│Capítulo treinta│

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Más pronto que tarde llegó el día en que debía encargarme del maternal

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Más pronto que tarde llegó el día en que debía encargarme del maternal. Creo que uno debería atender toda la noche este lugar antes de embarazarse: sería un excelente método de educación sexual, muchas no querrían saber nada sobre bebés en un largo rato.

Por las advertencias dadas a mi alrededor sabía que sería un trabajo muy pesado. Las recomendaciones más comunes eran que el día anterior durmiera lo más posible, que atascara mi boca de comida en la cena y por respeto a las demás debía presentarme a tiempo o antes.

La verdad me habían figurado tantas veces la guardia como el mismísimo infierno, que ya venía mentalizada para que fuese lo peor del mundo. Y a decir verdad, cuando al fin llegó el momento me sentía una guerrera armada y completamente lista.

Prácticamente todos los habitantes habían tenido que hacer guardia desde su primer mes, y el hecho de que alguien nunca hubiera tomado su turno (como era en mi caso) causaba mucha curiosidad. Como es notorio, los chismes son una gran parte de la cultura en Texas, y el que más estaba activo en este momento era que la ex de Nataly estaba a punto de enfrentarse al maternal.

La cuestión era lo siguiente: Todos los bebés dentro de Texas debían ser llevados al maternal por la noche, sin excepción. Esto más que nada por seguridad y para evitar enfermedades.

Es que las noches del lugar eran extremadamente frías, y mucho más lo eran para una criatura de apenas unos cuantos meses. Los cuartos normales no tenían paredes divisoras y algunos apenas tenían una vieja puerta desgastada; en cambio, el maternal era en pocas palabras el lugar más confortable.

Aproximadamente recibíamos a unos 150 pequeños cada noche, por lo que cada una tenía la tarea de cuidar a más o menos 35 de ellos.

Cuando llegué me dieron lo mejor que podían las instrucciones de lo que debía hacer y para mi fortuna esa noche también estaba de guardia Amina, la que me ayudó en gran medida a entender todo.

Se formaba una larga fila en la entrada desde las siete treinta. Todas debían dejar a sus hijos dormidos. La idea era que luego de las 8:30 p.m. ya no se tuviera que recibir a nadie más.

Creo que todas las madres habían pasado por la guardia, lo que quieras o no te vuelve más considerada con las chicas que ahora les toca estar dentro. Luego de ver cómo atacaban con tierra y piedras formando una turba furiosa; fue un gran contraste verlas haciendo una fila ordenada con las cobijas bordadas con el nombre de sus hijos y su número de cuna, además de sus biberones etiquetados y perfectamente limpios.

Cada una hacía su mejor esfuerzo por entregar a los pequeños dormidos y en las mejores condiciones. Pero en caso de que no estuvieran dormidos aún, debían quedarse a un lado y entregarlos listos.

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