Atrapados en el Amazonas

15.- Cabaña.

Más y más animales, llegaban alrededor de nosotros.

—¿Qué haremos? —Preguntó Dianet en susurro.

Nadie le respondía, sólo podía ver los animales acercarse a nosotros.

¡No puede ser! ¿Ahora qué haremos?

Miraba todas las opciones que teníamos para escapar, la fogata aún ardía demasiado, tal vez fue lo que los atrajo hasta aquí.

—¡Cuando llegue a tres todos correrán por un mismo lado!, después se separan. ¿Entendido? —Lizuly había tomado la lanza, la cual colocaba en el fuego.

Todos asentimos, estábamos asustados y necesitábamos hacer lo que sea para salvarnos.

—¡Uno!... ¡Dos!... ¡Tres! —Lizuly gritó fuertemente.

Todos comenzaron a correr del lado opuesto al río. Lizuly asustaba a los animales con el fuego.

Yo sin pensarlo comencé a correr detrás de todos. Lograba ver como Diana y Luis cambiaron de rumbo.

Pablo y Dianet tomaron otro camino, fue ahí donde recordé que Lizuly dijo que nos separamos.

Me di cuenta de que Dulce cambio de rumbo sola, decidí ir tras ella, ya que aún cojeaba.

—¡Dulce!, ¡Dulce! —Gritaba sin parar, hasta que ella volteo a verme.

—No sabía con quién irme, todos corrían sin parar —Logró susurrar algo temblorosa.

Nos detuvimos un momento, respire hondo. Estaba cansado, estos días he estado corriendo, si no fuera por mi vida, no correría.

—¡Sigamos!

Dulce comento y comenzó a caminar un poco de prisa.

—¡Estas sangrando! —Susurre brevemente.

Dulce volteo a ver la mordida de su pierna, una mancha roja estaba encima de la venda.

—¡Estoy bien! —Agrego, sin detenerse.

Acelere el paso hasta llegar a ella y la detengo sosteniéndola del hombro.

—No estás bien, déjame revisar —Comente viendo la herida.

Ella me miró por unos breves segundos, luego dio la vuelta y siguió con el camino.

Fruncí el ceño y seguí caminando, Dulce no hizo caso de mi advertencia.

Seguimos caminando, nuestra ropa ya estaba totalmente seca o al menos la mía ya.

Aun así el fresco se sentía igual que hace algunos minutos.

Dulce tomaba la adelantara y yo tenía que caminar más de prisa para alcanzarla antes de que me deje atrás.

—¡Chicos! —Un grito se escuchó no muy lejos de mí.

—¿Quién puede ser? —Preguntó Dulce, ahora ya se había detenido.

—No lo sé, lleguemos pronto a él.

Cambie de rumbo, el grito había provenido de un costado.

***

Salí de entre unas hierbas, detrás de mi Dulce.

Enfrente de mí, solo lograba ver a Pablo, Pedro y Dianet.

—¿Los demás? —Pregunte preocupado.

Dianet y Pablo, se miraron para luego regresar sus miradas hacia mí.