Capítulo 10

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— ¿Se puede saber dónde cojones estabas? — me pregunta súper enfadado nada más entro en casa.

— Fla, te lo puedo explicar — se cruza de brazos.

— Pues espero que tengas una buena razón para explicarme por qué has pasado toda la noche fuera de casa sin avisarnos ni a mí ni a mis padres

— Lo siento muchísimo de verdad, se me olvidó por completo. Iba a llamarte nada más salí de la discoteca para que me vendrías a buscar, pero justo me lié hablando con un chico y bueno, ya sabes, una cosa llevó a la otra y — me corta.

— No quiero saber nada más, pero por favor Eva, la próxima vez que hagas algo así, avísame. No sabes lo preocupado que estaba por ti — suspiro.

— Lo sé, lo siento mucho — le digo arrepentida.

— Ven aquí anda — abre sus brazos y no tardo en acercarme a él para darle un abrazo súper fuerte.

— ¿Tus padres?

— Trabajando en el bar, pero no te preocupes por ellos porque te cubrí diciéndoles que te quedaste a dormir en casa de Samantha — le sonrío.

— Gracias Fla — me sonríe de vuelta.

— De nada, pero esta es la última vez que lo hago eh — me dice en un tono amenazante y me río.

— Sí, no te preocupes — me va a dar un beso en la mejilla, pero se aparta rápido tapándose la nariz.

— Buaa, apestas a alcohol y a tabaco — me río.

— Bebí bastante — niega con la cabeza sonriendo.

— Y eso que te dije que no te pasarías — me río — ¿y el olor a tabaco? ¿No habrás empezado a fumar, no? Aunque no me extrañaría teniendo a Samantha cómo tu mejor amiga... - le pego en el brazo.

— ¡Fla! ¡Que no digas esas cosas sobre ella pesado! — rueda los ojos — y no, no he empezado a fumar. Todas mis amigas fuman, menos Anaju, a si que supongo que me pegarían el olor. Además, el chico con el que estuve anoche también fumaba...

— Espero que hayáis sido responsables — resoplo.

— ¡Eres peor que mi padre de verdad! — se ríe.

— Solo me preocupo por ti Eva. Eres cómo una hermana pequeña para mí y no sé lo que haría si te pasaría algo — le sonrío volviendo a abrazarle.

— Aww qué bonito, pero te recuerdo que solo soy tres meses más pequeña que tú — se ríe.

— Venga, vamos a desayunar

— Sí por favor, que me muero de hambre — nos reímos y nos dirigimos hacía la cocina.

Me tomo una pastilla para quitarme un poco la resaca y me siento en la mesa con Flavio a desayunar, cuando de repente suena el timbre.

— Será Samantha — le miro confundida — ¿qué? La he llamado solo para saber si sabía algo de ti o no, y se ha empezado a preocupar diciendo que venía enseguida para aquí a ayudarme a buscarte

Me río y me levanto de la mesa para ir a abrirle. Nada más abro la puerta, se lanza a abrazarme.

— Evii, menos mal que estás aquí. No sabes lo preocupada que me he puesto cuando me ha llamado Flavio diciéndome que no sabía nada de ti

— Sam, me estás ahogando — y me suelta.

— Ay lo siento — nos reímos — jo perdona por haberte dejado sola en la fiesta ayer, me siento fatal

— Tranquila, no pasa nada — le resto importancia.

— ¡Eh! ¡Que eso lo digo yo! — nos reímos — no pero enserio, siempre te hago lo mismo y entiendo si estás enfadada conmigo por ello — la sonrío.

— No lo estoy, tranqui — me devuelve la sonrisa.

— Y entonces, ¿dónde has pasado toda la noche?

— Pues verás, es una historia un poco larga de contar. ¿Te lo cuento mientras desayunamos?

— Valee — vamos hacía la cocina donde nos encontramos con Flavio que sigue desayunando.

— Hola — se saludan los dos fríamente.

Sam se sienta a mi lado y empiezo a explicárselo. Le cuento lo de Hugo sin entrar en detalles y flipa.

— Pero buenoo amigaa, yo quiero los detalles eh — me río — a ver, lo importante, ¿la tiene grande?

— ¡Sam! — le regaño por decir ese tipo de cosas.

— Yo mejor me voy de aquí... — dice Flavio levantándose rápido de la mesa y nos reímos.

Cuando pasa por al lado de Sam, le tira de la coleta.

— ¡Flavio! ¡Te mato! — le grita Sam enfadada.

Él sale corriendo de la cocina sin parar de reírse mientras Sam le persigue cabreada, pero antes de que pueda pillarle, se encierra en su habitación.

— Me tiene hasta el coño el imbécil de tu amigo — me dice volviéndose a sentar a mi lado y me río.

— ¿Por qué no os lleváis bien aunque sea por mí?

— Pues porque no Eva, lo siento mucho, pero yo con ese hombre no puedo — y me vuelvo a reír.

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