Capítulo XI

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Gon no podía apartar la vista aunque quisiera: Killua dormía tan apaciblemente sobre sus piernas, que todo a su alrededor carecía de importancia. Observó detenidamente su piel pálida, sus pestañas largas y su cabello que relucía por el sol. Todo en él lucía tan hermoso y etéreo.
Sin siquiera darse cuenta acercó la mano con cuidado, y tal como lo había hecho antes, acarició su cabello, suavemente, para no despertarlo. Killua no se movió, y Gon sonrió satisfecho. Siempre le había gustado su cabello.

—...tan lindo...—masculló sin darse cuenta.
Gon abrió los ojos por la sorpresa al escuchar su propia voz, y las palabras que acababan de salir de su boca.
Si Killua hubiera estado despierto...
No. Killua era su preciado amigo. ¿Acaso no era normal querer a un amigo y querer estar siempre con él? ¿O creer que era...lindo? Killua era su primer mejor amigo, así que esa sensación extraña que sentía a veces debía ser normal.
Gon sacudió la cabeza. Tenía una misión.

Decidido a no darle más importancia al asunto continúo acariciando el cabello del chico, que dejó escapar un suspiro de satisfacción. El corazón de Gon se aceleró, y en un impulso acercó la mano a su mejilla. Nunca se había atrevido a tocarla, ni siquiera cuando Killua estaba dormido.
La acarició tan suavemente que apenas tocó su piel: era suave y cálida, y eso provocó que quisiera continuar. Un montón de preguntas aparecieron de golpe en su cabeza, pero decidió ignorar esa clase de pensamientos para facilitar las cosas: todo en él era diferente, y eso encendía su curiosidad.

Siguiendo su instinto, movió su mano para encontrar la de Killua que descansaba al lado de su cabeza. Acarició su palma, y cada uno de sus dedos largos y finos, sintiendo el impulso de sostenerla, pero sabía que Killua se despertaría si lo hacía.
Bajó por la palma blanca y suave, deslizando los dedos con delicadeza hasta llegar al puño de su sweater, y notando que sus venas en su muñeca eran finas y azuladas, distintas a las propias de un tono verdoso, decidió aventurarse bajo este, sólo un poco. Tomó la orilla de la prenda y la subió con cuidado.

Fue entonces que lo vió. Killua tenía moretones y quemaduras, que apenas se asomaban y parecían continuar por el brazo hacia arriba.

Gon contuvo un jadeo de sorpresa. ¿Quién podría estar haciéndole daño? La ira comenzó a juntarse en su estómago, pero no tenía a quién dirigirla, así que se movió inquieto, preguntándose por qué Killua nunca le había dicho nada. ¿No podía hacerlo? ¿Acaso no era su mejor amigo? No. Killua debía tener una razón. Una buena razón para no contarle.

No sabía qué hacer. No sabía si debía preguntar ni cómo. Sin darse cuenta agarró la mano de Killua para tranquilizarse, sintiendo que las emociones se desbordarían. Con cuidado, comprobó el otro brazo y su cuello, pero los moretones también estaban ahí. Ahora entendía por qué Killua siempre usaba prendas que le cubrieran los brazos y el cuello.

—¡Mierda! —jadeó intentando no llorar.

—¿Gon? ¡Aquí estás!

El chico miró a través de la azotea, aturdido por la súbita interrupción, y se encontró con horror a Lía, que se acercaba molesta.

—Ah... —murmuró comenzando a entrar en pánico.
No quería verla. Quería hablar con Killua cuándo despertara y ayudarlo si es que era posible, y su mente estaba enfocada únicamente en eso. Quería calmar su creciente ansiedad y sus dudas, pero sabía que Lía no lo facilitaría, y de hecho estaba siendo terriblemente ruidosa en ese momento: no sabía si lo hacía a propósito, pero estaba seguro de que Killua despertaría sobresaltado gracias a ella, así que decidió cubrirle los oídos con cuidado.

—¿Qué hace él aquí? —le preguntó enojada al verlo.

—Lía...¡Shhh! —murmuró en voz baja—
te lo explicaré cuando...

—¿Acaso no te dije varias veces que no me gusta que lo veas? —preguntó bajando ligeramente la voz.

Gon la miró extrañado.

—Sabes de los rumores, ¿cierto? Es imposible que no los hayas escuchado a estas alturas.

—Solo son rumores... —masculló cada vez más impaciente.

—¡Claro que no! Estoy segura de que piensas igual, ¿no ves lo anormal que es? ¿No entiendes lo asqueroso que es esto?

—Lía...

—¡Eres mi novio ahora y eres mío! Todos dicen que es gay, así que ¡no deberías acercarte a él, ni tocarlo de esa manera! —lo interrumpió gritando. Sin que Gon alcanzara a responder, Lía jaló a Killua por el cabello tratando de apartarlo de las piernas de Gon. El chico cayó de bruces despertando aturdido, y apoyando las manos en el piso trato de incorporarse como pudo, sin entender qué había ocurrido.
Gon la miró con la boca abierta por un momento, pero rápidamente se centró en el albino.

—¡Killua! ¿Estás bien? —preguntó acercándose para ayudarlo.

—Ah...sí... —masculló confundido mientras le echaba una mirada a Gon, y luego a Lía— su-supongo que me iré y los dejaré solos...

Rápidamente se puso de pie, aún tambaleándose por el sueño, pero Gon agarró su mano, deteniéndolo.

—Killua, no...

—¡Déjalo ir! ¡Yo soy tu novia! ¡No eres más que un marica! —gritó mientras lo miraba con furia—. ¡Admite de una vez que estás enamorado de Gon!

El moreno contuvo un jadeo de sorpresa, y Killua se paralizó. El silencio a su alrededor se hizo pesado.

—No es...yo...no... —masculló con la voz dolida. Toda la situación lo había tomado por sorpresa, sin dejarle oportunidad.

—¡Te estás aprovechando de su amabilidad! ¡Alejate de él de una vez y déjalo ser feliz! —gritó nuevamente.

Gon levantó la vista y lo miró con atención esperando algo, pero Killua no lo miró: estaba al borde de las lágrimas, apenas conteniéndose, así que intentó soltarse de su agarre con desesperación, lo que logró con facilidad. Sin mirar atrás corrió lo más rápido que pudo hasta perderse escaleras abajo.
El shock fue demasiado y Gon lo había dejado ir sin siquiera darse cuenta.
De inmediato se puso de pie y torpemente trató de darle alcance, sin saber bien qué haría, pero Lía se lo impidió.

—Supongo que ahora lo entiendes. Soy tu novia y...

—Ya no eres mi novia —la interrumpió con una mueca de asco.

—¿Qué estás...?

Gon se detuvo y la miró a los ojos, con tal intensidad que la chica retrocedió asustada.

—Nunca te perdonaré por esto.

El chico le dió la espalda y se alejó a paso rápido, pensando en alcanzar a Killua, pero a mitad de camino se arrepintió. No estaba seguro de lo que le diría, y no quería empeorar las cosas.
Por un momento se sintió desolado: no sabía a dónde ir ni qué hacer. Lo único que logró entender es que debía alejarse de todo y todos, pues su cabeza estaba llena de pensamientos confusos y dolorosos.

Necesitaba pensar y tomar una decisión.

La Luz de tus Ojos - Gonkillu AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora