— Chicas, ¿estáis ahí? — nos pregunta Flavio.
— Sí, ¿qué pasa? ¿Sabes algo? — le pregunta Sam abriendo la puerta del baño para que pueda pasar.
— Me acaba de llamar Rafa, está con Hugo en su casa — suspiramos las dos aliviadas — pero me ha dicho que está hecho una mierda, muy borracho...
— Quiero ir con él — les digo entre sollozos.
— Vete, ya nos quedamos Sam y yo aquí. Pero si pasa cualquier cosa, nos llamas, ¿vale? — asiento.
Me dan un abrazo antes de que me vaya corriendo para la casa de Hugo. Al llegar, oigo gritos desde detrás de la puerta. Tengo miedo de lo que pueda estar pasando ahí dentro. Llamo al timbre y al de unos segundos, Rafa me abre con los ojos llorosos.
— Eva, hola, pasa — entro y no veo a Hugo.
— ¿Dónde está? — suspira.
— Se ha encerrado en su habitación nada más he conseguido entrar en el piso con la copia que me dio de sus llaves. Llevo casi una hora intentando hacerle salir de ahí, pero nada, no puedo. Está cómo un loco, no para de gritar y tirar las cosas al suelo. No sé qué más hacer Eva — dice cansado.
Me acerco hasta la puerta cerrada de su habitación.
— Hugo, abre la puerta por favor — le pido sin poder parar de llorar y de repente deja de gritar. Escucho cómo sus pasos se acercan hasta la puerta.
— Eva, vete — me dice desde el otro lado.
— Hugo porfa, abre la puerta, necesito verte
— ¡Que te he dicho que te vayas! No quiero verte nunca más en mi vida. No significas nada para mí — me grita enfadado y mi corazón se parte en dos.
— No, eso solo lo dices porque estás borracho Hugo. Sé que no es verdad, en realidad no quieres decir nada de lo que estás diciendo ahora — digo para convencerme a mí misma de que es mentira.
— ¿De verdad pensabas que podría llegar a sentir algo por ti? Venga Eva, no creía que serías tan inocente... — dice riéndose con sarcasmo.
Tiene razón, no sé cómo he podido ser tan tonta cómo para pensar que él podría sentir algo por mí. Me dijo desde el primer momento que no quería nada serio, que solo era una distracción y nada más. Y yo cómo una gilipollas, me he pillado por él.
— ¡Hugo basta ya! ¡Deja de comportarte cómo un puto niñato de mierda de una vez! — le grita Rafa mientras me abraza intentando calmarme.
— ¡Iros a la mierda los dos! ¡Os odio! — sigue gritándonos y oímos cómo caen cosas al suelo.
Rafa y yo intentamos hacer fuerza para abrir la puerta, pero él hace lo mismo desde dentro para que no podamos abrirla. Acabamos sentándonos en el suelo en frente de la puerta de su habitación al sentirnos completamente impotentes porque no podemos hacer nada para sacarle de ahí.
— ¿Ayer estuviste con él? — asiento.
— Sí, pasamos el finde juntos
— ¿Y no notaste nada raro? — niego.
— No, si estuvimos súper bien — suspira.
— Creo que está así por eso, porque se ha agobiado por todo lo que siente por ti — le miro confundida.
— Pero si me acaba de decir que no significo nada para él y todas esas cosas — niega con la cabeza.
— Solo lo dice para que te alejes de él Eva, se está protegiendo a sí mismo. No quiere nada serio porque tiene miedo a hacerte daño o que tú se lo acabes haciendo a él cómo le pasó en su última relación. Lo paso tan mal, que se tuvo que venir de Córdoba aquí para empezar de cero...
— ¿Qué le pasó?
— Creo que yo no soy quién debería contártelo, es mejor que te lo diga él — asiento suspirando.
De repente oímos el ruido de algo de cristal romperse y después de eso, solo se oye silencio.
— ¡¿Hugo?! — y golpeamos con fuerza la puerta, hasta que al fin conseguimos abrirla.
Pero al verle, Rafa y yo nos quedamos paralizados.
Le encontramos sentado en el suelo con su cabeza apoyada en sus rodillas abrazándose a sí mismo mientras se tiembla muchísimo. Nos acercamos corriendo hasta él abrazándole y rompe a llorar. Y vemos que tiene sangre en sus manos por haberse cortado con los vidrios de la botella que ha roto. Rafa va al baño a por algo para curarle las heridas mientras yo me quedo con él intentando calmarle.
— Lo siento... — me dice entre sollozos.
— Hugo, mírame — le pido cogiendo su cara entre mis manos y sus ojos vidriosos se posan sobre los míos — no pasa nada, tranquilo, te perdono...
Y sigue llorando aferrado a mí. Me duele mucho verle así cuando él siempre esconde sus sentimientos, nunca los muestra. Rafa vuelve con lo necesario para curarle las heridas y yo de mientras voy a la cocina a por agua para que se hidrate después de todo el alcohol que ha tomado.
La habitación está destrozada y él también. Después de curarle las heridas y beberse el agua, intentamos levantarle del suelo para que se meta en su cama y descanse un poco, pero no me suelta.
— No, no te vayas por favor — me ruega hipando.
— No me voy a ir Hugo — y me tumbo con él en la cama. Me abraza fuerte apretándome contra su cuerpo cómo si tuviera miedo de que me fuese a ir y acaricio su espalda para intentar tranquilizarle. Al de unos minutos, oigo cómo su respiración se ralentiza en señal de que se ha quedado dormido. Y Rafa y yo respiramos más tranquilos. Los dos estamos agotados por todo lo que ha pasado.
— Me voy al sofá a descansar un rato. Si pasa algo, me dices, ¿vale? — dice Rafa susurrando y asiento.
— Vale, gracias — nos sonreímos y se va para allí.
Me he quedado atrapada entre los brazos de Hugo. Escucho su respiración relajada hasta que poco a poco yo también me voy quedando dormida.