37.- Rencor.

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La cabaña prácticamente estaba cayéndose en pedazos y nosotros aún aquí dentro sin poder hacer nada.

—¡Ortega! ¡Ortega! —Karen, gritaba por la ventana.

Miraba a todos y trataban de impedir que los animales entrarán aquí dentro de la cabaña.

—¡Las camas!, vamos a colocarlas alrededor —Mencione brevemente.

Todos asintieron y comenzaron a quitar lo que había encima de ellas.

—¿Qué hay de Gonzalo? —Pregunto Dianet asustada.

—¡Ayúdame!, vamos a ponerlo ahí —Señale, el centro de la cabaña.

Mientras los demás colocaban las camas alrededor, Dianet y yo cargábamos a Gonzalo.

—¡Oh dios! Su rostro.

Dianet trataba de mirar a otro lado, ya que el rostro de Gonzalo quedo descubierto.

Luego con ayuda de Pablo, logramos ponerlo en medio de todos.

Ahora ayudaba a colocar las camas alrededor, todo se miraba más tranquilo.

Excepto por los arañazos y gruñidos que aún se escuchaban fuera.

—¡Ortega!, tienes que ayudarnos —Está vez grito Marisol.

—¡Cálmense, no hagan ruido, ya se irán! —Grito Ortega, desde fuera.

—Eso no lo creo, no creo que pase eso —Agrego nuevamente Marisol.

—¿Por qué lo dices?

Nuevamente se escuchó la voz de Ortega, Marisol se quedó en silencio unos segundos.

—¡Gonzalo! Gonzalo está muerto —Grito Daniela angustiada.

Por el breve lapso que Ortega se quedó en silencio, pude ver que alguien más se acercaba a la cabaña.

Un silbido se escuchó y los animales se fueron corriendo del lugar.

Juan se acercaba con una red, ¿Ahora qué hará?

—¡Quiten esto!, no responderé que pasará con mi arma si no obedecen —Añadió enojado.

Karen y Luis quitaron la cama que estaba cerca de la puerta, lo que dejo paso libre para Juan.

—¡No nos hagas daño!, por favor —Rosa lloraba.

—Nadie viene por ustedes, vengo por el —Juan señalo a Gonzalo, o al menos a su cuerpo.

—¿Para qué lo quiere? —Pregunto Ángel asustado.

—Le haremos un velorio, él fue una buena persona.

Juan comenzó a reír, esa risa típica de él, que hacia cuándo algo salía bien para él.

—¿Enserio? —Pregunta Paco sorprendido—. Nunca creí que hicieran eso.

—¡Claro que no!, este hombre será nuestra cena —Juan colocaba el cuerpo en la red.

Al terminar salió por la puerta arrastrando la red hacia él.

Me acerque a la puerta y veía como entraba a la selva para luego desaparecer entre los árboles.

—¡Se ha ido! —Marisol salió alegre.

Todos detrás de ella salimos, los animales ya no habían regresado, solo miraba todo el daño que hicieron a nuestra cabaña.

Lizuly y Daniel salieron de la cabaña de un lado.

Daniel y Daniela se dieron un gran abrazo.

—¡No te paso nada! —Daniel sonreía.

—¡No!, estoy bien, muy bien —Daniela, aún no lo soltaba.

Atrapados en el AmazonasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora