62 | Teen Wolf

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Los disparos eran una lluvia incontenible, eran el representante de tanto odio y de ideas retorcidas; únicas de personas que no sabían cuando decir basta, que no les importaba absolutamente nada.

—¡Debemos ir por ellos! —gritó Scott desesperado mientras que  Stiles tiraba de su mano, sin querer mirar atrás.

No quería ver los cuerpos de aquellas personas que por ser diferentes habían recibido una sentencia de muerte. Cuatro mujeres y dos niños, todos como su mejor amigo. Todos como Scott McCall.

—¡Es tarde! —gritó en respuesta—. ¡Lydia, Malia... hay que ir a buscarlas!

La desesperación tiñó su voz y el miedo aterrador de que sus respectivas novias estuvieran en peligro le daban ganas de gritar.

—¡Se escapan!

Dos palabras de Monroe que les dio el incentivo a sus seguidores de recargar sus armas y salir a correr a dos adolescentes.

A varios metros, la pelirroja y la mujer coyote los esperaban con el Jeep encendido.

Sus piernas ardían y Stiles sintió que estaba a punto de desmayarse.

Los ojos de Lydia se llenaron de lagrimas. Aquel sentimiento —conocido— le oprimía el pecho, era como una gran necesidad de gritar, de pedir ayuda.

No iban a salvarse de esa.

De un momento a otro, sin ningún ruido de disparos, el estruendo de un arma en funcionamiento cortó la tensión que sentían.

—¡Noo!

Malia se tapó los oídos. Los vidrios retumbaron y Lydia sintió como sus cuerdas vocales se desgarraban.

Scott sintió un fuerte dolor en el pecho, como si le estuvieran arrebatando el poco aire que entraba por sus pulmones; sin embargo, reaccionó.

Atrapó el cuerpo débil de Stiles en sus brazos.

—No... No —murmuraba con ojos llorosos—. Stiles, ¡Stiles, no te duermas!

La sangre salía por los dos orificios en su blusa gris.

Los quince seguidores de Monroe caminaron a paso lento hacia ellos, ya no tenían porqué correr, los tenían en bandeja de oro.

El abuelo de Alison Argent tenía razón: el chico era la debilidad de todos. Mátalo a él, matas a su alfa.

El tacón de la morena resonó en el suelo, abriéndose paso entre sus seguidores y sonriendo al ver a su mayor objetivo rendido a sus pies.

—Mátenlos.

Una sola palabra. Una simple orden para aquellas personas.

Y Lydia sintió un dolor aún más fuerte, no era igual a la primera vez que gritó el nombre de su mejor amiga, mucho menos como el grito de hacia segundos; era mucho más fuerte, más doloroso.

Era aquella sensación de saber que ella también iba a morir.

Los quince hombres alzaron sus armas y apuntaron a los cuatro adolescentes, con el dedo en el gatillo listos para disparar, tomaron aire.

—¡Ahora! —gritó el que los mandaba.

Las balas salieron con su mayor potencia... Pero nunca llegaron.

Scott abrió los ojos y notó como una esfera roja los rodeaba. Frente ellos, una pelirroja de diecinueve años alzaba sus manos y los protegía de los disparos.

—Elizabeth... viniste... —susurró ocultando lo feliz que le hacia ver a su mejor amiga.

La recién nombrada ladeo su cabeza y lo miró. Sus iris estaban rojos, sus manos largaban pequeños hilos resplandecientes del mismo color; característico de su poder.

Teen Wolf One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora