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Los primeros rayos de sol le obligaron a despertar. Noto que dormía con la cabeza sobre el estomago de Sabito y elevo la vista para mirarlo. Seguía durmiendo. Sonrió enternecido y acaricio su cicatriz con el dedo índice, siempre quiso hacerlo, pero él no lo dejaba, una pequeña corriente eléctrica recorrió toda su espina dorsal, se sentía muy bien.

Lo hizo unas cuantas veces más, pero se detuvo en seco cuando Sabito se removió, volvió a respirar después de unos segundos sin volver a moverse y se levantó para iniciar su día.

-Buenos días Urokodaki-san – saludo acercándose al mencionado.

- ¿Giyuu? – se giro a verlo - ¿Estas despierto?

-Sí... - la mirada de su maestro no se apartaba de él – Fue culpa del sol.

-Entiendo – se aclaro la garganta y continúo con lo suyo.

-¿Puedo ir a caminar un rato? – dijo señalando la montaña.

-Adelante.

-Gracias – se retiro bajo la fija mirada del mayor.

"Algo le está ocurriendo" - pensó mirando en su dirección aunque lo haya perdido de vista ya.

Giyuu estaba secretamente enamorado de la montaña Sagiri, fue amor a primera vista. La vida parecía no acabarse en ella, sus árboles eran grandes y fuertes, tenía hermosos paisajes desde lo alto, medio y bajo, su cascada era enorme y abundante, su agua tan cristalina que casi podía ver el fondo, sin contar que mostraba un magnifico amanecer y atardecer, es el mejor lugar para mirar la luna. De quien también se enamoro.

Se adentro entre los árboles sin hojas, dejando un rastro de sus pequeñas pisadas en la nieve. Camino varios metros sin voltear y giro hacia atrás mirando sus diminutas huellas, por fin se estaba acostumbrando a su diminuto y no tan débil cuerpo.

Si quería aprender la respiración tendría que relajarse para ejercitar sus pulmones, y no se le ocurría mejor lugar que aquel donde Urokadaki los lanzo al agua por primera vez.

Si quería aprender la respiración tendría que relajarse para ejercitar sus pulmones, y no se le ocurría mejor lugar que aquel donde Urokadaki los lanzo al agua por primera vez

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-¡Urokodaki-san! – corrió al mencionado - ¡Se robaron a Giyuu! – grito alarmado.

-No se lo robaron.

-Entonces. ¡Giyuu desapareció!

-Tampoco desapareció, fue a caminar hace unas horas – le informo. El menor trato de asimilar la información recibida, su mejor amigo es más dormilón que un koala.

- ¡¿Lo ve?! ¡Se robaron a Giyuu y nos dejaron uno falso!

-Mejor siéntate y come, tienes que reponer el entrenamiento de ayer.

-A menos que se haya ido para no entrenar, hay si sería nuestro Giyuu – comento sentándose.

Sakonji le lanzo la cuchara que tenía en mano.

-¡Que no lo robaron! – dijo irritado. ¿Cuántas incoherencias puede decir un niño?

-Ya entendí – tapo su frente con ambas manos tratando de no sollozar.

-Regrese, Urokodaki-san – hablo con un pequeño cristal en manos – Encontré esto junto al rio.

-¡Giyuu! – se le acerco rápidamente y lo sujeto de los hombros - ¿Dónde estabas?

Estaba por responder, pero la larga gota de sangre que pasaba por su nariz desde la frente lo interrumpió.

-¡Sabito! ¿¡Que te paso!?

-No es nada, solo un golpe de las conspiraciones universales – respondió sin darle importancia.

-¿De qué hablas? – se soltó de su agarre y lo jalo de la mano hacia su cuarto.

Sakonji suspiro y fue a recoger el arma de nombre cuchara.

-Arde... - musito con una mueca.

-Ya casi termino – paso el algodón sobre la herida con sumo cuidado – Agradece que solo fue un corte, pudo ser mucho peor – arrugo el entrecejo ligeramente molesto.

-Yo no hice nada – se defendió – Solo fue un comentario.

-Como digas – cubrió la herida.

-¿Adonde fuiste? – pregunto mirando al frente

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-¿Adonde fuiste? – pregunto mirando al frente.

-A la cascada – respondió sentado junto a él, columpiaba las piernas mientras miraba en la misma dirección, esperando a que su mejor amigo saliera de entre los árboles - ¿Sabito tardara mucho?

-Eso depende de él.

Inflo las mejillas insatisfecho.

-Está tardando.

- En realidad va a buen ritmo – contradijo – Parece que quieres comenzar ahora.

-Bueno...sí.

-¿Por qué?

-... No quiero retrasarlos ni a usted ni a Sabito.

-Sabito dijo que te esperaría para ir a la selección final juntos, y a mí no me molesta.

-Sería más fácil si terminamos a la par, de esa forma no se tendría que esperar a nadie.

Era obvio que mentía, todos sus sentidos lo decían.

-¿Qué planeas Giyuu?

El menor oculto el rostro, sabía que su maestro sospechaba de su comportamiento y por eso las miradas.

-Los demonios... Son fuertes.

-Sí, para eso entrenan.

-Sabito también lo es... No quiero ser una carga para él y que termine herido por mi culpa.

La tristeza y el miedo inundaron las fosas nasales del mayor, su alumno desprendía un olor tan amargo que le quemaba la garganta. Coloco la palma sobre su pequeña cabeza tratando de calmarlo.

-Sígueme entonces.

El menor caminaba unos pasos atrás. Subieron hasta algún punto de la montaña que Giyuu no recordaba.

-¿Qué hacemos aquí? – paseo la mirada por los alrededores.

-Hoy entrenaras aquí. Intenta alcanzar a Sabito – finalizo antes de volver.

Quiso detenerlo, pero se guardo sus intentos. Sospechaba que a su maestro le gustaba aparecer y desaparecer a voluntad.

Como era costumbre, se le acelero el corazón y un temblor se hacía cada vez más presente, dio un largo suspiro que calmo todo su cuerpo y acelero sus pasos conforme avanzaba.

Recuerdos de un Nuevo FuturoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora