│Capítulo diecisiete│

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De un momento a otro la mujer estaba sobre Nataly con ese pequeño cuchillo, ella intentó defenderse con lo poco que tenía en las manos: únicamente contaba con las botellas de agua, así que está misma comenzó a esparcirse por el suelo cuando la muj...

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De un momento a otro la mujer estaba sobre Nataly con ese pequeño cuchillo, ella intentó defenderse con lo poco que tenía en las manos: únicamente contaba con las botellas de agua, así que está misma comenzó a esparcirse por el suelo cuando la mujer lo atravesaba con el cuchillo. Raquel y María soltaron lo que tenían en las manos con rapidez e intentaron sujetarle los brazos; fue inútil, la mujer las lanzó hacia atrás con fuerza.

Nataly no tenía más con que defenderse de esos movimientos aleatorios de furia. La atacante seguía gritando insultos hacía ella diciéndole además que era una asesina; la atacada comenzó a correr por la habitación huyendo de la mujer, mientras las demás intentábamos sujetarla, sin embargo era muy grande y fuerte para nuestros intentos. Nuestra nueva integrante, Ángela, se mantenía inmóvil en una esquina observando con incredulidad.

Aunque intentamos de muchas maneras detener a la mujer, su fuerza y el arma que portaban nos imposibilitaban encontrar la manera. Recordé el arma que tenía desde que Carlos murió, pero estaba en mi cuarto; pensé en ir por ella, sin embargo sería inútil si no me atrevía a disparar, sería aún un mayor riesgo abrir la puerta.

De un momento a otro Nataly corrió entre los cuneros y tropezó en una esquina, parecía haberse torcido el tobillo en la caída y no podía moverse más. La mujer se acercó a ella entre nuestros gritos, lentamente alzó el cuchillo y dio un rápido golpe con él: había hecho una grave herida en su brazo izquierdo cerca del hombro. De un momento a otro, alguien golpeó a la atacante con un florero de cristal en el costado de su cabeza, logrando que la mujer se desvaneciera en el suelo luego de titubear.

Busqué al culpable del golpe y encontré a Ángela jadeando con las manos temblorosas y con pequeñas heridas teñidas en sangre. Raquel y María también la miraban con una gran sorpresa en el rostro pero un enorme alivio en el pecho.

—¿Esta muerta? —dijo aún entre jadeos.

La enfermera revisó el pulso de la mujer.

—No, aún tiene pulso. Solo perdió el conocimiento.

Mientras eso sucedía, ayudamos a levantar a Nataly quien tenía la cara cubierta de lágrimas y sangre. Su brazo estaba totalmente rojo y apenas podía respirar. Imaginé que se soltaría en llanto, sin embargo, parecía seguir resistiendo sus lágrimas a pesar de que un par de ellas brotaron de sus ojos.

—María, por favor quítale ese cuchillo y revisa su bolsa a ver si no tiene algo más —dijo Nataly levantándose.

La ayudamos a caminar entre Raquel y yo. Caminábamos lentamente buscando un asiento para ella.

—Ah, y tú, la chica nueva —dijo Nataly mirando a Ángela—, gracias.

—No fue nada, descuida —respondió ella sonriente mientras acomodaba su cabello.

—¿Cómo te llamas?

—Ángela.

—No hay forma de agradecerte lo que has hecho Ángela —repitió—. No me malentiendan chicas, agradezco que intentarán ayudar, pero ella es mi salvadora.

Ella estaba muy herida al menos en el brazo y se limitaba a tomarme las manos aguantando el dolor. Raquel corrió por vendas, alcohol y otras cosas más para curarla.

—María —gritó Raquel—, por favor ata a esa loca antes de que recobre la conciencia.

—¿Tienes una idea de por qué te atacó? —le pregunté.

—Hay una lista muy grande de gente que podría querer asesinarme —respondió intentando sonreír—. Desafortunadamente no recuerdo el rostro de ella ¿Les dijo su nombre?

—Sí, es Ruth.

—¿Apellido?

—No, no lo mencionó.

—Así no puedo ubicarla, quizá sea más fácil que ella lo diga cuando despierte.

—¿Qué dices? ¿Despertar? ¿Qué vamos a hacer con ella? —interrumpió Raquel.

—Debemos esperar a que despierte y sacarla del lugar, alejarla lo más posible de aquí —respondió.

—¿Y si intenta atacar de nuevo? —habló María.

—No tiene más armas y estará atada. Sé que no es el mejor plan, pero no hay alternativa. No podemos moverla así, ni intentando cargarla entre todas.

—¿Por qué no simplemente la sacan de Texas? —dijo Ángela.

La miramos todas al mismo tiempo, en ese momento lamentaba no haberles dicho desde un inicio que no había salida. Seguramente Ruth pensaba matarla y huir después saliendo de Texas, quizá si hubiera sabido que no había salida, no la hubiera atacado.

Mientras Raquel curaba el brazo de Nataly, María le asistía y era mi turno de hacer bien mi trabajo. Me acerqué a Ángela con un nudo en la garganta y de la forma más suave posible, le expliqué la situación del lugar. Ella me escuchó atentamente y comenzaron a llenarse sus ojos de lágrimas, supo que no volvería a ver a su hijo. Solo pude abrazarla y consolar su llanto.

Ella siguió llorando hasta que Ruth despertó finalmente y comenzó a intentar moverse, ella cambió su llanto por miedo y todas la miramos firmemente con terror.

—Están protegiendo a una asesina —dijo Ruth desde el piso donde se encontraba— ¿Lo saben?

—¿A qué te refieres? —le pregunté.

—Ella mató a mi hija. Apenas tenía dos años y tú la mataste —se dirigió a Nataly.

—Lo siento mucho, era solo mi trabajo. ¿Tu nombre es Ruth Daniels, no?

La atacante se soltó a llorar mientras parecía que todos menos Ángela y yo entendían que estaba sucediendo. La enfermera y su pequeña ayudante María, se encargaron de sacar a la mujer del lugar y no volvieron en un buen rato. Nataly se encontraba mejor, se había lavado la cara, los brazos, ya era capaz de caminar sola y tenía un vendaje que cubría su herida. Entendió que no sabíamos por qué le llamaba asesina y parecía avergonzada, tomó un minuto para dar un respiro y luego habló con nosotras.

—Se están preguntando por qué me dijo asesina y lo admití ¿No? —las dos asentimos con la cabeza y ella continuó— Es una larga historia y creo que ahora no es el momento, puedo contarles un poco más sobre mi vida más tarde u otro día; ahora solo quiero ir a abrazar a mi pequeña.

Ella se dirigió a dónde estaba su hija, Ángela y yo nos quedamos solas. Le di un superficial recorrido por las construcciones importantes en el lugar y le asigné una habitación cercana a la mía. No planeaba ser tan fría y sistemática en mis presentaciones, mucho menos con esa mujer que conocía, pero el día está vez lo ameritaba. Demasiadas emociones para un día, apenas oscureció me acosté para dormir pensando solamente en mi bebé y el mundo tan loco al que iba a llegar.

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