│Capítulo treinta y tres│

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Mis ojos se llenaron de lágrimas desde que me di cuenta en lo que está historia terminaría, pero no fue hasta que los ojos de Ángela se cerraron que pude dejar salir mi llanto

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Mis ojos se llenaron de lágrimas desde que me di cuenta en lo que está historia terminaría, pero no fue hasta que los ojos de Ángela se cerraron que pude dejar salir mi llanto. Aunque teniendo a su pequeña en brazos no iba a llorar tan profundamente como lo desearía. Ella había logrado quedarse dormida mientras chupaba su diminuto dedo.

Solo podía tapar mi boca, llorando en silencio. Sentía ese nudo en la garganta y una opresión en el pecho mientas veía en la cama el cuerpo de mi amiga. Hacía unas horas que hablaba con ella sobre lo mucho que extrañaba a su familia y lo emocionada que estaba por conocer a su hija; y ahora estaba allí, inmóvil. Era como si el destino no pudiera ser más cruel.

Raquel permanecía a los pies de la cama con la cabeza baja, no podía verla, pero podía escuchar como trataba de contener su llanto. Tenía las manos cubiertas de sangre y no había dicho una palabra desde que gritaba intentando detener la hemorragia.

María se puso de rodillas cuando Ángela cerró los ojos y comenzó a susurrar con la cabeza abajo. Observaba como en sus pantalones caían lágrimas a pesar de que su voz mantenía el mismo ritmo.

La primera en moverse de su estado fue Raquel, quién salió de la habitación abruptamente luego de sorber su nariz y limpiar su cara con la manga de su blusa. Yo la observé sin saber qué hacer además de permanecer llorando y arrullar a la bebé. María no se movió, probablemente estaba rezando.

Amina entró a la habitación y solo pudo cubrir su boca al descubrir la escena sangrienta y trágica que habíamos dejado. Decidió salir, ni siquiera había entrado por completo a la habitación, creo que no quería que su hijo entrara tras de ella.

Al poco rato Raquel regreso, está vez con las manos limpias y acompañada de Nataly. Me vio cargando a la recién nacida y con el rostro empapado. Levantó la cobijita para ver a la pequeña y sonrió; después tomó un segundo para limpiar mis lágrimas con su mano, pero no habló. Se acercó a la cama.

—Lo hiciste muy bien, querida. Ahora puedes descansar —le susurró al tiempo que juntaba las manos de Ángela sobre su regazo.

Eso hizo que mi llanto volviera a fluir por mis mejillas, está vez sin que tuviera la fuerza para contenerlo. María se levantó para tomar a la pequeña en brazos, la cual había comenzado a moverse cuando mi llanto se volvió escandaloso. En cuanto ella tomó a la bebé yo simplemente me arrojé para abrazar a Nataly y seguir llorando.
Era hora de llevarla.

Ese fue el día que conocí el improvisado y triste cementerio que tenía Texas. Un lugar un poco alejado de dónde la mayoría de nosotras estaba albergada, era un pedazo de tierra donde el aire se sentía frío y sabías que no llegarías a él con una sonrisa en el rostro.

No era la primera vez que alguien moría en Texas, ni la primera vez que alguien moría durante el parto, tampoco sucedía todos los días al punto en que a nadie le interesara; simplemente sucedía. No era la primera vez, solo la primera vez que yo lo veía.

Sabían que hacer, sabían cuál era el ritual en estas situaciones tan trágicas. Raquel debía atender al recién nacido; María le ayudaría limpiando, pero está vez sería más difícil, ya que la pequeña había nacido en el cuarto de la enfermera; Nataly encargaría a alguien que cave la tumba. Mucha gente se reuniría, todos la conocen, sea quien sea, después de todo allí todos conocen a todos.

Fue después de la comida, yo no probé ni un bocado a pesar de la insistencia. Cómo en una caravana todos caminamos hasta el llamado cementerio. Algunos lloraban, otros rezaban, cantaban o se mantenían en silencio con la cabeza abajo.

Un hombre era el responsable de guiarnos. Él llevaba en brazos a Ángela envuelta una sábana; habían hecho el mejor esfuerzo por limpiarla antes de envolverla, pero aún podía ver las manchas de sangre. 

El cementerio era realmente solo un pedazo de tierra con algunas cruces o piedras grandes con escritos que ayudaban a identificar dónde estaban los cuerpos. Pero no sé sentía como un simple terreno árido, de hecho, desde que vi las cruces asomadas a lo lejos pude sentir como se hundía mi pecho.

Tanta gente, tantos muertos, alejados de todo el mundo como si los hubiéramos olvidado y pasado la página, en este terreno solitario y desértico. ¿Cuántos de ellos jamás habían conocido el exterior? ¿Cuántos eran bebés o niños? ¿Cuántos eran madres como Ángela? ¿Cuánto me faltaba a mí para estar aquí? ¿Y si me pasaba lo mismo? ¿Y si dejaba solo a mi hijo cuando apenas lo había podido conocer?

Estaba inmersa en mis pensamientos y sentía como si estos me comieran por dentro. Miraba a la bebé de Ángela dormida en los brazos de Raquel, completamente ajena a lo que estaba pasando; mientras la tierra caía sobre una sábana llena de sangre.

Si no hubiera ido a esa clínica Ángela no hubiera reparado en su decisión y ahora estaría junto a su esposo e hijo afuera; en cambio estaba dentro de un hoyo, en un lugar que jamás visitaría su familia. Esto era de alguna forma mi culpa, todo comenzó por mí.

No podía dejar de pensar ¿Tomó las decisiones correctas? Sabiendo el resultado final ¿Habría hecho lo mismo? Y si yo supiera que acabaría igual, ¿Aun así habría salido de la clínica?

 No podía dejar de pensar ¿Tomó las decisiones correctas? Sabiendo el resultado final ¿Habría hecho lo mismo? Y si yo supiera que acabaría igual, ¿Aun así habría salido de la clínica?

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