│Capítulo veintiocho│

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El siguiente se trató sin dudas del mes más difícil que tuve que vivir en Texas

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El siguiente se trató sin dudas del mes más difícil que tuve que vivir en Texas. Durante ese periodo traté de mantenerme lo más activa posible ayudando a Nataly para todos los asuntos administrativos. Aún le costaba trabajo caminar y ocupaba ayuda para ello, pero no aceptó seguir en cama luego de que "pudimos ser lapidadas" tal como dijo ella.

Habló con Carmen, le pidió ayuda para donar una parte de sus productos y con los cuales podríamos alimentar a todos durante ese mes. La mujer de la cafetería se mostró muy comprensiva y donó casi la mitad de las cosas que tenía. Gracias a eso logramos aumentar las raciones a dos al día (aunque reducidas), y asegurar que todos los niños pequeños y las embarazadas lograrán comer.

Era una situación horrible para absolutamente todos. Entraban primero todas las embarazadas y los niños; y en ocasiones, para cuando las madres tenían su turno, ya no quedaba nada, obligándolas a esperar hasta el día siguiente para probar un bocado.

Nataly, Raquel, María y yo decidimos no comer en el comunitario y en lugar de eso utilizábamos los ahorros para comprar en la cafetería. La cafetería no había estado tan llena antes y al menos una vez al día nos encontrábamos con alguien rogando por comida a Carmen, ella solo accedía cuando se trataba de un niño que luego de su minúscula ración aún moría de hambre.

A pesar de todo pronóstico logramos pasar esa ardua temporada sin algún motín o protesta: creo que ni siquiera tenían las fuerzas para protestar. Además que la figura de autoridad en Nataly se había vuelto más fuerte porque la veían como alguien que había escapado de la muerte. Ahora corrían los rumores de que había estado en coma y había salido de el de manera celestial.

Cuando vi a Dinah de nuevo tenía muchísimas cosas que contarle, pero no quería preocuparla. Aunque para mi buena fortuna ella me recibió con una noticia que al menos resultaba agridulce y no amarga.

—Me ofrecieron volver a mi antiguo empleo —confesó un poco preocupada.

—¡Eso es increíble! Me alegra mucho —le respondí mientras trataba de al menos darle la mano para felicitarla.

—Solo hay un problema: debo volver a la sede principal, no puedo trabajar desde aquí —suspiró tristemente—. Mi jefe comenzó a extrañar a su antigua amante, y me ofreció un ascenso ahora que se enteró de que no estoy embarazada; pero me quiere cerca de él.

—Creo que deberías ir.

—No quiero dejarte sola ¿Sabes?

—Sé que no. Pero has estado sufriendo mucho en este otro trabajo, y esto es una gran oportunidad.

—¿Estás segura, cariño?

—Si —le sonreí sabiendo que la extrañaría muchísimo—. Solamente prométeme una cosa: trata de buscar otro trabajo una vez vuelvas a casa, no mereces tener que ser la amante de tu jefe.

Tuvimos una triste despedida. Realmente me sentía preocupada, pues no sabía cuándo podría volver a verla, pero estaba feliz sabiendo que podría volver a su antigua vida. Ella prometió que se haría un espacio para verme antes de que Dante naciera, pero no era seguro por sus múltiples viajes y lo mucho que la demandaba estar en un nuevo cargo.

Sin saberlo Dinah contribuyó a este periodo nuevo en mi vida que tenía planeado. Ahora tenía una charla pendiente con Nataly. Decidí hablar con ella al día siguiente de la nueva llegada de las provisiones, con lo que el caos había terminado.

—Nataly... necesito decirte algo —irrumpí muestra conversación habitual.

—Dime —respondió con una cara realmente seria y con notoria preocupación.

—Quiero... bueno, quisiera —titubé, pero luego tome valor y continúe—. Quiero dejar de trabajar contigo.

—¿Es por el ataque que hicieron? No tienes que preocuparte, te juro que eso no va a volver a suceder.

—No, no es por eso. O bueno, si lo es pero no exactamente.

—Alaia...

—Déjame explicarte. Realmente disfruto mucho de tu compañía y de hacer estas guardias contigo y tu pequeña, pero no me siento realmente útil.

"En este último mes entendí por qué muchos nos odian, creyendo que somos injustamente privilegiadas. A pensar que no les doy la razón, pues también hacemos cosas; creo que realmente yo soy innecesaria en este trabajo y prefiero ser como las demás. Quiero ayudar en la cocina, el maternal y también ayudar a Karen en la escuela; quiero que me anotes en la lista y quiero formarme en la fila de embarazadas como debe de ser.

—¿Crees que yo hago las cosas mal?

—No, no. Entiendo que no puedes esperar en la fila porque debes revisar el inventario y como cocinan a la misma hora. Tú haces todo muy bien, pero en realidad no me necesitas. Eres perfectamente capaz de hacer las cosas solo con la ayuda de Raquel y María —traté de corregir su idea—. Pero me gustaría que siguiéramos siendo amigas, espero que no creas que deseo abandonarte.

—Alaia —sonrió tomando mis manos entre las suyas—, no voy a ser mala contigo solo porque no quieras trabajar conmigo. Cuando te ofrecí esto, fue solo porque realmente quería ayudarte y creí que te gustaría; pero si no es así está bien. Siempre que tú estés bien, lo estaré yo.

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