│Capítulo dos│

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En la semana siguiente ocurrieron varios eventos que mantenían a mi esposo ocupado

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En la semana siguiente ocurrieron varios eventos que mantenían a mi esposo ocupado. Su entusiasmo iluminaba el hogar, claro, si es que él estaba allí; cosa que no ocurrió con frecuencia.

El lunes y martes, se la pasó en el sótano afinando los detalles, haciendo un reporte exhaustivo, ordenó sus papeles y guardó con cariño sus borradores. Afinó los detalles de aparato y lo pintó de azul y café, en eso último fue en lo único que pude ayudarle.

El miércoles a primera hora se bañó, rasuró su barba y se vistió de traje, siempre amé su porte al vestir traje. Después del desayuno, tomó sus planos y otros documentos para el registro de derechos. Estaba sumamente nervioso. Le deseé la mejor de las suertes, acomodé su corbata y finalmente se despidió de mí con un beso.

Esos días me estaba sintiendo un poco mal. Solía contarle esa clase de cosas a Carlos, y él me acompañaba al doctor. Solo que, creí que en esta ocasión estaba muy ocupado para eso. No habría problema en decirle mis síntomas cuando terminara la semana ¿verdad?

Lo cierto es, que mi periodo se había retrasado casi tres semanas; no solía preocuparme, ya que soy irregular, pero en esta ocasión los presentimientos parecían patear mi vientre. Esos tres días que Carlos se fue, pasé más de dos horas mirando mi barriga frente al espejo. Discutía conmigo misma las posibilidades de estar embarazada ¿Qué haría si es así?

En la tarde volvió emocionado, me cargó con entusiasmo y dio una vuelta en el aire tomándome de la cintura.

-¡Lo logré! ¡Lo logramos, amor!

-Iba a preguntar cómo te fue, pero creo que está de más.

-Mañana saldremos a celebrar -dijo al bajarme-. Podemos ir los dos o invito a unos compañeros de trabajo y tú a Dinah.

-¿Qué vamos a celebrar?

-Es pregunta está de sobra ¿Cómo que qué vamos a celebrar? Este viernes me dan los papeles de los derechos por el proyecto. Y ya llamé a la OCN, tengo una cita con el señor Wilson en turno, el sábado a las 12.

-¿De verdad? ¿No dijeron algo de que era ilegal o algo similar?

-No, dijeron que estaban muy interesados en ello.

-¿No parece sospechoso?

-Cariño ¡alégrate! ¿Qué no estás feliz por mí?

-Claro que lo estoy, es solo que...

-Entonces, solo dime. ¿Tú y yo en una cena romántica, o salimos con algunos amigos?

-Me gustaría ver a Dinah -de verdad que lo necesitaba.

-Entonces llámale y dile que tu esposo es un genio.

Carlos corría feliz por la casa. Por mi cabeza pasó que, si fuéramos una familia: él sería de esos padres que en un momento como este llega con regalos para los niños y descarga toda su energía jugando con ellos por horas. Él es ese tipo de persona, y seguramente sería ese tipo de padre.

Quizá la principal diferencia entre mi marido y yo: era que, en lo personal, jamás tuve sueños gigantescos y en cambio deseaba una vida simple. Mis sueños eran tener una linda familia con 2 o 3 pequeños y trabajar como profesora de preescolar. Lástima que, en nuestros tiempos, algo como eso era imposible.

Carlos siempre prometió que podríamos tener una vida así. Decía que después de su proyecto nos iríamos a vivir cerca de la playa y tendríamos un niño llamado Dante o una niña llamada Luna. Ese siempre fue el plan para él, pero ni mi más grande sueño valía arriesgar su libertad. No me casé con sus promesas y era feliz con lo que tenía.

Para mí una promesa así era bajarme las estrellas. Pero bajar una sola estrella nos podría costar todo. Yo ni siquiera podía conseguir un empleo ¿qué haría si algo le sucediera? Parece conformista, y me da igual si lo es; pero, prefería mi vida tal como estaba, en lugar de cruzar esa cuerda floja pensando que al otro lado está la vida de mis sueños. El problema es, que Carlos es todo un equilibrista.

Más tarde llamé a Dinah para avisarle de esa celebración.

-Hola ¿Alaia? -dijo ella.

-Hola, Dinah, soy yo.

-¡Cariño! ¿Cómo te va? -escuché un sorbo de café- Usualmente no sé de ti hasta el sábado.

-Creo que adelantaremos un poco la reunión de esta semana.

-¿Por qué? ¿Pasó algo?

-Sí. Carlos quiere celebrar su proyecto al fin terminado.

-¿Ya acabo ese invento loco del que tanto habla siempre? Wow. Esa si es una novedad.

-Si -dije con cierto desaire.

-¿Y por qué no estás emocionada? Creía que eso era una buena noticia para ambos.

-Se supone que lo es. Es solo que... -me alejé para que Carlos no escuchara- Tengo un mal presentimiento con esto.

-Tranquila, todo estará bien. -desvió el tema de inmediato- Cuéntame ¿qué vamos a hacer?

Por el resto del día, escuché llamadas a los amigos de trabajo cercanos a Carlos. Él les contaba con entusiasmo sus grandes ambiciones, y ellos respondían felicitándolo. No podía alegrarme por mi esposo aun si lo intentaba ¿eran celos? ¿El éxito de mi marido me tenía celosa, porque yo no había logrado nada jamás?

En el fondo de mi corazón sabía que, si esto salía bien, podría cumplir todos mis sueños. Debía estar más que feliz, pero una parte de mí decía "¡Huye! Tómale la mano y corre con él a donde ese aparatejo no exista".

Cuando intenté recobrar la cabeza, me dije a mi misma: "Alaia, tienes que concentrarte solo en tu presente, en tu universo tangible y real; antes de volar a los futuros alternos" y en mi presente real existía un ¿estoy embarazada? ¿Debo decirle a Carlos? ¿Compro una prueba de embarazo?

Lo mejor que pude hacer fue esperar a la mañana siguiente, lo cual no es sencillo si tienes insomnio y un cerebro nocturno. Mi mente maquilaba 100 ideas mientras mi esposo dormía con una sonrisa y daba 2 ronquidos por minuto, incluso pude cronometrarlos.

Después de esa noche, tenía la impresión de que: lo que sea que sucediera a continuación, cambiaría el rumbo de mi vida para siempre. Y no estaba equivocada.

 Y no estaba equivocada

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