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Abrió los ojos lentamente, se sentó buscando a su mejor amigo con la mirada.

Urokodaki preparaba el platillo favorito de Giyuu, rogando por que esta vez despertara, pues llevaba casi dos semanas dormido. El fuerte golpe de la puerta lo alerto y corrió a ver qué pasaba.

- ¡Giyuu! ¿Qué sucede? – pregunto acercándose rápidamente.

- No está, no lo encuentro – miro al mayor, quien se le encogió el corazón al ver los azulados ojos sin una pizca de brillo - ¡¿Dónde está?!

- ¿De qué hablas?

- ¡Sabito! ¿Dónde está...su...? – se le quebró la voz.

Sakonji entendió y fue presuroso por el haori de su alumno. Lo coloco frente sus ojos.

- Aquí esta, tuve que lavarlo.

Giyuu lo tomo mirándolo detalladamente. Las lágrimas volvieron a salir de sus ojos mientras abrazaba la colorida tela.

- Vamos al comedor, te prepare el desayuno – hablo el mayor.

-... No tengo hambre... - sollozo.

- Tienes que comer Giyuu. No has probado nada en semanas, si sigues así morirás.

- ¿Eso no estaría bien?

- ¡Tomioka! – lo tomo de los hombros obligándole a verlo – Es muy pronto para algo así, tenemos que seguir.

- No quiero seguir – lloro soltándose de su agarre – Siempre que lo intento alguien muere. ¿¡Por qué!?

- Realmente no lo sé – dijo lo más calmado que pudo.

Giyuu lo abrazo llorando y Urokodaki correspondió acariciando su cabello. Tras unos minutos hablo.

- Si no quieres ir está bien, te traeré la comida, pero no pienses en morir - le tomo de la barbilla alzando su rostro - No decepciones a Sabito.

- No lo haré... Gracias... – se separo y entro al cuarto abrazando el haori.

>>>

- ¡Giyuu! – grito abriendo la puerta - ¡Estas despierto! – sonrió feliz. El ojiazul asintió levemente con la cabeza - ¿Cómo te sientes?

-... Bien... - respondió en un hilo de voz.

- El día está muy bonito, ¿Por qué no vamos al campo a cortar algunas flores?

-... No tengo ganas de salir... Ve y diviértete tú...

- ¡S-Sera más divertido si vamos los dos! – Sonrió nerviosa – V-ven Giyuu...

- Makomo – interrumpió – Por favor...déjame solo – se cubrió hasta la cabeza con la delgada cobija.

-... Sí, entiendo, perdón – dijo en voz baja y salió del cuarto sin ánimos.

Saco la mano debajo de las sabanas y a tientas busco el haori de Sabito, al encontrarlo jalo de el sepultándolo bajo las grandes telas, lo pego a su cuerpo y aferro ambas manos al haori de su hermana, el cual llevaba puesto.

>>>

- Giyuu, regrese – anuncio entrando – Te traje una corona de flores blancas, hoy termine mi entrenamiento temprano – conto feliz mientras la dejaba a su lado.

El pelinegro no se movió.

Era el cuarto día que Makomo entraba y trataba de levantarle los ánimos luego de su agotador entrenamiento, pero estaba perdiendo las esperanzas de lograr algo, pues Giyuu seguía enterrado bajo esas débiles barreras de colores. Sacudió la cabeza tratando de desaparecer esos pensamientos. El niño sonriente seguía ahí, en algún lugar, esperando ser encontrado y Makomo no se rendirá hasta devolverle la sonrisa a su amigo.

Recuerdos de un Nuevo FuturoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora