Capítulo XXV

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Gon esperaba afuera del salón de clases, impacientemente. Cada vez que alguien se acercaba por el pasillo, apretaba las cajas del almuerzo contra su pecho, pensando que podía ser Killua.

Tenía más que claro que había cometido muchos errores, que había lastimado a Killua y que no merecía su perdón, pero al menos quería intentarlo y hablar apropiadamente con él.
Por la mañana había dado un espectáculo al echarse a llorar de esa manera, pero no pudo evitarlo.

Suspiró.

Quería decirle tantas cosas a Killua, que se había ahogado en sus palabras. No sabía por qué le estaba costando tanto hacer esto, pero era consciente de que quizás el chico no querría escucharlo por segunda vez, así que si no funcionaba, al menos tenía un plan de respaldo. Necesitaba decirle que él también...

El timbre sonó.

Gon ladeó la cabeza, sorprendido. El tiempo había pasado increíblemente rápido ¿Era posible que aún estuviera ayudando a Biscuit? ¿Quizás Killua había caminado por su lado y, tan absorto como estaba en sus pensamientos, no lo había notado?

Sacudió la cabeza de manera inconsciente. Era imposible para él no notar a Killua en dónde se encontrara, pero aún así decidió comprobarlo, solo por si acaso.

Se asomó al salón y buscó entre los chicos que comenzaban a llegar para comenzar las clases de la tarde.

—¡Hey, tu! ¡Freecss! -lo llamó Biscuit, sorprendida— ¿Dónde está Zoldyck?

—¿Eh? Pensé que lo había mandado a ayudarla con algunas cosas...

—Claro que sí, pero solo lo envíe al salón de artes, debió estar aquí hace al menos veinte minutos...

Gon la miró confundido por un momento, y un presentimiento cruzó por su cabeza. Algo olía muy mal.

Entró al salón rápidamente y dejó las cajas del almuerzo y la carta sobre el escritorio de Killua, y se echó a correr.

—¡Hey! ¡Las clases ya...! —gritó Biscuit, pero él no pudo escucharla pues ya estaba lejos.

La preocupación comenzó a arremolinarse en su pecho: algo debía haber pasado con Killua.

Corrió por el pasillo y escaleras abajo, sin saber bien a dónde ir. Se precipitó hasta el salón de artes, pero estaba vacío. Pensó en ir a la azotea, cuando los murmullos de algunas chicas que se dirigían a su salón de clases, llegaron a sus oídos.

—...y entonces lo encerraron y...

—...¡no puede ser!

—...¿pintura? ¿Hablas en serio...?

—¡Lo ví corriendo con su cabello pintado hacia el baño...!

—¡Ja! Quisiera haberlo visto...

Gon apretó los dientes, sintiéndose cada vez más enojado, y comenzó a correr en dirección al baño.
No podía creer lo que estaban haciendo. Todos tendrían su merecido por esto. Se encargaría de que fueran castigados aunque lo expulsaran en el intento.

La ira comenzó a crecer peligrosamente en su interior y sintió que en cualquier momento se descontrolaría.

Abrió la puerta del baño estrepitosamente, y entró jadeando.

Killua se sobresaltó y dejó caer el sweater manchado que tenía entre las manos, mirándolo petrificado, mientras las lágrimas caían profusamente por su rostro.

Estaba empapado. La pintura que no había logrado sacar contrastaba con el blanco de su piel y de su ropa, y había dejado una enorme manchón rojizo en medio de su cabeza.
Parecía sangre.

Toda la ira que Gon había sentido se desvaneció en un instante, siendo reemplazada por un sentimiento de desesperación e impotencia que lo sacudió fuertemente: no quería ver a Killua llorar; le dolía tanto que le quemaba el pecho.

-Te encontré... -le dijo suavemente, mientras se acercaba a abrazarlo.

Killua no se movió. Estaba temblando, y parecía tan pequeño y frágil entre sus brazos, que el moreno apenas pudo contener las lágrimas.

—¿Gon...?

—Está bien Killua, lo resolveré. No te preocupes por nada, ¿si?

Fue en ese momento cuando el cuerpo de Killua pareció quebrarse. Gon sintió como lo abrazaba de vuelta, aferrándose a su espalda con desesperación, y se echaba a llorar con un quejido desgarrador.

—¡...mi...mi ro-ropa...! -sollozó.

—Te ayudaré a limpiarla, lo resolveremos, ¿si?

—Me-me van...Illu...mi...mi fa-familia...

Las piernas de Killua comenzaron a flaquear, así que Gon lo abrazó con fuerza y se deslizó para sentarse en el piso, acomodando al chico sobre sus piernas, tratando de contenerlo de la mejor manera que pudo.

—Todo estará bien, Killua, lo prometo. Estoy aquí. Todo estará bien -susurró todas las veces que creyó necesarias.

Poco a poco los sollozos de Killua fueron apagándose, siendo reemplazados por su respiración agitada.
Cuando Gon se aseguró de que estaba más calmado, se separó unos centímetros de él para mirarlo. Los ojos de Killua estaban rojos e hinchados de tanto llorar, y las lágrimas ahora silenciosas no dejaban de caer. El chico intentó apartar la vista de inmediato, tratando de secarse las lágrimas con el dorso de la mano, avergonzado, pero Gon tomó suavemente su rostro y comenzó a limpiarlo con la manga de su sudadera, mientras le dirigía una sonrisa tranquilizadora.

—¿Te sientes un poco mejor? —le preguntó.

Killua asintió con la cabeza.

—Bien. ¿Puedes levantarte?

—Ah... lo siento... —masculló mientras trataba de ponerse de pie rápidamente, pero Gon le tomó la mano firmemente y lo miró directo a los ojos, reteniéndolo con esa respuesta silenciosa. Se puso de pie lentamente y ayudó a Killua a levantarse también.

—Ponte esto —sonrió mientras se quitaba su sudadera y la ponía sobre los hombros de Killua.

El chico lo miró un momento.

—Pero... la pintura...

Gon lo miró de vuelta como si no entendiera, y sin decir palabra terminó de ponerle la sudadera. Le quedaba enorme.

—Bien —le dijo mientras le tomaba la mano y lo guiaba para salir del baño, con mucho cuidado—. Iremos a la enfermería un momento, ¿si? Te quedarás con Kurapika y yo iré por tus cosas. Luego de eso iremos a mi casa.

Killua no sabía qué decir. No podía volver a casa con la ropa y el cabello en ese estado, pero tampoco podía quedarse en casa de Gon; eso solo dilataría el castigo, e incluso lo haría peor. Y por otro lado, tampoco quería involucrarlo y que las cosas se tornaran difíciles para él.
Cualquiera de las dos opciones le traería un castigo y consecuencias que no quería imaginar.

—Gon... —masculló mientras se detenía en seco, y el moreno hacía lo mismo para mirarlo—. No... no puedo.. .ellos...¡mierda! -sollozó sintiendo que comenzaría a llorar otra vez.

—Killua —la voz del moreno resonó en sus oídos como si viniera de un recuerdo lejano, y no pudo hacer más que levantar la vista— ¿Confías en mí?

No pudo evitar mirarlo a los ojos, sintiendo de inmediato que su corazón se tranquilizaba: tan serenos, llenos de determinación, y tan brillantes que el sol del atardecer parecía quedar atrapado en ellos.

Un recuerdo fugaz atravesó la mente de Killua, como si ese momento ya hubiera ocurrido antes, en otro tiempo, en otro mundo, y su corazón dió un vuelco.

—Sí... —sonrió levemente mientras apartaba la vista.

El moreno sonrió también, y ambos continuaron su camino hasta la enfermería, mientras Gon lo guiaba aferrándose a su mano.

A pesar de la situación en la que se encontraba, Killua se sentía reconfortado. Era la primera vez que desafiaría a su familia de esa forma, y por eso estaba nervioso, pero también feliz: había encontrado un motivo. Una pequeña luz se había encendido en su vida, y ahora no tenía más remedio que perseguirla.
En esta vida y en todas las vidas, siempre, siempre arriesgaría todo por Gon Freecss.

La Luz de tus Ojos - Gonkillu AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora