Capítulo III

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La lluvia caía sobre su rostro profusamente, y se le metía en los ojos y la boca, apenas dejándolo respirar. Las cosas se veían realmente mal esta vez, y la herida en su estómago no paraba de sangrar. Sabía que iba a morir. Lo sabía. Pero no quería decirlo en voz alta, pues la persona que estaba a su lado no lo soportaría.

De todos modos... ¿Quién era el que estaba allí? Sabía que era alguien realmente importante para él, pues el corazón le dolía cada vez que pensaba que lo dejaría solo... ¿Quién era?

Esa persona se movió lentamente y se dejó caer de rodillas a su lado, dejando escapar un sollozo. Posó sus manos sobre su estómago, tratando inútilmente de parar la hemorragia y desesperándose al ver que no había caso. Ambos sabían que no funcionaría.

Gon suspiró.

—Todo saldrá bien... saldremos de ésta... —dijo sonriendo mientras miraba a los ojos a la persona a su lado. La luz en sus ojos se había apagado por completo, y eso fue lo último que alcanzó a ver.

Como si se estuviera ahogando, Gon despertó sobresaltado y empapado en sudor sobre su cama. Miró alrededor, confundido, pero la habitación se veía igual que siempre. La cama grande y su armario seguían allí, mientras la luz otoñal entraba por las cortinas entreabiertas. Estaba en casa.

No era la primera vez que tenía ese sueño, pero habían pasado varios meses desde la última vez; siempre soñaba con fragmentos confusos, y nunca lograba ver el rostro de la persona a su lado, pero por alguna razón, en esta oportunidad, todo lucía más claro de lo normal.

Aún algo aturdido, se levantó y se puso su uniforme, vistiendo su usual sudadera verde, y bajó a tomar desayuno.

Su tía Mito estaba en la cocina, como cada mañana, pero apenas lo vio supo que algo no andaba bien.

—¿Qué sucede? —le preguntó mirándolo a los ojos, mientras Gon se sentaba despreocupadamente a la mesa y comenzaba a comer rápidamente el desayuno que ya estaba servido.

—No... solo tuve un sueño extraño... —respondió con la boca llena de pan.

—¿Un sueño? ¿Te sentirías mejor si me lo contaras?

—Bueno, en realidad ni siquiera sé qué estaba pasando —Gon hizo una pausa para tomar algo de jugo mientras pensaba—. Pero yo... estaba junto a alguien allí. No sé cómo explicarlo, pero estoy seguro de que esa persona era importante. Además no es la primera vez que tengo sueños así...

—Ya veo. —La mujer se sentó frente él y suspiró—. Sabes, los sueños pueden parecer algo extraños a veces, pero precisamente a esos les debes poner atención, sobre todo si son recurrentes. Quizás tratan de decirte algo.

—¿En serio lo crees?

—¡Claro! El día en que llegaste aquí cuando aún eras un bebé, tuve un sueño muy extraño sobre un chico que pescaba un pez realmente enorme, y lo traía a casa para decirme algo. Ese chico estaba tan feliz. No lo conocía, ¿sabes? Pero de alguna manera era muy importante para mí y, ¿Cómo lo digo? Simplemente sé que lo quería.

—Sí, tienes razón, esa persona del sueño también me hacía sentir así... aunque ni siquiera logré verla.

—Bueno, al menos mi sueño anunciaba que tú vendrías, o al menos eso quiero pensar. Tu sueño puede significar algo así también, ¿no crees? De todos modos no te preocupes. Lo sabrás a su debido tiempo —sonrió mientras se ponía de pie—. Ahora apresúrate o llegarás tarde.

—Sí. Muchas gracias tía Mito, ¡eres la mejor! —El chico se puso de pie de un salto y terminado de un bocado lo que le quedaba, besó a la mujer en la mejilla, agarró su mochila y salió corriendo en dirección a la escuela.

Las hojas de otoño comenzaban a teñir el paisaje de colores cálidos, y Gon se alegró al recordar que ese día tendría la clase de deportes. Era su último año, y a pesar de que aún no sabía bien qué haría en un futuro, tenía a su tía Mito, a su padre y a sus amigos, así que todo estaría bien.

Como cada día, llegó unos minutos antes de que sonara la campana para entrar, así que decidió dar una vuelta por el recinto para ver si encontraba a alguno de sus amigos.

Subió las escaleras y se dirigió al segundo piso para dejar sus cosas en el salón de clases, pero antes de que pudiera hacer nada, una esponjosa cabellera blanca platinada llamó su atención.

Se detuvo por un momento mientras veía como el chico que había conocido ayer se metía en el salón número 5, al final del pasillo. Él estaba en el número 1, así que tan solo los separaban algunos metros.

—¡Killua! —llamó alegremente agitando la mano, pero el chico no lo escuchó.

Pero Gon no se desanimó por eso.

—¡Qué coincidencia! —exclamó alegremente: ahora que sabía que estaban más cerca sería más fácil aproximarse a él. No quería presionarlo así que decidió esperar al receso para hacerle una visita. Estaba seguro de que llegarían a ser grandes amigos.

La campana sonó anunciando el inicio de la jornada, y mientras Gon se dedicaba a saludar a todos sus compañeros de clase y a su maestra Biscuit, Killua se sentaba nerviosamente tratando de borrar las marcas que alguien había hecho en su escritorio.

La Luz de tus Ojos - Gonkillu AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora