No pasaron ni cinco minutos cuando un grupo de mujeres se reunieron en la puerta de mi habitación con Raquel en frente de todas ellas. La mujer que antes había hablado segura de me iría de Texas le seguía por detrás, me miraba despectivamente y con los brazos cruzados.
Nataly salió al pasillo a hablar con el grupo. Nataly era como mi abogada y la señora malhumorada dispuesta a sacarme incluso con sus propias manos era la defensora de todas las demás. Ni siquiera quiero culpar a Raquel, ella era una mediadora ocasional que se posicionaba entre los dos bandos.
No importa cómo fue: por más que se dijo nadie logro convencer a esa turba furiosa que se había armado. Cuando las mujeres de Texas no tenían lo que querían eran demasiado peligrosas: lanzaban piedras, destruían cosas, robaban. Ya que este era el pequeño mundo que les quedaba, querían que todo fuera conforme a sus peticiones y ni siquiera Nataly podía decirles lo contrario.
No quedó más remedio que cargar a mi bebé y salir de allí.
Tomé las pocas cosas que tenía. Mi ropa se había desgastado con el tiempo, la poca comida que llevaba se había agotado, las cosas que llevaba para mi bebé habían sido juntadas con la de las demás. Tenía poco más que la ropa que llevaba puesta y la cobija con la que cubría a mi Dante.
Nataly se alejó, se fue justo cuando la turba furiosa camino hasta la puerta. Afortunadamente cuando entraron a mi cuarto estaba solamente acomodando a mi pequeño en el hombro.
—Ya me voy —dije seguido de una seña para pedir silencio nuevamente.
No miré atrás. Estaba segura de que Raquel y María harían una seña para disculparse conmigo, pero no tenía caso verla. La demás me mirarían con desprecio o estarían orgullosas de haber logrado su cometido. Nataly y su pequeña permanecerían de pie, nadie iba a tratar de hacer algo.
Con los ojos al frente busqué a donde quedarme, tratando de recordar un lugar que no estuviera habitado, con algún edificio que le faltara al menos un tiempo más para derrumbarse en el que pudiese pasar la noche. Lo más seguro era irme a la derecha, hacia la zona de encuentros, no muy lejos recuerdo haber visto algunas construcciones vacías.
Mis hombros se cansaron y me costaba cubrir a Dante del sol en el camino, le irritaba la luz y pasó prácticamente todo el camino llorando. No tenía un rincón en el cual quedarme al menos unos minutos para arrullarle, el viento se estaba levantando y lo más urgente era al menos arrinconarme en contra de una pared.
La luz del día estaba por desaparecer cuando encontré uno de esos locales de McDonald's abandonado. El techo tenía un enorme agujero, por eso estaba vacío; por ahora era suficiente para cubrirme, nunca llovía en Texas y al menos podría reservar el calor un poco.
Me senté en una de las mesas llenas de polvo donde hace años alguna familia había comido. El establecimiento era pequeño, podía ver los juegos para los pequeños cubiertos de polvo, decolorados y con el plástico roto. Mientras alimentaba a mi bebé que por fin encontró la calma, lloré en silencio pensando que mi vida ahora no tenía rumbo y la de mi bebe estaba perdida en el mismo destino que el mío.
La noche fue mucho más fría de lo que esperaba. Pasar la madrugada en aquellos cuartos era lo suficientemente duro como para ahora pasarla en un viejo establecimiento sin techo y con dos ventanas rotas. Dante no paraba su llanto, seguía una y otra vez por más que trataba de cubrir su cuerpo con el mío, estaba incluso más congelada que él.
La obscuridad que no envolvía era absoluta. Tenía tanta hambre que aun si lo deseara no habría podido descansar en toda la noche. Mis manos temblaban sin saber si era debido al frío o a la falta de azúcar en mi sangre. No veía nada más allá de mi nariz. Cuando miré a un costado, en la bolsa que cargaba había un objeto resplandeciente: eran esos tenis de ejercicio, resplandecientes.
Me iluminé con ellos para sacar toda la ropa que me quedaba, con ella improvisé una cobija para cubrir a Dante recargado en mi pecho y me coloqué en cuclillas tratando de cubrirlo lo mejor posible. Me seguía congelando, el hambre aunada al frío eran imposibles de soportar para una noche de sueño; además, me preocupaba quedarme dormida, bajar las rodillas y descubrir a Dante. Mis pensamientos se iban pensando que podía despertar a la mañana siguiente con Dante a mis pies muerto de frío si siquiera pestañeaba.
No dormí en toda la noche, peor al menos después de cubrirlo dejó de llorar para dormir plácidamente.
En la madrugada solo podía pensar recordando algún lugar mejor donde esconderme, por un momento me imaginé arreglando este lugar para hacerlo una casa al menos habitable; sin embargo, no tenía forma de reparar los juegos, o el vidrio y mucho menos el techo. Mi opción era caminar por la mañana hasta encontrar algún otro edificio habitable, uno que por lo menos tuviera un techo estable.
Mis opciones estaban limitadas a encontrar un lugar, después de eso no había un plan. Básicamente no tenía nada que hacer luego de ello. Pensé en que Dinah podría traerme comida como habíamos acordado, si al menos estuviera aquí o tuviera una manera de contactarla. Mi única alternativa era lograr que algún grupo me aceptara y pudiera darme comida; de otra manera ambos moriríamos de hambre en pocos días.
Así fue que en la mañana recorrí los lugares que conocía. Si encontraba algún grupo la mayoría de estos me corrían, nadie aceptaba a alguien nuevo y la mayoría de ellos conocían mi relación con Nataly, así que jamás aceptarían tenerme en su clan.
Pasé la noche siguiente en un edificio que se veía demasiado inestable, con restos de vidrios por todas partes, pero se mantenía en una sola pieza. Me cubrí como la noche anterior, con mi ropa pero esta vez acunando a Dante entre mis brazos y con algunas prendas en el suelo. Así podía dormir sin el temor a moverme un poco y tirarlo.
Al tercer día de mi partida, pensé que me quedaría sin nada que hacer. Hasta que apareció Nataly.
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Código natal ✔️
Science Fiction•Alaia está embarazada, pero su hijo no tiene permiso de nacer, por lo que deberá huir y buscar refugio en una comunidad de mujeres como ella• Hay personas que no merecen ser padres, o al menos eso es lo que la OCN se dedica a decidir. Desde que las...