lo miró: aún estaba desconcertado por todo lo que había ocurrido en tan corto tiempo, pero solo pasaron unos segundos antes de que sintiera el duro golpe de realidad.

—Gon... —masculló asustado— tu Tía Mito debe estar preocupada...

El moreno lo miró como si no hubiera entendido a lo que se refería.

—Ah, la llamaré en cuanto lleguemos a ese lugar, no te preocupes —sonrió como siempre, un poco más repuesto.

—No...Gon, escucha. Puedo arreglármelas solo desde aquí. Ya hiciste mucho por mí y yo...

—¿De qué hablas, Killua? No te dejaré solo, te lo dije, ¿verdad?

—No...¡E-estaré bien! —le dijo con la voz llena de ansiedad— ¡No quiero que te metas en problemas por mi culpa! Ade-además es peligroso... Illumi en cualquier momento puede...

—No te preocupes —lo interrumpió negando con la cabeza para tranquilizarlo—, tengo un plan, así que estará bien. Estaremos bien Killua.

—Pero...

—¿Confías en mí?

Gon lo miró a los ojos, como siempre hacía en esas situaciones, y a Killua le pareció que estaba viendo a través de él, así que desvió la mirada rápidamente.

Estaba empezando a odiar esas palabras, pues no le dejaban más opción que asentir sin recibir explicaciones: por supuesto que confiaba en Gon, como en nadie en el mundo.

—Sí... —musitó al fin mientras suspiraba derrotado.

El moreno le dirigió una gran sonrisa triunfal, y tomándolo de la mano, lo arrastró hasta salir del callejón. Comenzaron a caminar rápidamente por la concurrida calle principal mientras algunos transeúntes los miraban con curiosidad.

—Bien, tenemos que comprar algunas cosas antes... ¡Ah! ¡Qué suerte que las tiendas aún no han cerrado! Entremos aquí.

Killua simplemente lo seguía aferrado a su mano, aturdido por la gente, las luces, y sobre todo por la situación difícil en la que estaba. A pesar de que confiaba en Gon no podía evitar sentir miedo: un miedo profundo condicionado por todos los años que había pasado siendo maltratado y que no desaparecería tan fácilmente. Eso era lo que siempre lo había mantenido obediente y bajo el control de su familia, sin poder evitarlo.

Ambos entraron a una tienda mediana que parecía tener de todo un poco: desde artículos para el hogar hasta ropa y alimentos.

Gon comenzó a tomar cosas de los estantes, pero Killua no prestaba atención. Estaba demasiado preocupado por lo que ocurriría con el moreno si Illumi o sus padres se enteraban de su paradero. Ni siquiera se dio cuenta cuando Gon eligió un pijama y algo de ropa para él al notar que no lo escuchaba. Solo el "bip" de la registradora al marcar los productos logró sacarlo de su ensimismamiento, una media hora después.

Como si hubiera despertado Killua miró la cantidad de cosas que había sobre el mesón, y luego fijó sus ojos en Gon, nervioso. Adivinando sus pensamientos, el moreno solo sonrió y sacó una tarjeta negra de su billetera.

—No te preocupes, Ging me dio dinero para emergencias, y esto cuenta como una.

Killua abrió los ojos, aún más confundido, pero guardó sus preguntas para más tarde.

Tomaron las bolsas y Gon lo guio por las calles ya oscuras, hasta que se detuvieron frente a un edificio enorme que estaba cerca del lugar.

El moreno se metió una mano al bolsillo despreocupadamente y sacó un manojo de llaves. Abrió la puerta principal que llevaba al lobby, y le sonrió a Killua para que pasara. Obedeciendo caminó dentro como pisando huevos. No tenía idea de dónde estaba, y a pesar de las miradas inquisitivas que le echaba a Gon, este solo sonreía y guardaba silencio.

La Luz de tus Ojos - Gonkillu AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora