Atrapados en el Amazonas

23.- Vamos.

—¡Carlos! —Pedro me movía de un lado a otro.

—¿Qué pasa Pedro? —Pregunte, sin dejar de ver mi celular.

—Mira lo que tengo en las manos —El movía algunas hojas que tenía en las manos —. ¡Anda voltea!

Volteo a verlo, en esos papeles que tenía en las manos decía "Boletos"

—¡Los has comprado! —Sonreí grandemente.

Pedro sonreía, había conseguido los boletos, que llevábamos tiempo buscando. Ahora podremos ir a Cancún.

***

El disparo salió del arma de Ángel, todos quedamos impactados.

—¡No puede ser! —Menciono Pablo.

El disparo había llegado a Juan, el solo tocaba su mano y se alejó de Gonzalo.

Cuando quito su mano, dejando libre la herida, logre ver que esta tenía un agujero.

—¡Ah malditos mocosos!, me las pagarán —Gritaba mientras impedía que le saliera sangre—. Me las pagarán.

El salió de la cabaña, se dirigía hacia nosotros, hacia Ángel.

—¡Gonzalo! —Karen gritó fuertemente.

Juan se había lanzado a Ángel, al cual golpeo con el arma.

Pablo y yo rápidamente corremos a ayudarlo.

—¡Déjalo!, déjanos en paz a todos
—Grite, mientras empujaba a Juan.

—¡Todos ustedes morirán!, todos al igual que Diana y Manuel.

El gritaba mientras se alejaba corriendo.

—¿Estas bien? —Tire mi mano para ayudar a Ángel.

—Sí, gracias, ese hombre es capaz de matarme —Él sonrió, mientras sacudía su ropa.

Dianet y Karen ayudaban a Gonzalo a levantarse.

—¡No escuchen a Juan!, el sólo habla por hablar, recuerden nuestra prioridad es Yulma y Dulce.

El miraba hacia los lados, quería estar seguro de que Juan no regrese.

—El disparo lo mantendrá lejos por un buen rato —Ángel se acercó a Gonzalo.

Gonzalo lo miro, estiro su mano hacia Ángel, para luego agregar.
—: Entrégame el arma, no sé dónde la conseguiste.

—Claro que sabes, encontraste una en el mismo lugar en el aeropuerto, además acabo de salvar tu vida, deberías dejarme portarla, ese hombre estaba a punto de matarte —Ángel sacaba el arma de su pantalón.

Yo solo veía como discutían el uno con el otro, aunque en cierta parte, Ángel salvo la vida de Gonzalo.

—Eso lo sé, estoy agradecido contigo, pero un arma es peligrosa, sea cual sea la situación.

Gonzalo se alejó de nosotros, para entrar en la cabaña.

—¡Rápido!, ¿Qué esperan? —Gritó desde la puerta—. Pronto anochecerá.

Todos nos disponemos a entrar en la cabaña, necesitamos descansar y estar listos para ayudar a Yulma y Dulce.

***

La oscuridad estaba llegando y nosotros nos alistamos para partir.

—¿Todos listos? —Preguntó Gonzalo, abriendo la puerta.

Todos levantamos nuestras lanzas, si así se le podía llamar a un palo que encontramos cerca de aquí.

—Quisiera hacer una pregunta, ¿Acaso entraremos todos?