│Capítulo veinticuatro│

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Mi horrible costumbre de sobre pensar las cosas y hacerme miles de caminos alternos, siempre imaginando la peor situación posible; ahora me tenía más preocupada que nunca

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Mi horrible costumbre de sobre pensar las cosas y hacerme miles de caminos alternos, siempre imaginando la peor situación posible; ahora me tenía más preocupada que nunca. La tensión solamente iba en aumento cada día que pasaba sin que Dinah apareciera. Sentía una enorme impotencia al no poder salir y preguntar qué había sucedido con ella.

—¿Aún no aparece? —me preguntó Nataly al ver mi cara desilusionada un día más.

—No, es el quinceavo día que voy y ella no está. Creo que realmente no puedo poner más excusas, algo malo realmente le sucedió y lo peor es que no puedo saber que fue.

Cada vez que hablaba de ella tenía un enorme nudo en la garganta y el impulso de tocar a mi bebé, como si eso me ayudara a no llorar. Me sentía sumamente preocupada por su bienestar y eso se combinaba con un sentimiento de ser completamente inútil, no podía hacer nada por ella.

—Nataly, ¿Hay alguna forma de salir a buscarla?

—¿De qué manera exactamente?

—La que sea.

—¿Estás segura de lo que estás diciendo, Alaia? Deberías cuidar tus palabras antes de declarar que harías cualquier cosa.

—Estoy hablando en serio —dije antes de que mi voz comenzara a quebrarse— si para salir a buscarla necesito darte el chip, lo haré, en serio. Simplemente no puedo seguir sin saber que le ha sucedido —en ese momento rompí en llanto—. Ella hizo muchas cosas por mí desde que la conozco, incluso dejó toda su vida para ayudarme con mi hijo, no puedo seguir torturándome con la idea de que podría estar muerta o quién sabe dónde.

—Alaia, tranquila —me dijo a la vez que me abrazaba y comencé a llorar en su hombro intentando seguir explicando mis sentimientos.

—Estos últimos días no he hecho más que ver las noticias buscando algo sobre ella; no he dormido prácticamente nada; me tortura la idea de no verla ni una sola vez.; he recorrido el muro varios kilómetros y gritado su nombre intentando escuchar su voz. No puedo seguir así. Y es que si ella está muerta, significa que yo he provocado la muerte de las dos personas que más amo.

—Alaia... —se quebraba la voz también, provocada por mi llanto— sabes que si conociera una manera te ayudaría sin pensarlo. Mira —explicó mirándome a los ojos—, espera un poco más y si para la próxima venida de Diana, Dinah no ha vuelto, me iré con ella este mes y la buscaré por todos lados personalmente.

—¿Lo prometes? —le dije entre lágrimas.

—Claro que sí. Solo para de llorar por favor, me partes el corazón.

Era una tortura la simple idea esperar más de una semana para que Diana volviera, y luego esperar otro mes a la vuelta de Nataly; la cual incluso podía llegar con la noticia de que no sabe nada de mi amiga, o que está muerta. En esa ocasión realmente esperaba que esa mujer llegara nuevamente.

Al día siguiente fui como todos los días a esperarla. Las personas en los edificios cercanos a la entrada hacían comentarios diciendo que seguramente ya se habían olvidado de mí, que yo solo seguía esperando estúpidamente; aún en mis futuros alternos más crueles, Dinah no se había podido simplemente olvidar de mí después de todo lo que ya había hecho para salvarme.

Esperé mientras volvía a mí una fe completamente perdida hacía años: empecé a rezar. Luego de utilizar todos los recursos disponibles desde mi encierro para encontrar a Dinah, no podía hacer nada más que pedir un milagro a un ser invisible que podía no existir, pero ahora ¿qué podía perder?

Y como venida por un acto divino, apenas intentaba comenzar a hablar con "Dios" y escuché una voz a la lejanía que me parecía gratificantemente familiar.

—Alaia.

Era una voz suave que empecé a distinguir y con ello me levanté inmediatamente para ver a través de las pequeñas rendijas. Y entonces la vi, vi a Dinah caminando hacía mi con un paso lento y al parecer doloroso para ella. No soy capaz de describir la enorme felicidad que sentí de poder verla, parecía un poco lastimada, pero estaba viva y eso era u milagro en ese momento.

—¡Dinah! —le grité con emoción y ella vino a prisa con una sonrisa en el rostro.

—Me alegra tanto que estés aquí, querida.

—¿Dónde te habías metido? ¿Estás bien? ¿Por qué no habías venido?

—¡Ay Alaia! No sabes cuántas cosas pasaron este último mes.

—No, no lo sé, estaba como loca buscándote y pase prácticamente todo el día aquí las últimas semanas esperándote —le confesé mientras algunas lágrimas rodaban por mis mejillas, una mezcla entre tristeza y felicidad.

—Creo que tengo muchas cosas que contarte —dijo con una sonrisa amarga y un rostro que avecinaba el llanto—. Todo comenzó hace tres semanas cuando mi periodo se ausentó por tres días; tú sabes que eso no es para nada normal en mí, y me preocupé muchísimo pues la última vez que estuve con un hombre fue esa vez con el par de soldados.

Esa declaración me dejó sin palabras, sentía un enorme rencor hacía esos hombres, pero no podía pensar que un bebé de Dinah fuera una completa tragedia. Y pensar, que esa era la mejor parte de la historia, jamás me hubiera imaginado lo que seguía en su relato.

—Naturalmente corrí a la farmacia para comprar una prueba de embarazo, a pesar de que en todo caso apenas tendía algunas semanas. La prueba fue positiva, y la verdad no sabía que hacer —confesó sonriendo con los ojos cristalizados—. A pesar de lo horrible de la situación, no pude pensar ni un segundo en deshacerme de mi bebé —tomó su vientre con cariño mientras sus ojos se llenaban más.

"No me arrepiento de ello. Mi más grande error fue pensar que todo el mundo tenía derecho a saber que sería padre, incluso esos dos hijos de perra. Así que de una manera completamente estúpida e inocente, fui con un ultrasonido a hablar con ambos y notificar mi embarazo. Sabía que para obtener un código para mi bebé necesitaba comprobar la paternidad; así que les dije que no necesita nada de ellos económicamente hablando, pero que quería su firma en los papeles, de cualquiera que fuera el padre.

"No les agradó en lo absoluto la idea; aun si no les pedía dinero ambos tenían esposa y no podían aceptar a mi hijo como suyo renunciando a una futura paternidad con su mujer. Uno de ellos me tomó el brazo y me dijo que me acompañaría a una clínica para deshacerme de mi bastardo.

"Me negué a ir con él, claramente. Allí comenzó una pequeña riña en la que ellos me trataban de llevar "voluntariamente" a abortar y yo me negaba, amenazando con hablar con sus esposas. Esa amenaza mía me costó todo. No toleraron algo así y me tomaron cargándome en contra de mi voluntad para meterme dentro Texas, diciendo que entonces debería tener a mi nonato allí.

"Me resistí —su labio se frunció evitando el llanto y ella limpió las primeras gotas que rodaron en su cara—. Pensé que podía nunca encontrarte y que quizá nos moriríamos de hambre las dos si entraba aquí. También sabía que mi embarazo sería delicado y probablemente no lo libraría sin medicamentos y atención médica constante.

"De alguna manera que aún no acabo de comprender, golpee a uno de los soldados contra el muro, este me soltó y su arma calló. La tomé rápidamente y amenacé a ambos con ella mientras corría. Ni siquiera sabía cómo usarla, pero funcionó —dijo en un intento de hacer una broma.

"Todo había pasado y comencé a pensar una manera de solucionarlo todo; aunque sabía que no podía hacer nada por mi bebé sin sus papeles, creía que podía obligarlos a firmar de alguna manera o que quizá podía ahorrar y una vez librando el embarazo vendría aquí contigo.

"Pero poco más tarde, me sentí mal y tuve un ligero sangrado. Corrí al hospital, asustada, el doctor me habló sobre una amenaza de aborto y que debía tomar reposo absoluto durante mi embarazo. Claramente me corrieron del trabajo cuando se enteraron de eso, ni siquiera mi jefe me defendió pues estando embarazada no obtendría nada de mí.

"Aún con todo estaba feliz, me ilusionó muchísimo más de lo que esperé alguna vez la idea de tener a un pequeño creciendo en mi vientre. Por eso no podía venir a verte, necesitaba estar en cama y no encontré a nadie dispuesto a venir y hablar contigo.

—Y... ¿Qué sucedió? ¿Por qué estás aquí? —le dije luego de un silencio de su parte.

—Bueno, hace dos días mi cama se empapó de sangre en medio de la madrugada —pausó largamente su relato conteniendo su llanto muy poco exitosamente—. Perdí a mi bebé —confesó finalmente rompiendo en llanto.

No sabía que decirle, ni siquiera podía abrazarla para consolar sus lágrimas y verla llorar provocó que yo también lo hiciera, aunque con menor intensidad. Traté de calmarla con mis palabras, pero no resultaba, ella solamente quería ahondar en su llanto y la dejé continuar todo lo que necesitara mientras le limpiaba las lágrimas con mis dedos.

—El doctor —continuó cuando intentaba tranquilizarse—, él dijo que era muy probable que cualquier otro embarazo que tenga se convierta también en un aborto. Significa que no podré tener hijos, Alaia.

—Lo lamento tanto, Dinah. En serio lo siento. No sé cómo puedo ayudarte.

Ella siguió desahogando sus sentimientos por otro rato más, balbuceaba pensamientos tristes sobre su bebé, la culpa que tenían los soldados al haberle causado ese episodio, y lo horrible que se sentía en ese momento. Cuando parecía que sus lágrimas se habían agotado, trató de seguir conversando.

—Promete que vas a cuidar bien a mi sobrino o sobrina —me habló intentando mirar mi barriga.

—Claro que sí. Una enfermera aquí dice que será niño.

—¡Oh, genial! Entonces cuida bien de mi sobrino Dante ¿Por qué ese era el nombre, no?

—Así es.

Hice lo mejor que podía para desviar los pensamientos de Dinah sobre su hijo, contándole sobre mi vida aquí y evitando el tema de mi embarazo para no abrir sus heridas. Ella parecía al menos haberse despejado un poco de toda su tristeza y continuamos hablando hasta que el sol amenazó con ocultarse.

—Creo que es hora de irte —me dijo—. Nos veremos el mes próximo ¿Si? Prometo que está vez estaré aquí puntualmente.

—Está bien. Cuídate mucho Dinah.

—Si, querida. Y en serio lamento no tener todo el dinero que prometí darte, ahora debo buscar un nuevo empleo en Arkansas y la verdad es que no tengo demasiado en los ahorros pero... —sacó algunos billetes de su bolsillo trasero— creo que esto puede ayudarte un poco.

—No, no, no, no —me apresuré a negar su dinero—. Estoy perfectamente bien, no me falta nada, tranquila. No he gastado mucho de lo que llevaba. No puedo pedirte dinero luego de que por mi culpa has perdido tu trabajo. Te prometo que estoy bien sin él. Debes guardarlo para ti, por favor.

Mi testaruda amiga no quería llevarse el dinero de vuelta, pero la convencí de hacerlo. Y finalmente nos despedimos con los ojos hinchados del llanto en esas últimas horas.

Volví con un sabor amargo. La tristeza de ver a mi amiga tan mal, sin poder imaginarme lo que sentiría yo de estar en sus zapatos. La felicidad de saber que estaba viva, y que podría recuperarse de esto algún día. Mi eterna gratitud con ella por sus acciones, aún cuando salvar la vida de mi bebé había costado la del suyo. Y una súplica, porque jamás tenga que pasar lo que ella.

 Y una súplica, porque jamás tenga que pasar lo que ella

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