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Su cuerpo se sentía cansado y un poco adolorido, creía que la muerte se sentía mejor.

Escucho un murmuro a lo lejos que no pudo entender. Experimentar la muerte no se parecía en nada a como alguna vez le habían dicho.

-...uu – pico su brazo con el dedo índice.

Se mantuvo inmóvil, ya estaba entendiendo lo que decía, pero esa voz comenzaba a molestarlo.

-...yuu... Giyuu - lo sacudió levemente.

Se removió tratando de hallar una postura más cómoda, recién notaba que se encontraba recostado y que por alguna razón no quería levantarse. La extraña, pero familiar voz soltó un suspiro.

- ¡Giyuu, levántate ya! – le exigió tratando de arrebatarle la cobija, pero el contrario se aferro a ella.

- Mmhh... - se quejo, la muerte también parecía ser incomoda.

- ¡Siempre es lo mismo contigo! ¡Deja de holgazanear! – jaloneo la cobija por cuarta vez, no obtuvo resultados, tomo impulso y la jalo otra vez.

- Tsk – soltó la cobija y levanto la parte superior del cuerpo.

El acto provoco que su acompañante perdiera el equilibrio y terminara en el suelo con la cobija encima.

- Al fin – se levantó quitándose la cobija – Apresúrate.

Giyuu abrió los ojos con sorpresa, finalmente logro reconocer su voz, elevo la mirada y lo vio, su imagen era tal cual la recordaba, sin duda era él...y aun así...no podía creerlo.

- ¿Sabito? – hablo, temeroso de que fuera una ilusión.

- ¿Te parezco un fantasma? Es obvio que soy yo.

Guardo la cobija recién doblada y le aventó un cambio. El contrario aún trataba de reaccionar.

- Urokodaki-san fue por algo de madera, dijo que prepararía el desayuno al volver – informo para evitar la rutinaria pregunta de cada mañana.

Sus ojos se cristalizaron, lo extraño día y noche durante años, y ahora podía volver a verlo. Se abalanzo sobre él tirándolos a ambos, reteniendo las lágrimas se aferro al cuerpo del contrario. Podía volver a tocarlo.

-Esto es innecesario – comento avergonzado, le correspondió el abrazo y tras unos segundos lo aparto – Estaré esperándote afuera – dijo antes de salir.

Giyuu asintió levemente limpiando sus ojos con la manga, se levanto con lentitud y tomo su ropa, paro frente al espejo y coloco las prendas a un lado. Su mirada se detuvo por unos momentos en su reflejo, había algo raro, ese no era él, toco su rostro y palpo su cuerpo, supo que el espejo no mentía, ese sí era él. Lleno de miedo, corrió por toda la habitación como si de esa forma pudiera escapar de sí mismo, cuando impacto contra las sabanas una de ellas calló sobre la cabeza del chico, trato de quitársela, pero su movimientos eran torpes y solo consiguió enredarse más, nuevamente choco, pero su miedo era tal que ni sintió, ni escucho el estruendo que hizo al caer.

-¿¡Que paso!? – grito abriendo la puerta de golpe - ¡Giyuu! ¡¿Estás bien?! ¡¿Dónde estás?! – se detuvo a mirar la habitación, parecía que un tornado había ocurrido ahí dentro. Cerró la puerta al entrar y se acerco al espejo en el suelo, estaba boca abajo y sobresalían pequeños trozos de vidrio alrededor. El temblor de una sabana llamo su atención - ¿Giyuu? – el bulto dio un pequeño salto. Sabito se sentó a un lado - ¿Qué pasa? – pregunto en tono suave y bajo.

-...ien...

-Más fuerte.

-Hay alguien... - repitió sin dejar de temblar.

-¿Aparte de mi? – la sabana asintió - Yo no vi a nadie.

-Pequeño...grandes ojos...aterrador.

-Entiendo – le destapo la cabeza, dejando su rostro al descubierto – Creo que ya se fue – le sonrió. El pelinegro estiro los brazos y lo abrazo de la cintura. Sabito rió un poco – No te comportas como un hombre – dijo divertido.

Permanecieron así por varios minutos en silencio mientras Giyuu trataba de analizar lo que pasaba.

-... Sabito – el contrario le respondió con un pequeño pujido - ¿Qué día es?

-Martes.

-¿Es verano?

-Invierno.

El pánico amenazaba con volver.

-¿Dónde estamos?

-Dentro de la cabaña de Urokodaki-san en la montaña Sagiri.

... Es imposible...

-¿Cuántos años tienes... y cuantos tengo?

-Trece, ambos tenemos trece. ¿Te golpeaste la cabeza?

... Y sin embargo, estaba pasando...

Su estómago comenzó a revolverse.

-Asegúrate de terminarlo antes de que se enfríe – le dijo entregándole el té

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-Asegúrate de terminarlo antes de que se enfríe – le dijo entregándole el té.

-Gracias... - sostuvo la taza entre sus manos.

- Si te sentías mal debiste decirlo.

-Lo siento – murmuro – Fue repentino.

-¡Urokodaki-san, ya termine! – le dijo saliendo de la habitación – Solo falto el espejo y la sustancia toxica.

Con lo último Giyuu se encogió de hombros, su cara estaba bañada de un rojo brillante. No quería provocar tanto lío, pero su estomago se soltó sin más y acabo vomitando.

-¿Abriste todas las ventanas? – el menor afirmo – Bien, sírvete el desayuno, yo me encargo del resto – se levanto en dirección a la habitación.

Sabito hizo lo indicado y se sentó en el lugar donde estaba el mayor.

-¿Te sientes mejor? - Giyuu respondió con un movimiento de cabeza. Estaba muy distraído, tratando de asimilar la situación - ¿No vas a comer?

-Urokodaki-san me dijo que lo tomara con el estómago vacío – le mostró el té humeante – Luego comería.

-Entonces apresúrate – dejo su plato de lado y recargo su codos en la mesa – Te espero.

Lo pensó varias veces, pero siempre llegaba a la misma conclusión. Por alguna extraña y desconocida razón el volvió a ser un niño de 13 años que entrena para ser cazador. Tal parece que los hechos se repetirían. Miro a su mejor amigo, este jugueteaba esperándolo con impaciencia, no quería volver a sufrir la perdida de Sabito, lo quería mucho y se volvió muy obvio que no lo soportaría.

Quizás esto es en realidad una oportunidad, una que no podía dejar pasar. Giyuu haría lo que fuera necesario para cambiar esos trágicos momentos y al fin saber cómo sería una vida al lado de Sabito.



Probablemente se sorprenda al descubrirlo.



Recuerdos de un Nuevo FuturoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora