│Capítulo veintiuno│

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Estaba soñando

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Estaba soñando. A través de unas rejas podía ver a Dinah cargando a un pequeño niño, él me sonreía y mi amiga parecía muy feliz de tenerlo entre brazos. Ella y yo charlábamos tranquilamente y no comenté nada, aunque en el fondo me estaba preguntando ¿cuándo se había embarazado?

Después de una pequeña charla, ella comenzó a decirle al niño "Despídete de mami" y el pequeño con una sonrisa comenzó a agitar su mano para despedirse. Caí en la cuenta de que ese era mi bebé y por alguna razón yo estaba en Texas encerrada y él afuera con Dinah. Comencé a tratar de excavar en arena intentando salir por debajo del muro, mientras que ella se alejaba sonriente y el pequeño se acurrucaban en su pecho. Por más gritaba y arañaba, no logré salir y solo pude observarlos al alejarse.

Desperté hecha un mar de lágrimas en medio de la madrugada, empapada en sudor y muy asustada. Me aferré a mi apenas resaltante vientre con gran temor mientras continuaba llorando. Pensaba que la Alaia de mis sueños estaba loca y no entendía su decisión de dejar al bebé por cuya vida estaba luchando justo ahora. No quería que se alejara de mí, jamás.

Tenía pesadillas constantemente: algunas sobre mi bebé, otras sobre el asesinato y algunas sobre Carlos. Los sueños con mi marido tenían una amplia variedad: en algunos estábamos juntos de nuevo y la verdadera pesadilla era despertar; en otros repetía la escena de su muerte con él diciendo que debí decirle lo del bebé; y en algunos otros él me hablaba, a veces era dulce y en otras solo parloteaba de sus experimentos mientras yo le gritaba del embarazo.

No me gusta soñar, no suelen ser buenos sueños. Tampoco me agrada hablar mucho sobre mis sueños porque no son reales, por hermosos u horribles solo son algo creado por mi cabeza. Mis más espantosos sueños nunca me habían hecho llorar: excepto este. Esto era algo que aún podía volverse realidad, y que no entendía el significado ¿era una simple señal de que comenzaba a amar a mi Dante?

Después de una hora de llanto y pensamientos rápidos, intenté volver a dormir, aunque estoy segura de que tardó una hora más. Sentí que fue solo un parpadeo cuando Nataly llegó a despertarme.

—Arriba Alaia, hay trabajo que hacer.

—¿Qué ocurre? —respondí en un puchero mientras me tapaba los ojos.

—¿Lo olvidaste? —me miró con enojo a lo que respondí con una sonrisa exagerada y un intento de recordar—. Si, lo olvidaste —se molestó—. Desde el día que llegaste, te dejé un calendario con este día marcado en rojo. Hoy llegan las provisiones.

—¿Es hoy? —alarmada me levanté a prisa.

Me ponía sumamente nerviosa conocer a Diana: era una especie de líder y también mi jefa ¿Qué haría si le desagradaba? ¿Qué tal si me odiaba tanto que decidía alejarme de aquí? Iba a conocer a una mujer tan importante con los ojos hinchados y sin haberme preparado para ello.

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