•Alaia está embarazada, pero su hijo no tiene permiso de nacer, por lo que deberá huir y buscar refugio en una comunidad de mujeres como ella•
Hay personas que no merecen ser padres, o al menos eso es lo que la OCN se dedica a decidir. Desde que las...
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Allí estaba, con un arma en el saco, tirada en la banqueta, llena de lágrimas y con un bebé en el vientre. Hace media hora o más que me había instalado en el piso, y no veía hora de irme ¿a dónde?
Mi esposo había muerto. Sabía que existía un gran riesgo de que se le encarcelara y si le encontraban culpable, muy seguramente recibiría una pena de muerte; sin embargo, no imaginé, ni una vez entre mis mil futuros alternos, uno como el que acababa de suceder.
¿Por qué? ¿Por qué lo habían asesinado? No me planteé en toda mi existencia la posibilidad de que nuestro presidente fuera una especie de sicario. Creí vivir en un lugar con justicia, confiaba en ello, y ahora mi mundo estaba de cabeza totalmente. ¿Por qué matarlo así tan clandestinamente? ¿Por qué no dar a la luz su invento?
Creo que cualquiera puede sacar mejores conclusiones que las mías, para mí era imposible. Mi educación siempre fue aristocrática como la de todos los que conozco: nos muestran a la familia presidencial como cercanos que velan por nuestra seguridad desde hace generaciones, que cuando algo nos pueda ayudar, ellos lo darán a conocer. Y ahora me doy cuenta de que no.
Mi visión política y mi concepción del mundo en el que vivía estaba mal, y no sabía qué pensar ahora. Aunado a eso, mi esposo: protector, guía y mi gran amor, estaba muerto a manos de la familia presidencial.
Y yo, yo estaba cargando un bebé ilegal en mi vientre. Mi hijo no tenía un padre, y su madre no tenía familia, no podía ni siquiera encontrar un empleo. El panorama no pintaba bien para mí, y mucho menos para él.
—Yo sé que es difícil, pero a veces es lo mejor, señorita —hablaba una mujer que se acercó a mí, era bastante mayor y vestía andrajos.
—¿Disculpe? —le dije desconcertada.
—Abortar —bajó la voz y señaló la clínica a un costado mío—. Puede ser una decisión dura, pero para ellos es mejor que una vida de miserias.
La mujer se retiró y siguió su camino en la calle pidiendo limosna. No había notado que estaba al lado de la clínica de abortos. Me levanté y caminé hacia la entrada. Siempre presumían al aborto como "Un proceso rápido, seguro, anónimo y un deber ciudadano", por lo que supuse no habría problemas.
Si yo no tenía rumbo ¿cuál podría tener mi hijo? Su vida estaría llena de huidas, hambre, escasez. Si tan solo le hubiera dicho a Carlos del embarazo, las cosas serían muy distintas ahora: pudo haber aceptado el trato y aún seguiría vivo.
Y aquí estaba, en la fila de sillas blancas a punto de pasar. Para todas parecía algo tan natural, tan sencillo ¿no amaban a sus hijos? ¿En esa sociedad vivimos? Al parecer abortar era un deber ciudadano realmente, si no tienes permiso, lo mejor es deshacerte de esa clase de "problemas".
La mujer a mi lado, la que se limaba las uñas, yacía con una cara tranquila, pero al observarla bien, noté que se estaba rompiendo por dentro. En un momento, llegó un hombre con un niño de unos seis años. El niño abrazó fuertemente a la mujer, ella le correspondió el abrazo, aunque un poco desconcertada.
—Te dije que lo llevaras a casa —le dijo la mujer al señor.
—Lo lamento. Te extrañaba mucho, no dejó de llorar hasta que vinimos.
Una lágrima amarga rodó por mi mejilla al contemplar esa escena; no sabía si era por felicidad o de tristeza. Me hacía feliz contemplar una familia, era todo lo que yo deseaba, me enternecía el amor mutuo que se expresaban el niño y la mujer. Y me entristecía saber, que un pequeño tan lindo como él, estaba a punto de ser abortado, y probablemente no era el primero.
Ese amor, tan puro y sincero era... Simplemente inalcanzable para mí; o al menos eso pensé toda mi vida ¿abortar es deber ciudadano? ¿Realmente debía deshacerme de mi bebé?
Es cierto, no tenía a nadie más. Mi esposo era toda mi compañía y soporte, y ahora... Bueno. Pero, si yo no tenía a nadie ¿a quién tenía mi hijo o hija si yo le daba la espalda? Si su propia madre creía en el cómo un problema.
No era un problema, podía ser mi compañía; él podía ser mi motivo de seguir, y yo haría todo por protegerlo. Era lo único que me quedaba de mi esposo. Y no, no era un reemplazo, era simplemente mi hijo; mi Luna o mi Dante.
—La que sigue —llamaron desde el consultorio.
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