│Capítulo veintitrés│

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Estaba más que alegre cuando Diana se fue al atardecer

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Estaba más que alegre cuando Diana se fue al atardecer. Se despidió efusivamente de Nataly y fue cordial con el resto de las chicas; yo, en cambio solamente recibí un apretón de manos con una fuerza innecesaria, que parecía más como una sentencia de muerte silenciosa. Tenía esa mirada de odio, pero a la vez de rencor, parecía reprocharme algo.

—Tranquila, nadie va a sacarte de aquí —me susurró Nataly cuando el camión comenzó a alejarse.

—Gracias. Me asusté muchísimo, pero confiaba en que no permitirías algo así.

—Tienes que disculparla, ha estado muchos años esperando un experimento como el tuyo y el saber que la persona que lo tiene no le interesa utilizarlo es muy frustrante para ella.

—¿Por qué es tan importante? —le respondí.

—Me temo que eso no puedes saberlo, no sin ese experimento.

—¿Tú también tratas de convencerme?

—Para nada. Es tu decisión, aunque le he prometido a Diana que trataré de convencerte y debo cumplir mis promesas.

Nataly estaba dispuesta a cumplir su promesa; pero al contrario de la señorita Diana, ella no consideraba a las amenazas como una manera de convencimiento. Decía estar segura de que en un momento u otro reflexionaría, que no hacía falta nada que ella pudiera hacer para que me diera cuenta de mi error.

Mientras tanto seguíamos como si esa visita tan desagradable nunca hubiese sucedido. Me agradaba pasar el tiempo con Ángela y ella parecía sentir una gran admiración por mí desde que me conoció en la clínica, a la vez a mí me admiraba ella: esa elegancia mantenida aún en las peores circunstancias.

Aun así, no la veía muy frecuentemente, solamente cuando coincidíamos en momentos libres: ella sin tener que formarse y yo sin tener que ir de un lado al otro para revisar o jugar con la hija de Nataly. Mi rutina se mantenía bastante normal mientras observaba como mi barriga comenzaba a parecer de verdad la de un embarazo.

Estaba cerca de la semana doce de gestación cuando llegó la fecha en que debía encontrarme con Dinah. Antes de mi partida acordamos que la encontraría mes tras mes a partir de esa fecha, era un día importante y había pedido "el día libre" a Nataly para visitarla.

Debía caminar mucho, casi lo mismo que había caminado para llegar allí la primera vez, no tenía muchos ánimos de hacerlo con el incesante calor que azotó ese día; aun así me arme de agua potable, un sombrero viejo y mis zapatos cómodos para encontrarla. Suponía que ella estaba bien ¿Qué le podía pasar afuera? Pero, ella no sabía nada de mí desde hacía más de un mes y seguramente estaba preocupada por mi salud.

Había un punto de encuentro común, dónde muchas mujeres se encontraban con sus familiares que les deslizaban la comida. En ese punto en especial estaba como siempre el enorme muro pero con una sección de duros barrotes en lugar del concreto. No permitía gran paso como para ver a una persona de cuerpo completo, pero era suficiente para poder ver su rostro; algo como las rejillas de las celdas de castigo.

El camino estaba trazado, un gis blanco marcaba en las paredes todos los edificios siguiendo una ruta hasta el punto de encuentro. La zona estaba muy desolada en todo el trayecto, parecía una ciudad fantasma y cada chirrido daba la sensación de que un edificio iba a caerse. Cuando estaba a punto de llegar, me di cuenta al ver a algunas familias refugiadas en el interior los edificios; seguramente desaprobaban a derecho a nacer y vivían de lo que otros arrojaban por encima del muro.

Llegué al lugar y vi esa pequeña rejilla de barrotes, por debajo del muro también estaban solo barrotes, con unos espacios tan pequeños entre sí que no pasaría ni una ardilla. Era un muro imponente: una masa de unos 3 metros de grosor de un acero que se presume a prueba de balas, con una altura que desconocía, el reflejo del sol y su gran tamaño no le dejaban ver un final.

Nataly me advirtió que después de los tres metros de altura el muro tenía una alarma que advertía a los soldados, una medida para cualquier intento de escape que se activaba con el más ligero movimiento.  Y en medio de esa imponente construcción estaba una reja diminuta a la altura de mi cara, como si alguien lo hubiese diseñado para terminar de darle el toque final para una prisión estatal.

Era el día, era la hora, era el momento; pero no aparecía. Revisé mil veces mi memoria. Había improvisado un calendario en una hoja y marcaba los días siempre antes de acostarme, definitivamente era el día acordado. No tenía un reloj para revisar, pero había aprendido a conocer la hora por el sol como todas las demás, era la hora exacta.

Probablemente se le había hecho tarde, o quizá había un cambio de horario del que yo no estaba enterada. Decidí esperar, me recargue en el muro para tapar el sol y abanique con mi sombrero para disipar el horrible calor. Hablé con mi bebé:

—¿Por qué será que no llega tu tía Dinah?

Pensé en hablar con las familias en los edificios, pero cuando pasé parecieron esconderse de mí: no parecían precisamente amigables. Comencé a cantar, una canción infantil "Las ruedas del autobús girando van, girando van. Las ruedas del autobús girando van, por toda la ciudad...". Bueno, eso es solo una forma de decir que espere mucho tiempo, y creí que cantar le agradaría a Dante.

Cuando comenzó a meterse el sol entre los edificios dando directamente los últimos rayos del sol en mi cara, supe que no llegaría y volví resignada. Si el anochecer me sorprendía muy seguramente no llegaría a casa o encontraría a Nataly regañándome por mi tardanza.

Estaba preocupada, muy preocupada por Dinah ¿será que ella lo había olvidado? ¿Anotó mal la flecha? Quizá simplemente habían cambiado su turno de trabajo de última hora y no había podido llegar. Traté de dejar de lado cualquier pensamiento negativo y simplemente concentrarme en pensar que mañana seguramente estaría allí.

Pero no, el día siguiente fue exactamente lo mismo y ella jamás llegó. Eso sí comenzó a preocuparme, pensaba que podía haberle sucedido algo malo. ¿Qué tal si la OCN le había atrapado por mi culpa? No había nada en las noticias esa noche, pero podría ser otro de los trucos silenciosos de Wilson para hacerme volver.

—No, eso no lo creo. Para él es más peligroso que encuentres una manera de salir y quieras enfrentártele en busca de tu amiga. Te lo dije, él te necesita aquí encerrada —me dijo Nataly cuando comenté mi preocupación.

—¿Y qué crees que pase entonces?

—Quizá simplemente tuvo algún compromiso. O sea como dices: le cambiaron el turno. Puedes intentar ir mañana más temprano.

Y así lo hice, fui una semana completa a esperar prácticamente el día entero, incluso Ángela me acompañó un par de veces; pero ella no apareció.

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