│Capítulo diez│

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En mi ingenuidad, tenía la esperanza de encontrar detrás de esa puerta una recepción con muchas mujeres

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En mi ingenuidad, tenía la esperanza de encontrar detrás de esa puerta una recepción con muchas mujeres. Soñaba que mi recibirían con alegría, ayudarían con mis maletas, me darían alojamiento y hasta atención médica. Cómo si me hubiesen estado esperando, tendrían una especie de banquete y una habitación para mí.

Mi ilusión se rompió en pedazos cuando al cruzar la puerta, no había nada. Le hablé al soldado preguntando dónde estaba todo el mundo, a lo que me respondió que: había una pequeña villa con algunas personas a 8 o 10 kilómetros.

Llevaba muchas cosas en las manos, en realidad era todo lo que pude tomar: traía dos cajas de pañales de recién nacido, un par de biberones y tres bolsas llenas de ropa de bebé y una de ropa mía. Debía caminar hasta allá con el ardiente sol a plenitud, era como un desierto, lleno de arena que me quemaba los pies aún a pesar de los zapatos.

En mi camino encontré un par de señalamientos que me indicaban que iba en el camino correcto. Comencé a sudar tanto que este sudor entraba a mis ojos y me obligaba a saborearlo en mis labios. Mis manos comenzaron a hormiguear con el peso de las bolsas. También se respondió mi pregunta: efectivamente había McDonald's en Texas, sin embargo, no estaba en funcionamiento ni tenía tejado; solo unas sillas, en una de las cuales me senté a descansar unos minutos.

Me detuve a hablarle a mi bebé nuevamente. Le prometí que todo estaría bien, que pronto podríamos comer algo y beber agua, descansar y pasar tranquilos los próximos nueve meses hasta que llegara a mis brazos. A pesar de que externaba mis pensamientos en voz alta, con el fin de tranquilizar a mi bebé; en el fondo estaba consciente de que mi bebé estaba bien, la única nerviosa era yo.

Sentí que había perdido el rumbo cuando dejé de ver los letreros. Ya no pensaba más en un lugar cómodo para dormir, me conformaba con llegar y si me iba bien, podría pedir una manta para dormir en la arena. Cuando mi estómago comenzó a gruñir fuertemente saqué la hamburguesa que había comprado, realmente creo que me dio fuerzas; olvidé por completo mi asco ante la comida de McDonald's's y sentí cada mordisco como la gloria. Ahora solo necesitaba un vaso de agua urgentemente.

Mis piernas estaban a punto de dejar de responder cuando divisé a lo lejos una construcción rudimentaria y otros pequeños edificios junto a algunas casas para acampar. Tomé fuerzas no sé de dónde para continuar mi camino, comencé a caminar más rápido y a hacer señas a lo lejos por ayuda. Afortunadamente, una mujer señaló hacía dónde me encontraba, seguido de ello algunas más se apresuraron a mi auxilio.

Un par de chicas me tomaron los brazos y me ayudaron a caminar, guiaron mis pasos hasta la construcción más grande. Ese lugar tenía un aroma a leche y a bebé, estaba lleno de cunas para bebé en filas, pero todas estaban vacías. Mis salvadoras me dieron ese vaso de agua que tanto anhelaba y comenzaron a curar las heridas de mis pies y a hacerme preguntas. Había tres mujeres y una niña pequeña de unos tres o cuatro años.

—¿Estás embarazada? —dijo una.

—Si, lo estoy. Tengo seis semanas.

—¡Raquel! Ven a revisarla, por favor —gritó—. Raquel es la única enfermera aquí, ella va a revisar cómo está tu bebé; pero no te alarmes, estoy segura de que está bien —asentí y ella me siguió revisando—. Ella es María, se va a llevar lo que has traído: aquí todo se comparte, pero tu bebé va a tener pañales, ropa y leche si así lo requiere en su momento.

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