1.- Concurso.

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Carlos Gómez así es como me llamo. Tengo 16 años y mi vida es como la de cualquier joven de mi edad, con la diferencia de que trabajo dos horas en un centro comercial.

Aquel día la tienda estaba un poco despejada, lo que me daba espacio para platicar con mis amigos. ¿Quién no tiene amigos en el trabajo?

—¡Hola! —Dijo Dianet, mi compañera, mientras se acercaba a saludarme—. ¿Cómo va tu día?

Sonreí levemente mientras tomábamos asiento en una banca.

—Bien, aunque un poco aburrido.

Ella sacó su teléfono celular, lo que ocasionó que me sintiera ignorado.

—¡Lo siento! —Se disculpó y luego añadió, sonriendo—: Respondí un mensaje.

—No te preocupes —Le susurre, todavía un poco molesto.

—Regresaré a trabajar —Se rio.

Asentí. Yo también me dispuse a hacer lo mismo. Así era un típico día en el centro: dos horas cada jornada, tres días por semana. El momento de salir llegó y yo tenía que irme. Salí de la tienda y me dirigí a tomar un camión.

***

Mi madre había preparado ensalada para comer. Todos nos encontrábamos sentados alrededor de la mesa.

—¿Cómo te fue hoy? —Me preguntó ella.

—Bien —Le respondí, estirando el brazo para tomar un trozo de pan—. No ha sido un día tan agotador.

—¿Entrarás al concurso? —Me preguntó Pablo, confundido.

Pablo es mi hermano. Sólo tiene un año menos que yo.

—Creo que no —Le contesté, mientras pasaba la comida y después añadí—: Ni siquiera he visto las bases.

—Créeme, leerlas es inútil —Solo dijo, molesto—. Más fácil es escuchar, todos hablan del concurso.

—Todos no, yo no hablo de él —Le dije, harto del tema—. ¿Qué importa si eres alumno de la escuela? Los premios siempre los ganan los demás.

—¿Te gustaría participar? —Me preguntó enseguida.

—Eso te decía, no lo sé —Y luego agregué, pensativo—: ¿Por qué tanto alboroto? No lo comprendo.

—¿Por qué va a ser? —Me interrogó, sorprendido—: El premio es un viaje al Amazonas. Es increíble que ni siquiera sepas eso.

—¡Ah! —Exclamé, más interesado—. Siendo así, sí que me interesa participar. Además no pierdo nada con intentarlo.

—Bueno ya, basta de tanta plática y pónganse a comer —Nos llamó al orden mi madre, sonriendo.

—Pablo, tú también deberías participar —Intervino mi padre.

—Tal vez lo haga, tal vez no —Expresó él, indeciso.

Minutos después nos retiramos de la mesa. Yo subí a mi habitación, rápidamente, ya que no había hecho la tarea. Abrí el cuaderno. No lograba entender todo con claridad pero contesté al menos más de la mitad de las preguntas.

Sin darme cuenta, la noche había llegado. Necesitaba dormir, estaba cansado. Pero antes tomé un baño, con el celular encendido y colocado cerca de mí. La música me tranquilizaba y el baño era de lo más relajante. Al salir me acosté en la cama y un sueño profundo me invadió enseguida.

***

—¡Carlos! ¡Carlos! ¡Carlos! —Alguien gritaba a mi lado.

Abrí los ojos. Dirigí la mirada al reloj. Este marcaba las seis de la mañana. Pablo me había despertado. Me puse de pie y me senté un rato en la orilla de la cama.

Atrapados en el AmazonasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora