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Sabito renegaba de lo poco gentil que era Urokodaki con los entrenamientos, mientras limpiaba la sangre de una risueña Makomo.

-Ya esta – dijo ajustando el vendaje de la cabeza.

-Gracias Giyuu – le sonrió acariciando la venda.

-De nada – se levanto – Iré a caminar un rato.

-Con cuidado – lo miro irse y continuo con su labor – Urokodaki-san es un despiadado.

Giyuu siguió caminando hasta lo más profundo de la montaña. Llevaba un buen tiempo entrenando la onceaba postura del agua, enfrentarse a la luna superior tres con una técnica imperfecta le dejo muy claro que no era buena idea. Urokodaki le cuestiono en un principio, pero logro tener su autorización para seguir entrenando.

No le gustaba mentirle a su maestro. Tal vez le confiese su extraña situación, si todo resulta bien.

Su improvisada herramienta de entrenamiento estaba lista, tomo la katana entre sus manos y se concentro en las pequeñas rocas que de dirigían a él, recibió algunas pocas, pero logro esquivar la mayoría.

Al final dejo caer su cuerpo agotado en el suelo, trataba de recuperar la normalidad de su respiración mientras tenía los ojos cerrados, razón por la cual no se percato de que Sabito se acercaba hasta que coloco el dedo índice en su frente.

-Sabito... ¿Dónde está Makomo?

-En el campo que le mostraste.

-¿Qué ocurre?

-Me dio curiosidad por saber dónde estabas y decidí buscarte – se sentó a su lado - ¿Qué hay de ti?

-Entrenaba – se acomodo.

-¿Sigues entrenando? – borro su sonrisa – Urokodaki-san nos dejo descansar, deberías hacerlo.

-Él me dio permiso.

-Pero yo no – Giyuu lo miro sin entender – Creo que ya hiciste suficiente.

-Tú también entrenas de vez en cuando – acuso.

-Sí – señalo los pequeños moretones – Pero no me hago daño.

-Tendré más cuidado – prometió

Sabito lo miro, no estaba muy seguro de que cumpliera, suavizo la expresión de su rostro y suspiro.

-Has cambiado.

-¿Por qué lo dices? – pregunto sin mirarlo, ocultando sus nervios.

-Porque eres diferente, como otra persona.

-Tal vez lo sea – clavo la mirada en la tierra, desde que se hizo cazador se sintió alguien más. Una nueva personalidad a la cual no puede renunciar.

-No, sigues siendo tú – afirmo –Aunque diferente.

-¿Cómo estás tan seguro?

Sabito bajo la mirada, tratando de hallar respuesta a su pregunta.

-... Solo lo sé – lo miro – En el fondo sigues siendo el mismo Giyuu Tomioka, mi mejor amigo – sonrió – Y eso no cambiara.

-¡Chicos! – hablo Makomo corriendo en su dirección – Urokodaki-san los llama.

-Ya vamos – se puso de pie y ayudo al pelinegro a levantarse.

Hicieron una carrera hasta la cabaña, Makomo gano, Sabito llego en segundo lugar y Giyuu al último, recibiendo las burlonas risas del ojos lavanda y los cariñosos abrazos de la menor.

Hicieron una carrera hasta la cabaña, Makomo gano, Sabito llego en segundo lugar y Giyuu al último, recibiendo las burlonas risas del ojos lavanda y los cariñosos abrazos de la menor

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