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Sabito aterrizo bajo la sombra del sauce llorón y se aseguro de que no se filtrara ningún rayo de sol antes de abrir la caja. Nezuko abrió los ojos y vio el exterior, enfocando la mirada en el rostro del mayor, ladeo la cabeza con intriga, mientras el filo de la cuchilla apuntaba a ella.

Fue rápido, no le gustaba perder el tiempo.

-Ese Tanjiro, debería por lo menos fijarse en tu estado – se quejo guardando la cuchilla y enrollando un pedazo de tela – Muerde esto mientras acabo – dijo cubriéndole la boca.

Busco la aguja e hilo que siempre cargaba para reparar los daños de su haori después de la misión, una vez los encontró y alisto, tomo el bambú para coser el rasgado retazo. La pequeña miraba sus acciones con mucha atención, Sabito era como una mamá... Una muy veloz, pues ni su difunta madre Kie cosía tan rápido.

Se inclino hacía atrás y elevo la cabeza, siguiendo con la mirada el puño del pilar.

-¡Ya está! – ajusto bien la costura y guardo sus herramientas antes de pulir el bambú mordisqueado para que la demonio tenga mayor comodidad y volver a ponérselo – Así está mejor, le diré a Giyuu que te haga un nuevo.

Fue en ese instante que recordó porque estaban solos bajo la sombra del sauce, pero antes de sacar la katana Nezuko lo abrazo, encantada de lo bien que se sentía el renovado bambú.

-¡Mmm! – se encogió y agarro un extremo del haori blanco para cobijarse.

-Oye se supone que debo matarte, no cobijarte – reprocho.

-Oye se supone que debo matarte, no cobijarte – reprocho

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-¡Sabito! – llamo con un tono alto de voz. El chico se giro – Ven – extendió los brazos.

Sin poner peros y con una expresión tan neutral como curiosa, Sabito dejo caer la rama y se acerco a la mayor, se detuvo a un paso y se sentó sobre las piernas cruzadas de la mujer.

-¿Qué pasa?

-Escuche que quieres ser un hombre como papá.

-Sí – cerro el ojo a la vez que su madre acariciaba la mejilla del mismo lado.

-¿Por qué?

-... Es un secreto – desvió la mirada.

-Anda, cuéntale a mamá – deslizo el dedo por el puente de su nariz. Todos decían que el niño había heredado la infinita curiosidad de su madre.

-... Para... - bajo la cabeza con un ligero sonrojo – Para proteger a alguien...

-Oh – se cubrió los labios con una emocionada sorpresa - ¿A mi pequeño le gusta alguien? Estás muy pequeño para esas cosas Sabito – dijo con travesura mientras picaba su hombro. Sabito negó con la cabeza, sin molestarse en intentar entender a que se refería.

-A... A ti... Yo quiero proteger a mamá y papá cuando crezca.

Al escucharlo sus ojos mostraron verdadera sorpresa, a los pocos segundos sonrió. Tenía un hijo maravilloso.

Recuerdos de un Nuevo FuturoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora