│Capítulo trece│

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Una parte de mí decía que aceptar estaría mal, que era un acto corrupto

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Una parte de mí decía que aceptar estaría mal, que era un acto corrupto. Esa vocecita en mi cabeza se desvaneció cuando me comparé con Carlos: A él le ofrecieron algo corrupto, pero que aseguraba el bienestar de su familia. Si bien, él no aceptó el trato y por eso ahora estaba yo aquí, yo si iba a aceptar.

Cuando consideraba la posibilidad de ir a Texas, pensaba que la gran desventaja era que nadie podía asegurar el bienestar de mi hijo allí; nadie excepto Nataly, ella si podía. Era una especie de jefa o presidenta del lugar y todos estaban a su disposición. Me estaba ofreciendo la posibilidad de tomar el mismo cargo que ella. Además, era agradable, me parecía una buena madre y muy buena compañía.

—Es como si ascendieras de puesto —me dijo.

—¿Estás segura de ascenderme a mí? Aunque estudié, nunca he trabajado.

—¿Qué estudiaste? —su voz notaba una ligera emoción.

—Economía.

—¡Perfecto! Las cuentas me dan mucha pereza, estás perfectamente capacitada para el puesto. La mayoría de los que están aquí apenas terminaron la educación media, si el puesto requiere una licenciatura, tú serías de las más aptas.

—Está bien, acepto.

—¡Genial! —exclamó y su pequeña comenzó a aplaudir—, Ya que terminaste el desayuno, te daré un recorrido y de paso te explico cómo puedes ayudar aquí.
Salimos de la cocina por la puerta trasera, Nataly mencionó que de salir por enfrente, podían hacer una revuelta por entrar. Comenzamos a caminar, y cuando nos alejamos ella continuó hablando.

—Con el tiempo te irán conociendo. Las labores rotan siempre, así que no puedo presentarte de manera oficial; sin embargo, cuando llegue Diana y los demás de Derecho a Nacer, te presentaré.

—¿Quién es Diana?

—Es la fundadora de la organización.

—¿Viene aquí?

—Viene a verme —dijo como broma—. Ella viene junto con el camión de los víveres, ellos entregan la comida, pañales, ropa y todo lo necesario para el mes. Tendrás una lista con todo lo que llega y como debe administrarse; ahorita puedes ver muy llena la cocina, pero si no se administra bien no llegaremos a fin de mes y habrá revueltas.

—¿Cómo las marchas en la ciudad?

—Ja —rio de una manera sarcástica—. Eso no es nada comparado con como se ponen aquí si los recursos no llegan a fin de mes.

—Eso no suena bien.

—No, pero por eso hay que hacer bien las cosas —retomó su conversación—. Cómo te decía: los puestos van rotando, existe una lista de labores, las únicas que no figuran allí son la profesora, tú y yo.

Caminábamos por las calles, ella me guiaba hacía el siguiente edificio a visitar. El paisaje de Texas me parecía exactamente igual a esas fotos sobre las ciudades después de la guerra o en más películas post apocalípticas. Había algunos edificios, pero la mayoría de ellos parecían en ruinas totalmente, Nataly sabía perfectamente cuáles de ellos eran funcionales.

Al parecer los edificios más pequeños eran los que continuaban de pie, los más grandes estaban parcialmente derrumbados o a punto de hacerlo. En la visita guiada, ella señalaba los edificios a lo cerca y lejos y me decía su historia o funcionamiento.

—Esos tres de allá, están adaptados como viviendas.

—¿Solo esos tres? He visto a mujeres viviendo en casas de campaña y en otros edificios.

—Las que viven en otros edificios están rompiendo las normas —suspiró—. Verás: hicieron una evaluación sobre los edificios habitables, antes de eso vivían en cualquier lugar y algunos edificios se derrumbaron con personas dentro. Se les indica en donde vivir, pero algunas no hacen caso a las advertencias; quienes están en casas de campaña es porque no alcanzaron vivienda segura y prefieren atender correctamente las medidas de seguridad. Diana dijo que quizá en algunos años puedan reestructurar los edificios viejos para que sean habitables, por ahora, como verás solo los pequeños resistieron el paso del tiempo.

—Ya veo ¿Y qué tal la construcción de allá? Parece segura.

—Tienes mal ojo, tiene una apertura en el techo justo en medio y puede caer el resto de él el cualquier momento. También debemos alejarnos un poco de los edificios grandes en ruinas, si se caen podrían destruir a los más cercanos. Con las condiciones que tenemos, lo poco que podemos hacer es darles seguridad o al menos eso intentamos; es solo que, muchas creen que estamos exagerando y prefieren arriesgarse.

—¿Y qué tal aquel?

—Esa es a dónde vamos, es una pequeña escuela.

Me explicó sobre a escuela a la que nos dirigíamos. Solo había una pedagoga quien trabajaba allí. Los niños estudiaban hasta lo que más o menos sería la primaria o algo similar, se iban incorporando desde los 4 o 5 años y aunque podían permanecer, se recomendaba que dejarán de ir a los 13 o 14, pues no había mucho espacio y la profesora no podía enseñar gran cosa luego de eso.

El lugar era pequeño y cuando entramos había montones de niños sentados en el suelo escuchando a la profesora. La mujer a su vez, tomó un pequeño receso al vernos llegar, dejando a los niños tomar un descanso de igual manera para jugar.

—Hola, Nataly ¿Qué te trae por aquí?

—Vine a presentarte a esta chica —me señaló—: ella es Alaia, y ella es la profesora Karen.

—Mucho gusto —le dije.

—Igualmente —luego se volteó a cargar a la pequeña de Nataly—. ¿Cómo está mi niña? —dijo dirigiéndose a la nena, ella a su vez balbuceó algo y la abrazó.

—Ella será mi ayudante —le habló Nataly.

—Esta muy bien.

Karen fue a jugar con la pequeña, no parecía prestarme demasiada atención, por lo que Nataly prefirió dejarla jugar y hablar nosotras dos.

—Aún no sé el nombre de tu pequeña —le mencioné.

—Se llama Tracy, sé que no lo parece, pero la adoro más que mi vida —suspiró cuando miré sus ojos vidriosos y cambió la conversación—. Karen llegó aquí embarazada, tenía esa gran ilusión en los ojos y estaba dispuesta a todo para salvar a su niña; sin embargo, la bebé no sobrevivió al parto. Así le pasa también a muchas otras y no hay nada que hacer. Ella está muy apegada a Tracy, la quiere como si fuera su hija.

—Dudo que solo sea con Tracy —dije sonriendo al verla jaguar con todos los niños de su clase.

—¿A qué te refieres?

—Ve en que condiciones trabaja, da clase solo de voz a más de 50 niños sentados en el piso, todos de diferentes edades ¡Y es feliz! Se ve que le encanta su trabajo a pesar de las condiciones, y es gracias a que ama a cada uno de esos pequeños como sus hijos.

—Estás aprendiendo a deducir muy bien.

—Ja, no, no es eso. Yo quería ser profesora y también madre, sé lo que ella siente.

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