│Capítulo treinta y uno│

350 71 26
                                    

Me consideraba una gran afortunada a juzgar por las pocas molestias que había tenido que pasar en mi embarazo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me consideraba una gran afortunada a juzgar por las pocas molestias que había tenido que pasar en mi embarazo. Había escuchado a muchísimas mujeres quejarse de los horribles dolores, al cansancio y el peso de su cuerpo que apenas les permitía caminar. Quizá es que me había mentalizado demasiado pensando en las molestias que sentiría, eso hacía que aunque la pasaba mal, no fuera tan horrible.

Todo el mundo me aconsejaba quedarme en cama, de ser necesario todo el día exceptuando para ir a comer. Ese era un consejo que de inicio me encantaba tomar: la excusa perfecta para dormir el día entero.

Muchas veces cuando pasaba caminando por allí y alguna mujer —la mayoría un poco más grandes que yo— me veía, me regañaba por mi imprudencia y poco les faltaba para llevarme de la oreja de regreso a la cama.

Lo entendía: si me enfermaba o por algún esfuerzo mayoritario mi pequeño nacía antes, no habría forma de atenderlo. Por eso el consejo general era prevenir, aun si eso significaba pasar demasiado tiempo en cama.

Realmente no me sentía mal; a pesar de que mi barriga había brotado casi de un día a otro luego del primer trimestre, realmente no fui de esas mujeres que parecen a punto de estallar en cualquier momento aun cuando les faltan varias semanas para parir. Era más como alguien que se le nota muy poco.

Aun así solía hacerles caso: volvía a la cama. Pasaba mis manos una y otra vez por mi abdomen al descubierto, esperando que en algún momento Dante decidiera comunicarse conmigo dando alguna patada: aunque cuando lo pensaba de esa manera, sonaba como si estuviera en una sesión espiritista esperando contactarme con algún ser lejano.

En otras ocasiones más tristes llegaba a pensar en cómo de diferente sería mi embarazo si Carlos estuviera conmigo: soñando con él abrazándome, hablando hacía mi barriga y maravillándose cuando sintiera una de esas pataditas.

Me preguntaba por qué no teníamos visión de rayos X. Digo, tengo literalmente enfrente a mi bebé todo el tiempo, lo puedo sentir, él puede escucharme, pero simplemente no puedo verlo. Pensé que en algún momento alguien inventaría un aparato, algo como unos lentes permitieran ven a través de la piel. Sin duda lo hubiera comprado ¿Qué demonios estaban haciendo los inventores si no era eso? Oh cierto, sé que hacían.

La verdad es que estando confinada en el cuarto tan solitario muchas veces me ponía a pensar tonterías como estás. Otras veces más platicaba en voz alta con Dante, como esperando a que respondiera, aunque solo dijera que estaba loca. Quizá era un desperdicio de tiempo seguir esa línea de pensamientos inútiles, pero lo prefería ante otros más serios.

Creo que es parte de mi personalidad: estar siempre haciendo planes de futuro e imaginando todas las posibilidades. Odiaba eso. Porque si no estaba pensando en mi esposo y ese chip que aún guardaba con recelo; estaba pensando en mi futuro y aún peor, en el futuro de mi pequeño.

Código natal ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora