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-Giyuu, arriba – forcejeo como todas las mañanas.

-No quiero... - enrollo su cuerpo para conservar el calor.

-No te pregunte.

-¿Dónde está Urokodaki-san? – interrogo haciendo fuerza con su peso.

-Salió al pueblo – respondió sin dejar que el pelinegro ganara.

-¿La comida?

-Preparara algo cuando regrese – se agacho levemente y extendió los brazos. Giyuu lo miro alzando una ceja, preguntándose que es lo que hacía – No me dejas opción – sacudió la cobija con todas sus fuerzas, el contrario salió volando.

Sabito la miro sorprendido y victorioso a la vez, no pensó que funcionaría.

-¿Eso era necesario? – pregunto con ligera molestia, mientras lo miraba desde el suelo.

-Si te levantaras cuando te lo digo, no.

El ojiazul sólo suspiro rendido y se levanto para cambiarse. Había pasado una semana exacta desde que todo empezó, comenzaba a acostumbrarse a los duros entrenamientos y los regaños de Sabito, pero era difícil acostumbrarse a su cuerpo débil y pequeño.

-Por cierto Giyuu – llamo su atención con una repentina emoción – Hoy bajaremos la montaña con una Katana, ¿no es emocionante? – sonrió ampliamente.

-Te gustan las cosas difíciles - le sonrió curvando ambas cejas. Era una sonrisa nostalgica, pero Sabito no la percibió de la misma forma.

-Las hace interesantes –respondió riendo.

Ambos terminaron y salieron a saludar a su maestro, que ya los esperaba con la comida en la mesa.

Recién terminaron el desayuno y Sabito salió corriendo al pie de la montaña para esperar con impaciencia a que los otros dos salieran y que Urokodaki le diera la katana con la que tendría que ir y volver, saber que era una de verdad lo emociono aun más. Momentos después el mayor salió con el ansiado objeto en mano y Giyuu caminando a su lado.

-A partir de ahora esta será el arma con la que tendrás que entrenar – se la entrego – Ve a la cima de la montaña y desciende con ella en manos.

Sabito se despidió rápidamente de Giyuu, le agradeció a Sakonji y salió corriendo a la montaña. Con la energía de un niño que va a jugar a la pelota, tal vez con algunos amigos, y no que va a entrenar para convertirse en un asesino.

-Tú descenderás la montaña cuando Sabito regrese.

-Sí – se sentó en la entrada de la cabaña a esperar.

-Si lo logras hoy, mañana te daré tu Katana.

-Sí - repitió sin mirarlo, aunque no era necesario.

Creía recordarlo todo, pero se olvido de ese importante detalle, en esos momentos aun no alcanzaba el nivel de Sabito. De hecho, en ningún momento lo hizo, siempre fue completamente consciente de que Sabito era por mucho mejor que él, pero ahora sabía que no se trataba del mejor o el peor, se trataba de resguardar la vida de su mejor amigo.

 De hecho, en ningún momento lo hizo, siempre fue completamente consciente de que Sabito era por mucho mejor que él, pero ahora sabía que no se trataba del mejor o el peor, se trataba de resguardar la vida de su mejor amigo

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Dio un largo y hondo suspiro antes de iniciar. No recordaba los detalles, pero sabía lo suficiente para esquivar gran parte de las trampas que intentaban asesinarlo mientras avanzaba. Agudizar sus sentidos era suficiente por el momento, así fue como logro llegar al pie de la montaña sin tantos rasguños y más rápido de lo común, sorprendiendo a su maestro y amigo.

-... Regrese – dijo jadeante por el cansancio.

-B-bienvenido de vuelta Giyuu – saludo el menor mirándolo con absoluta sorpresa.

-¿Tomaste algún atajo? – cuestiono terminando de vendar el brazo de su impaciente alumno.

-Tome... tome el camino de siempre – se recargo en el árbol que tenía justo al lado.

-Trae algo de agua – le pidió al de cabello claro. Sabito entro corriendo a la cabaña y salió a los pocos segundos con el vaso.

-¡Aquí esta! – anuncio y le dio el agua en los labios al pelinegro.

-Mañana tendrás tu Katana, Giyuu.

-¿Enserio? - lo miro emocionado, pero no necesito una respuesta para saber que decía la verdad - Gracias Urokodaki-san - sonrió, de alguna manera había logrado estar al mismo nivel que el niño de cabello durazno.

-Felicidades Giyuu - sonrió, no se veía tan entusiasmado, pero estaba más que orgulloso de su mejor amigo.

-Felicidades Giyuu - sonrió, no se veía tan entusiasmado, pero estaba más que orgulloso de su mejor amigo

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El entrenamiento había terminado. Era luna llena, así que el paisaje se encontraba aluzado por ella. Giyuu lloraba mientras Sabito limpiaba sus heridas.

-Sé un hombre, deja de llorar.

-Los entrenamientos de Urokodaki-san son horribles ¡Ya no quiero hacerlos! – se quejo.

-Dices eso casi todas las noches, pero siempre terminas haciéndolos.

-¡Porque me obligan! – lloriqueo – Al final me duele todo.

-Si dejaras de llorar tanto y te concentraras, quizás no te lastimaras así – contesto con ligera irritación.

-No soy como tú – renegó – Yo soy débil y cobarde.

-Ya te lo dije Giyuu – lo miro serio - ¿Por qué no quieres entender?

-¿Por qué tú no quieres entenderme? Mi hermana murió por mi culpa...

-¿Qué esperabas hacer contra un demonio? Entrenamos para ser cazadores y salvar a gente de sufrimientos como los nuestros.

-Tsutako lo haría mejor...ella era muy fuerte y valiente – bajo la mirada - ... Hubiera sido mucho mejor que yo¡Ah! – miro a Sabito para replicarle, pero él hablo antes.

-Termine este brazo – dijo tomando su otra mano - ... Continua.

Resoplo, sabía que si lo repetía Sabito volvería a presionar el alcohol contra su herida – Olvídalo...

El chico de ojos lavanda sonrió victorioso.

Tras casi una hora termino de curar y limpiar las heridas del pelinegro. Cada que Urokodaki le permitía ayudar a su amigo y era luna llena prefería quedarse afuera, sin importarle las noches frías del invierno o las calurosas del verano. Sospechaba que el mayor ya lo sabía y por eso le pedía curarlo solo en noches como esa.

-Yo no creo que seas débil, y estoy seguro que eres incluso más valiente que yo, por eso te obligo a entrenar – ajusto la última venda – Está listo.

-... - se reacomodo mirando la luna – Trato de creerte...de verdad.

-No tienes que creerme, confía en ti y veras que tengo razón – acaricio su cabeza. Giyuu le dedico una sonrisa.

-Entren a cenar – les ordeno desde la entrada.

Los menores se levantaron de su lugar y entraron corriendo a la acogedora cabaña.

Recuerdos de un Nuevo FuturoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora