La aparición de un par de hombres en nuestro lado de Texas nos tomó a todos por sorpresa.
Era de día, pero la noche estaba a poco de caer. Yo estaba en cama, mejor que antes y pendiente de mi hijo. Esa tarde había salido a caminar un poco con él en brazos, dejando que conviviéramos ambos con la luz del sol y probando una vez más el odio de Texas hacía mi.
Estaba tomando una siesta cuando de repente escuché un ruido. Me despertó. No lo distinguí de primer momento, incluso pensé que era parte de mi sueño. Era un grito definitivamente. Se escuchó de nuevo.
—¿Dónde está? —era una voz masculina.
Solo podía guiarme e imaginar un cuadro por los sonidos que veían detrás de la puerta. Un golpe, un grito, personas moviendo cosas, pasos fuertes, llanto. Era como si un ladrón entrara a casa: pero no era uno sino varios, lo sabía por sus pisadas; y no era mi casa, sino la de todas.
Miré a Dante por instinto, quería saber que estaba bien pues me surgió un miedo enorme a qué lo hubieran robado. Estaba perfecto. Dormido, pero comenzaba a retorcerse por el ruido, chupando su dedito para tranquilizarse a sí mismo. De cualquier manera, él que le hicieran algo mientras yo estaba dormida no tenía sentido: los hubiese escuchado entrar a la habitación.
Lo mecí en su cunita, lo que menos quería era que llorara alertando a los demás.
—Llévate a esa —ordenó uno. La voz era aún lejana.
Escuché a la mujer suplicar, llorar y gritar. Los ruidos me decían que efectivamente había cargado a la mujer para llevarla. Tapé mi propia boca para no emitir ningún sonido. Al parecer estaban llevándose mujeres consigo.
Sus pasos me indicaban que iban de habitación en habitación. No tomaban a todas quienes encontraban, parecía más bien que buscaban algo o alguien. Los gritos se acercaban más, el llanto de los niños y sus risas al ver el sufrimiento de todas.
Parecían ser dos hombres. Uno se había ido ya con la otra mujer y el otro que tenía pinta de ser una especie de líder seguía avanzando.
Mi primer instinto fue cargar a Dante en brazos, pero no tenía sentido: en caso de que entrarán solo lo expondría más, y salir al pasillo era una opción suicida. Lo dejé allí, lo puse en rincón para protegerlo y me quedé cerca de él acariciando su pechito. Intentaba tranquilizarlo cuando la que lo necesitaba era yo.
Reaccioné. Tenía un arma, un arma que debía servir para algo. Estaba escondida y corrí por ella. Mis manos temblaban como aquella vez. No sabía si tenía sentido traer la pistola, después de todo no había tenido el valor de dispararla cuando tuve la oportunidad. Miré de nuevo a Dante y me convencí: tenía que protegerlo. Quizá serviría como un susto, no tenía que disparar.
Más cerca. Más. Un paso más.
Escuché como abrían la puerta contigua mientras rezaba a quien sea que pudiera escucharme: que se fueran, que no me llevarán, que no le hicieran nada a mi pequeño.
Sabía que la siguiente puerta en abrirse era la mía, pero eso no evitó que diera un sobre salto cuando vi a ese hombre abrir la puerta. Su rostro era el de un típico ladrón: la sonrisa sucia, el cuerpo musculoso, evidentemente más alto que yo, la maldad en los ojos y esa mirada que reflejaba que para él esto era una simple travesura.
—Aquí estás hija de perra —me miró tirando un papelito que sostenía.
Su mirada se sostuvo en mí: parecía lujurioso, pero a la vez como si hubiese encontrado un tesoro. Estaba feliz, aliviado. Yo no había levantado la pistola, la sostuve con las manos temblando debajo de las cobijas. Él volteó un segundo al cunero que no pude hacer demasiado por esconder y en su mirada a la habitación lo encontró de inmediato.
—Y ese debe ser el puto niño.
Se dispuso a dar un paso. Estaba muerta de miedo, me parecía inútil levantar el arma cuando solo delataría que mis manos no podían ni sostenerse a sí mismas.
—Aléjate de él —pronuncié evidenciando mi voz temblorosa.
—No estás en posición de ponerte exigente — dio el paso.
En ese momento tomé con mis manos temblantes el arma. La sostuve con trabajos y coloqué mis manos como alguna vez Carlos me había enseñado.
Si de algo iba a servir la herencia que Carlos me dejó: sería en ese momento.
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Código natal ✔️
Ficção Científica•Alaia está embarazada, pero su hijo no tiene permiso de nacer, por lo que deberá huir y buscar refugio en una comunidad de mujeres como ella• Hay personas que no merecen ser padres, o al menos eso es lo que la OCN se dedica a decidir. Desde que las...