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-Giyuu ¿Cuándo dejaras de hacerme repetir lo mismo todas las mañanas? – se quejo buscando algún borde de la cobija donde poder jalar.

-Cuando dejes de hacerlo – respondió adormilado.

-Me estás haciendo batallar más de lo normal.

-Me duele todo el cuerpo – se encogió.

Algo que paso por alto es que su cuerpo aun es débil, y sobre esforzarlo puede ser muy doloroso.

-Me importa poco – mintió – Solo levántate.

-Que insensible – lo miro con los ojos cristalinos. Las piernas le dolían tanto que podría morir, en realidad no, pero por más sorprendente que pueda ser, Giyuu era dramático.

-No seas llorón Giyuu, los hombres no lloran.

-No soy un hombre, soy un niño – se giro para poder dormir. Que conveniente resulto su cambio físico.

Sabito lo miro incrédulo, no se esperaba esa respuesta. Desde aquel incidente su amigo había cambiado, ya no hacia berrinches por casi cualquier cosa, ni lloraba todas las noches por la muerte de su hermana, tampoco sonreía y reía tanto como antes. A pesar de eso seguía siendo el mismo niño tierno de siempre, y sobre todo su amigo.

-... El desayuno...casi está listo – susurro.

Soltó un pequeño bufido y se levanto, Sabito siempre ganaba. Amarro su cabello en una coleta baja preguntándose cuando podría ganar y dormir por más tiempo sin que lo regañaran.

-Vamos – dijo saliendo del cuarto seguido por Sabito.

-Urokodaki-san – dijeron a la vez.

-Buenos días. Giyuu te entrego tu katana de una vez - le extendió el arma - Harás tu entrenamiento después del desayuno, Sabito me acompañara al pueblo cercano - informo sirviéndoles un tradicional almuerzo.

-De acuerdo - cedió, dejo la espada al lado y se sentó para comer.

-¡¿Por qué?! – se quejo – Yo quiero entrenar.

-Necesito que me ayudes con unas cosas y tengo que evaluar a tu compañero antes de mediodía – explico con paciencia mientras colocaba los platos en la mesa.

-Giyuu puede ir con usted y yo puedo entrenar – se recargo sobre la mesa.

Sus ojos azulados los miraban en silencio a la vez que daba su primer bocado, amaba la comida de su maestro y no debía desperdiciar la oportunidad de volver a comerlos. Al hacerlo, pensó en como reaccionaria él.

Lo más probable es que le dé la razón a Sabito e intente hacer que Urokodaki cambie de opinión para no hacerlo entrenar, aun sabiendo que no resultaría. Eso le recordó que siempre quiso entrenar lo menos posible, y en secreto, deseaba no hacerlo.

-Tú estás más adelantado que Giyuu en los entrenamientos, no debería ser problema – contesto con leve enojo.

Sabito lo noto y decidió callar, se acomodo para comer en silencio y Giyuu reprimió una risa.

Sabito lo noto y decidió callar, se acomodo para comer en silencio y Giyuu reprimió una risa

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Recuerdos de un Nuevo FuturoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora